Vicente Ruiz 'el Soro' ha vuelto esta semana. No, no ha recuperado la silla de enea para torear a puerta gayola, como hizo hace siete años en una gesta en la que sólo él creía. Las instituciones se han acordado de que el pasado lunes ... se celebró el 40 aniversario de su alternativa, y han querido rendirle homenaje, un reconocimiento que parece llegar de milagro, porque el de Foios es mucho más que un superviviente.
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Lo era cuando con 33 años se rompió los ligamentos de su pierna izquierda. Ya llevaba encima 22 cornadas, pero no tenía ni idea de lo que le esperaba fuera del ruedo. Él mismo lleva la cuenta: «He tenido dos infartos, tres anginas de pecho, una sepsis y 67 operaciones con anestesia general». Ha sobrevivido incluso a una maldición, aquella del cartel de Pozoblanco a la que hasta Cuarto Milenio dedicó un programa, y que empezó con la muerte de Paquirri. Y ahí sigue, sujetándose apenas unos minutos de pie y fumando sin parar, aunque los médicos se lo hayan prohibido una y mil veces. Quizás sea una de las pocas personas que pueda decir que ha comprobado que tiene más vidas que una camada de gatos y que se morirá cuando él quiera, por aquello del orgullo torero.
-Me han contado que en Foios es como un Dios, como si habláramos de Maradona en Argentina.
-Yo no diría en Foios, diría en toda esta comunidad de Valencia. En Foios nací, en Foios me crié, y allí empezó, con aquel chiquillo que quería ser torero, una religión. Andábamos entonces escasos de toreros valencianos, y faltaba sobre todo ese tirón popular que enganchara al pueblo. La huerta sacó un torero y saltamos a Valencia. Y la capital abrazó a la huerta y la huerta a la capital. De ahí fui lanzado a toda España y América y fui un torero universal.
-En Foios, un bando municipal informaba del resultado de sus faenas y le recibían como a un héroe, en volandas.
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-A mi casa venía gente que le pedía a mi padre que fuera a la boda de su hija, o a la comunión o al bautizo, que lo necesitaban, que si no estaba no era lo mismo. Y yo iba. El cura de la parroquia de Foios, antes de celebrar un casamiento, miraba en la agenda si toreaba el Soro, porque no podía coincidir. Y a mitad de la misa informaba de cómo había ido la faena y la gente aplaudía emocionada.
Al Soro se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda tanta gloria, sentado ahora en la silla de ruedas, con la pierna izquierda en alto después de que tuvieran que retirarle la prótesis por una infección que casi se lo lleva por delante. La famosa pierna que se convirtió en una cuestión nacional, a la que los taurinos le han seguido la pista prácticamente por todo el mundo y por la que pusieron dinero de sus bolsillos para financiar alguna de tantas operaciones que terminaron mucho más cerca de casa de lo que él había imaginado, en la consulta del doctor Cavadas.
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-Usted ha hablado mucho de su infancia en una familia humilde.
-Tengo la carrera de la huerta, sé sembrar, conozco los tiempos para abonar, labrar con mulas y caballos… trabajé en el campo, sobre todo 'empeltando', y todo lo aprendí de mis abuelos y mis padres. Ahora parece que ese trabajo no está bien visto, y si no fuera por el huertano la comida no llegaría a las casas. Somos los más mal visto y los más mal pagados.
-Habla en presente, como si todavía fuera agricultor.
-Mi vida está repartida entre tres amores. La agricultura es una pasión, el lugar donde nací, el sustento de mi casa. La otra es la música y la tercera es el toreo. Nunca dejaré de ser torero, como tampoco dejaré de ser agricultor o músico, porque no hay que olvidar de dónde venimos. Tampoco olvido que empecé muy abajo y gracias a mi talento conquisté el mundo entero.
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-Dicen que usted ha sido una persona con mucho carisma, que su personalidad ha acrecentado su figura como torero.
-Uno nace con esa varita tocada por Dios -yo soy una persona que creo en Dios, en la religión y en el más allá- con ese talento maravilloso para la comunicación y para el toreo. Lo hacía bien sin haberme enseñado nadie. Era como un juego para mí. Amo al tercio de banderillas, para mí lo ha sido todo, y decía cierta prensa que era uno de los mejores del mundo. Con ello me conformo, con que digan que he sido buen profesional.
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-Usted ha estado allá arriba…
-En la élite.
-… y también ha estado hundido.
-He tenido muchos altibajos. Con 33 años cogí una infección y casi me lleva a la muerte, recorrí el mundo entero para que me salvaran la pierna, y así ha sido siempre, batallando. Se me truncó la vida. Lo que gané lo invertí todo buscando el médico que me curara. Después de veintidós años reaparecí, el doctor Cavadas me reconstruyó la pierna, tendones, músculos... me puso una biónica, pero yo lo único que quería es demostrar a toda la gente que pasa momentos complicados que se puede. Que hay que adaptarse a cada situación y coger el toro por los cuernos. Y no venirse abajo, porque uno se va a morir cuando toque morirse.
-Usted ha estado varias veces a punto de morir. ¿Le ha llegado a perder el miedo a la muerte?
