Quién vive en la urbanización Monasterios, un lujo con vistas

Así como Santa Bárbara se vinculó desde sus inicios con los apellidos de la burguesía valenciana y apenas hay movilidad en las propiedades sesenta años después, Monasterios ha sido una urbanización donde ha ido cambiando el perfil de propietario y donde las sucesivas ampliaciones han ido incrementando su atractivo. La más reciente, con unas vistas increíbles y modernas casas, algunas firmadas por arquitectos de prestigio, como Ramón Esteve, y convertidas ya en primeras residencias con un valor de mercado que puede superar los tres millones de euros.

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Por las parcelas de Monasterios se interesaron primero un grupo importante de árabes que ya vivían en Valencia, y años más tarde fueron personas vinculadas con la Copa América quienes se instalaron con sus familias. Actualmente hay profesionales que trabajan en la base de la OTAN en Bétera, que está muy cerca por el by-pass y también un número creciente de rusos que han valorado el atractivo de la costa mediterránea.

Quienes viven en la urbanización destacan, por encima de todo, la ubicación, frente al mar y de espaldas a la Sierra Calderona, en una ladera que les protege de los vientos del norte en invierno y expuestos a las brisas del levante en verano. La mejora de las comunicaciones en estos años, con la inauguración del by-pass en 1990, convirtió la segunda residencia en primera, también por los servicios que se ofrecen, principalmente a nivel escolar. El colegio Hispanoamericano está ubicado justo dentro de Monasterios, pero también son muy valorados otros centros privados localizados en Puçol, como Alfinach o Caxton College, todos ellos con una educación bilingüe.

En esta urbanización viven o han vivido el abogado Manu Broseta (hijo de Manuel Broseta, asesinado por ETA), Trini Roig, hermana de Fernando y Juan Roig, Claudio Partearroyo, el empresario libanés Ghandi Merhi, Neil Collen, de Livingstone Partners, Manuel Llombart, el traumatólogo Enrique Gastaldi o el exconseller Máximo Buch. «La mayoría son familias relativamente jóvenes, profesionales bien posicionados que les gusta la naturaleza y el deporte y también la vida social, que además buscan seguridad, buenas comunicaciones y tranquilidad», explica David Tornero, de la inmobiliaria Rimontgó, que asegura que apenas quedan parcelas libres.

«Yo quería una casa para vivir, que mis hijos crecieran en este entorno», explica Enrique Gastaldi, que valora las buenas comunicaciones, la tranquilidad y también la vida social del club.