De izquierda a derecha, Manolo Catalán, José Luis Casaudoumecq, Christian Salvá, Marcial Montenegro, José Manuel Cervino, Enrique Pla, Antonio Gutiérrez, Salvador García, Manuel Sánchez, Alfredo Sanz, Manuel Vicent y Pascual Olmos. TINO CALVO

La tertulia de sabios en Marqués de Campo

Un grupo de personas se reúnen cada día alrededor de una mesa en la calle Marqués de Campo de Dénia para «arreglar el mundo». Entre los tertulianos, empresarios, ejecutivos, escritores, como Manuel Vicent, o actores, como José Manuel Cervino, todos ya retirados de la vida profesional

Sábado, 5 de agosto 2023, 00:36

Es jueves y el calor roza lo insoportable en Dénia, con una humedad multiplicada por una tormenta inesperada que lo único que ha movido ... ha sido alguna silla de sitio para protegerse bajo las sombrillas de la tasca Eulalia, donde cada día por la mañana hay tertulia. De lunes a domingo. Alrededor de la mesa en la calle Marqués de Campo, afuera en verano, adentro en invierno, empresarios, ejecutivos, almirantes, patrones de pesca, escritores, actores... que convierten el tiempo libre de la jubilación en una especie de terapia.

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Aquí se sienta el escritor y periodista Manuel Vicent, que delimita las líneas rojas de la conversación: no se habla de enfermedades, de sentimientos, tampoco de política o religión. «Aquí se viene llorado y tosido de casa», dice. Estos días, sin embargo, con la gente preparada para votar y las opiniones diversas en el centro del debate, podría parecer algo complicado. Alguien matiza que, a pesar de ello, se sabe que en esta mesa están sentadas personas de todas las ideologías, «incluido Vox y hasta Podemos», bromea Pascual Olmos, que ha sido ejecutivo de Ford y Repsol y ha escrito junto con Álex Rovira 'La vida que mereces'.

Quién mejor que Pascual Olmos, que en realidad nació en Catarroja y se enamoró de Dénia gracias a las gambas del Pegolí, para apuntalar la idea de tertulia-terapia con aquel estudio sobre la felicidad que la Universidad de Harvard tuvo en marcha durante ochenta años, y donde se llegó a la conclusión de que las relaciones personales, es decir, los amigos, la familia, tenían mucho que ver con ese concepto tan manido de la felicidad. Precisamente, Pascual Olmos habla en su libro de «felicidad global», y reflexiona sobre el papel de las empresas buscando una vía que armonice lo material con lo espiritual. Y ahí se sitúa este encuentro diario. No es su único libro, el último se llama 'Matsumae, paseando por muchas vidas', donde reflexiona sobre lo que vale la pena.

La ironía y las risas

¿Por qué no hablan de enfermedades? «¿Para qué? Podríamos todos hablar sin parar y nos deprimiríamos, y no es el objetivo. Si tuviéramos que poner sobre la mesa toda la medicación que tomamos...». Y la ironía se adueña de la tertulia.

No hay una hora establecida para la tertulia, sino que desde primera hora van y vienen sus integrantes, con un pico sobre las once de la mañana. Hay quien tiene médico, quien tiene que acompañar a su mujer a algún recado, quien aparece sólo en verano. Hay almuerzos, algunos cafés y varias botellas de agua, quizás porque la frugalidad ha ido tomando protagonismo entre un grupo que ha superado los ochenta años de media. ¿Hay una edad a la que ya no hay que abandonarse al placer?

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Intentan que no pesen las ausencias, aunque hay una que sobrevuela la tertulia sin quererlo, la de Álvaro de Luna, el mítico Algarrobo, un enamorado de Dénia a quien hace menos de un año dedicaron un homenaje en el que participaron algunas de las personas que se sentaron durante años en la misma tertulia que él. Por ejemplo, el propio Manuel Vicent o José Manuel Cervino -conocido sobre todo por su papel en la película 'El crimen de Cuenca'-, y que llega a la tertulia pasadas las once y media, apoyándose en un bastón y tocado con un sombrero para protegerse de un sol despiadado.