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-Nunca, le tengo un respeto tremendo. A la parca le he visto los ojos y ella me los ha visto a mí varias veces, la última hace un año cuando tuve una sepsis. Me dieron la extremaunción e hice testamento y fueron las horas más difíciles de mi vida. En ese momento decidí casarme. Sentí que me moría, pero algo pasó… He sufrido mucho en esta vida, pero también he vivido la gloria y la satisfacción por haber dado felicidad a través de mi profesión. Y también porque con el dinero que ganaba he ayudado a mucha gente, por obligación moral.
-La mayoría de la gente a lo que tenemos miedo en realidad es al sufrimiento. Usted vive con dolor.
-Yo vivo con dolor las 24 horas del día. Es algo que llevo casi con naturalidad; hay días mejores, otros peores, en los que me enfado un poquito más. Pero yo soy una persona religiosa y trato de ofrecer ese sufrimiento para ser mejor persona, y seguir luchando, porque con lo que Dios nos da con ello hay que vivir, no tirar la toalla y no desesperarse. Siempre hay gente que te quiere, y al verte mal haces sentir mal a mucha gente. A través de una sonrisa puedes hacer el bien.
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-¿Ha pasado más miedo en la plaza o en los hospitales?
-El torero, cuando está en la élite, tiene muchos miedos, y no precisamente al toro. Miedo al viento, a derrumbarse, a no estar a la altura, a hacer el ridículo, a defraudar a tu gente. Sí, también miedo a una cornada.
-¿Qué daría por volver a la plaza a torear?
-Daría mi vida pero, ¿sabes qué pasa? Ya lo hice, y ya pasó el momento.
-Usted, que cree en las segundas y terceras oportunidades en la salud, también las ha aprovechado a nivel sentimental.
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-Mi pareja actual, Eva Rogel, ya fue mi novia antes de casarme con otra mujer y la vida, con el paso de los años, nos ha vuelto a unir. Llevamos doce años juntos y este año, en el mes de octubre, nos volveremos a casar, porque la boda que celebramos en el hospital no valía, que decían que yo estaba en un momento difícil, bajo el efecto de los medicamentos. Pero si me hubiera muerto lo hubiera hecho feliz, porque hubiera pensado que me había casado con Eva.
Eva, que está presente en la entrevista pendiente del móvil y se ha convertido en la persona en la que delega cualquier gestión, habla por primera vez. De aquellas angustiosas horas, antes de ser operado, cuando pensaban que no iba a salir vivo de allí. «Y él empeñado en casarse, que era lo último en lo que yo pensaba en esos momentos», recuerda ahora.
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-Tiene tres hijos que viven en Estados Unidos, le han hecho abuelo, ¿cómo lleva la distancia?
-No se lleva bien, se echa mucho de menos no poder estar cerca, con las nuevas tecnologías parece que estamos más cerca, y vamos nosotros, vienen ellos... pero aquí tengo otra familia, y lo que me quede de vida vamos a intentar hacer todo lo mejor posible.
-El hecho de que se haya celebrado el 40 aniversario de su alternativa le habrá permitido mirar atrás...
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-Recordar es vivir, es seguir creyendo que todavía puede aportar a la sociedad cosas importantes. Uno trata de pasar por la vida respetando mucho la profesión, y nunca perder la dignidad. Siempre he tenido algo que me ha dicho: «tú eres el Soro, mantén tu imagen, eres el ejemplo de mucha gente». Y esa responsabilidad la llevo encima, porque además vengo de una familia humilde donde los instintos se agudizan, donde la necesidad te hace ser muy vivo. Y eso te hace aprender.
-¿Cuáles son sus proyectos? ¿Qué hace ahora?
-Estoy trabajando, tengo un programa de radio en Intereconomía a nivel nacional, Toros con el Soro, y otro en la 8 Mediterráneo. Además, quiero hacer muchas cosas, algún día poder ser gerente en alguna empresa. Sé que puedo hacer una gran labor por la fiesta, con los chavales que empiezan, para ayudarles y enseñarles qué es lo que deben y no deben hacer. Poder volver a conquistar a los aficionados para que puedan volver en masa a la plaza. Y defender la tauromaquia a capa y espada, con respeto, para que nunca se acabe. Creo firmemente que el ser humano es el mayor depredador, y ahí está el guardián, que es el toro, que es el que defiende a la fauna ibérica, el que cuida nuestros montes, y del que vive mucha gente en este país.
-Habla mucho de tratar de hacer el bien, de ayudar a los demás.
-Es que lo importante en el tiempo que estás es dejar huella, ser buen profesional, buen amigo, buen padre, buen artista. Uno pasa por la vida intentando hacer el bien. Es verdad que gané mucho dinero, y también que lo empleé en obras de caridad. Además, ayudé a muchísima gente y luego la vida se me volvió al revés, pero bueno, no pasa nada, aquí estoy. Además, no se trata sólo de dinero, se trata, por ejemplo, de ir a ver a enfermos a los hospitales, de visitar a los mayores, de ir a la cárcel.
-¿Va a la cárcel?
-Claro. Es que en la cárcel hay gente buena, con un gran corazón que la vida los ha desviado. Para ellos, conocer a un personaje a la que la vida ha dado fuerte pero sigue de pie es muy importante porque les puedo enseñar que todo se puede.
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-¿Le han dado las gracias?
-No te puedes ni imaginar cómo, cuando te los encuentras por la calle y han rehecho su vida después de dejar las drogas o el alcohol. Mi ilusión es hacer el bien y seguir trabajando para la humanidad.
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