Tito Perelló, el empresario de 23 años que ya factura dos millones

Tito Perelló era un niño cuando descubrió que a él lo que le gustaba era organizar cosas. En clase le costaba concentrarse y sentarse a estudiar se le hacía cuesta arriba, pero gracias a su buena memoria iba sacando los cursos. En cambio, cuando se trataba de ponerse manos a la obra y desarrollar un proyecto concreto no había quien lo parase. Hijo de Beatriz Osborne y Francisco Perelló, director general de Valresa, empresa de barnices y esmaltes líder en Europa, en su casa siempre vivió la dedicación y visión que requiere dedicarse al mundo empresarial. El mismo ejemplo lo tuvo en casa de tío, el cineasta Miguel Perelló y de sus abuelos, Delia Ferreres y Jose Antonio Perelló, presidente de la Diputación de Valencia y gran impulsor de la llegada de la Ford.

Tito estudió ADE y, cuando solo estaba en primero de carrera, empezó a organizar distintos eventos musicales y pequeños festivales, uno de ellos en el Ágora. Ese año montó un 'beach club' en La Pobla de Farnals, lo explotó dos veranos y luego lo vendió a un fondo de inversión que tiene varios negocios de hostelería. Con parte del dinero recaudado se fue de viaje con un grupo de amigos a Los Ángeles. «En ese viaje capté muchas ideas de concepto de negocio. Estados Unidos en general y Los Ángeles en particular es la cuna de todo el movimiento saludable, allí llevan cuidándose quince años. Vi un montón de tendencias, desde alquiler de patinetes eléctricos hasta los 'açai bowls'. Entonces probé el 'poké'», explica.

Este plato originario de Hawái que mezcla pescados crudos, arroz, aguacate y otros frescos y salsas como la de soja o la de sésamo, le pareció la mejor opción porque es comida saludable, porque se trata de un modelo escalable con posibilidad de crecimiento en todo en el mundo sin volverse loco en la gestión y porque, pese a tratarse de hostelería, no tiene la exigencia propia del sector. «En un restaurante si el dueño no está rara vez funciona, entre otras cosas porque muchos van para verlo y sentirse atendidos. En este caso es distinto porque la experiencia de consumo es otra». En 2018, con solo diecinueve años, abrió el primer City Poké. Ahora tiene nueve locales, de los cuales cinco son propios y cuatro franquiciados, y se encuentra en proceso de abrir otros cuantos dentro y fuera de España.

Tito reconoce que en España no se nos educa para emprender, y se ha encontrado, además, con pocas ayudas y muchas trabas administrativas a la hora de montar su negocio. «Conozco casos de gente solvente, preparada y con ganas que sólo se encuentran con problemas cuando quieren emprender. En la universidad tampoco lo ponen fácil; cuando empecé con el negocio y pedía permiso para ir al notario o a una reunión me decían que eso no era justificable». A día de hoy, con un negocio consolidado con el que factura por encima de los dos millones de euros y sesenta trabajadores a su cargo, Tito se levanta cada día a las seis de la mañana y llega a casa muchas veces a las once de la noche. «Aunque mi familia me apoya en todos mis proyectos siempre he sido autosuficiente económicamente. Mi padre es el que mejor lo entiende porque sabe del esfuerzo y las ganas que requiere sacar adelante algo así. La clave está es disfrutar haciendo lo que haces, y nunca me he imaginado sentado todo el día en una oficina trabajando para otro».

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