![Villa rehabilitada.](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/04/22/casa1-kvEF-U2001255725880bC-1200x840@LasProvincias.jpg)
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Dice Gustavo Cerdá que hace poco estaba viendo una casa en venta en la calle Isabel de Villena y que «a mitad de visita me dijeron que se acababa de vender, que me fuera. Y me echaron». Este joven ingeniero de telecomunicaciones compró en plena crisis inmobiliaria un piso en esta calle, ubicada en segunda línea de la playa de la Malvarrosa, detrás del hospital, de un instituto y de un colegio, y que se ha convertido en un enclave codiciadísimo, sobre todo por los extranjeros. Belgas, holandeses o franceses han comprado o alquilado en Isabel de Villena en los últimos años, atraídos por la cercanía al mar en plena ciudad. Gustavo Cerdá ha vivido estos años con su pareja en un apartamento en Isabel de Villena, y entre sus vecinos ha tenido, por ejemplo, a Arturo Valls, que actualmente alquila su casa la mayor parte del tiempo. Así que cuando Gustavo pensó en mudarse para buscar algo más grande, tenía claro que no se iba a mover de esta calle. Después de esperar mucho y de algunos desengaños, de arrepentimientos de última hora y precios que subían como la espuma, encontraron una vivienda que están reformando, justo al lado de la casa museo de Blasco Ibáñez y con vistas al mar desde la terraza. «Estamos en plena reforma», se disculpa ante el desbarajuste de material, apurados porque pusieron en alquiler su apartamento y un belga les ha ofrecido una cantidad «muy alta» que no han podido rechazar. «Hemos tenido que mudarnos rápido», explica.
Toni Serranos llegó hace más de veinte años a Isabel de Villena, una zona que no tenía nada que ver con el aspecto que presenta actualmente. Ante su casa, llamada Villa Ilusión, se hacen fotos los turistas que se acercan a comer a Casa Carmela; fue él mismo el que decidió que la fachada tendría un trencadís que ha replicado en la vivienda contigua por encargo de los propietarios. Toni reconoce que vivir junto al mar «me ha regalado diez años de vida, y no entiende ahora cómo podía estar alejado de la playa. Cuenta que años atrás, cuando sus hijos eran pequeños, decidieron irse a vivir a la zona de Mas Camarena, donde los niños iban al colegio. «Duramos poquísimo, a los cuatro meses ya nos habíamos vuelto a la playa».
Es una zona que todavía conserva el ambiente de barrio, donde la mayoría de vecinos se conocen, por ejemplo al coincidir paseando por la playa con los perros, porque sobre todo en invierno la zona queda muy tranquila y son ellos quienes la disfrutan. Además, valoran que, a diferencia de la Patacona, se enclava en un barrio donde hay comercio local y servicios.
Ana Prieto, arquitecta, vive puerta con puerta con Toni, y muestra una casa a la que aún le faltan los últimos retoques, en una reforma espectacular con un espacio diáfano, vistas a la playa desde la habitación principal y una piscina en el patio trasero. Como le ocurrió a Toni, tampoco Ana se imagina viviendo en un lugar donde no pueda ver amanecer desde su cama cada mañana. «Es lo que más me gusta del mundo; el día lo comienzas ya de otra manera», confiesa. Ana, que además de arquitecta gestiona un hotel en Valencia, ha encontrado en su casa el lugar perfecto para teletrabajar y, al mismo tiempo, estar cerca de la ciudad.
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María José Carchano
Ana y Toni conocen cómo ha evolucionado Isabel de Villena y cuentan que aquí se instalaron las villas de personalidades que tenían una segunda residencia junto al mar, como Blasco Ibáñez o Sorolla. En aquella época se recomendaban los baños de mar por salud. Blasco Ibáñez, además, buscó junto a la playa de la Malvarrosa la tranquilidad y el sosiego necesario para poder dedicarse a la actividad literaria; también lo hizo Sorolla, que pintó en la Malvarrosa algunas de sus obras más conocidas. La casa donde pasaba temporadas, Villa Rosita, también está en venta, por un precio que supera los 1,5 millones de euros, y que necesita una buena reforma. Por su parte, el chalé de Blasco Ibáñez tuvo que ser derribado y reconstruido por el Ayuntamiento tras comprarlo a los herederos del escritor con un deterioro irreversible después de ser ocupado por familias vulnerables. Se volvieron a erigir las cariátides que sirven de columnas de la terraza superior de un edificio rodeado de un hermoso jardín con palmeras centenarias.
Todavía quedan en pie algunas villas históricas que van recuperándose gracias a la revalorización de la zona, y que poco a poco van cayendo en manos de los extranjeros o como inversión en forma de casas turísticas que permanecen siempre alquiladas.
La vivienda más cara de toda Valencia está ubicada en el número 103 de esta calle, y es la casa de veraneo del que fuera presidente de la República, Manuel Azaña, y que el político ocupó durante la Guerra Civil; en sus estancias llegó a celebrarse un Consejo de Ministros. La casa, construida por el arquitecto Francisco Querol en 1920, está declarada como monumento histórico-artístico y fue la única construcción de la zona que sobrevivió a la riada del 57. Tiene unos amplios jardines y su precio es de 2.950.000 euros. Quienes la conocen dicen que le hace falta una buena reforma para poder entrar a vivir.
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