Charlas y discusiones

La tertulia en ocasiones es divertida y deriva en risas y anécdotas graciosas. Otras veces ha sido más bien aburrida. Depende del día. «La conversación iba el otro día de la guerra de Ucrania al problema de las centrales nucleares» hasta que alguien interrumpió un silencio para hablar de que bajo un cañizo se había comido cinco sardinas asadas y una copa de vino blanco. «La última sardina se la había reservado para recordar los veranos de su juventud cuando las compartía con amigos que ya han muerto». La discusión derivó en cómo debían prepararse las anchoas, o las sardinas, y por qué los tomates ya no sabían como los de antes. «Por fin la conversación había tomado altura». Son sólo algunos de los fragmentos de una columna de opinión de Manuel Vicent, aprovechando esas mañanas charlando de lo humano y lo divino en la tasca Eulalia.

Esta en realidad es la unión de dos tertulias que han confluido casi por casualidad. Según Manuel Vicent, quien la dirige es Manolo Catalán, almirante. «Él lleva siempre la conversación y la reconduce si es necesario». También llena los silencios, aunque ante una cámara y un periodista parece no darse importancia, a pesar de que su historia dé para un libro. Lo cuentan sus compañeros de tertulia por él: fue comandante del buque oceanográfico Las Palmas, que estuvo en la Antártida, y «ha salvado a más de 500 personas». Hace un gesto con la mano, como quitándose mérito, a pesar de que entre su currículo también merece un titular que fue compañero y amigo del Rey Emérito Juan Carlos I cuando coincidieron en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, y posteriormente mentor de su hijo, el Rey Felipe VI. «Tiene tantas anécdotas que podría escribir un libro con ellas». Y alrededor de esta mesa todos se las saben de memoria.

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También se conocen los desvelos de Salvador García, patrón de pesca, armador, que hace ya veintitrés años que se quedó en tierra y no hay atisbo de nostalgia por ese mar que le hacía levantarse de noche, un Mediterráneo que parece calmado en plena canícula, pero que le ha mostrado a Salvador su aspecto más feroz. Manuel Vicent cuenta cómo las historias de la tertulia le han servido de inspiración para algunas de sus columnas. Por ejemplo, el momento en el que sobre cubierta caen todos los peces que han atrapado las redes y los pulpos se van cada uno a uno de los imbornales, sin molestarse entre ellos, para poder escapar de una forma coordinada.

A Manuel Vicent le gustan las anécdotas. Asegura que son los detalles que pueden cambiar la historia. Por ejemplo, que Eisenhower estuviera resfriado, o que la marea estuviera alta o baja en el desembarco de Normandía. También hablan de economía, con economistas y antiguos ejecutivos sentados a la mesa. Por ejemplo, José Luis Casaudoumecq ha sido un alto ejecutivo de la multinacional Nestlé, Enrique Pla es un conocido promotor en la Marina, Marcial Montenegro, comerciante textil y Christian Salvá, propietario de un concesionario de Ford. Antonio Gutiérrez, a quien conocen como 'el cabo', me entrega una tarjeta donde su cargo es presidente decano de la falla Distrito Centro.

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Café Gijón

De hecho, Gutiérrez hizo mucho por recuperar una fiesta, las Fallas, que en Dénia desaparecieron en 1962 no se sabe muy bien por qué. «Aquí se trata de arreglar el mundo, que luego se estropee y levantarse por la mañana para volver a arreglarlo», ríe Manuel Vicent, autor de decenas de libros, entre ellos 'Del café Gijón a Ítaca'. Porque cuando el escritor llegó a Madrid se incorporó a la mítica tertulia cultural a la que pertenecieron escritores y personajes del mundo de la cultura durante generaciones. Y en aquella tertulia, a escasos metros del baño, situó a su personaje. Quizás haya cambiado de opinión y para Manuel Vicent su Ítaca esté en Dénia.

Hay ausencias en la mesa de este jueves. Quien sólo se apunta los meses de verano, como Manuel Sánchez Vázquez, que vive en Madrid y está deseando que llegue el calor para volverse a unir a esta tertulia. Escritor, una de sus obras es 'Entre Denia y Alejandría'. O la del director de cine Alfonso Ungría, que en el homenaje a Álvaro de Luna del pasado año definió la tertulia como «un equipo al que Álvaro da buen rollo». Manuel Vicent cuenta cómo todavía le seguían hasta hace poco dando palmadas en la espalda y llamándole equivocadamente Algarrobo, porque en Dénia siempre fue una persona muy querida.

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Alfredo Sanz, que se incorporó a esta tertulia hace tres años, se siente en ella «aprendiz de todo y maestro de nada». Con algunas ausencias, otras incorporaciones, alrededor de una mesa y a la vista de los viandantes que van con prisa por Marqués de Campo, la mayoría sin ser conscientes de que pararse unos minutos a escucharles se puede acercar bastante a la felicidad de la que habla Pascual Olmos.

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