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Exposición es uno de los grandes barrios de Valencia. Personalmente lo conozco mucho, ya que en mis años de estudio en la facultad de Medicina lo frecuentaba bastante. Tiempo después, monté allí mi clínica y creo que fue una decisión muy acertada. Es un barrio ... residencial, lleno de vida, además de que tiene algunos edificios que son maravillosos», explica el doctor José María Ricart, que abrió su clínica IMR y que tiene entre sus pacientes a muchos vecinos de la zona. «Trato a familias enteras que viven allí y son gente realmente estupenda. Diría que en los últimos años el perfil de las personas que viven en el barrio se ha diversificado. Por un lado, están las familias de clase media-alta que son del barrio de toda la vida. Personas ya mayores que disfrutan de la tranquilidad de la zona».
En la zona viven familias como los Trénor, los Garrigues, los Zarranz, los Cuñat, Benjamín Muñoz, Rafael Alcón, el barón de Casanova, Ana Joudi, Eduardo Casanova, o María José Albert. Durante muchos años, el empresario Juan Roig y su mujer, Hortensia Herrero, fueron vecinos de Exposición.
Y es que la zona tiene muchos atractivos como barrio residencial. «Cuenta con el privilegio de tener La Alameda y el cauce del Río, pulmones de Valencia, las calles Micer Mascó y Doctor Moliner, más comerciales y con todo lo necesario de tiendas tradicionales, como ultramarinos y hornos, además de grandes supermercados para el día a día, además de dos colegios muy tradicionales y conocidos, Esclavas y Escolapios», explica María José Albert. Los colegios concertados y escuelas infantiles han contribuido a que el vecindario rejuvenezca. «Cada vez se vean más matrimonios jóvenes, familias con dos y tres hijos, de poder adquisitivo alto, que han escogido este barrio familiar y seguro para vivir».
Parte del carácter de barrio tiene que ver su comercio tradicional, que convive con otro más moderno. Dulces Pérez, que lleva desde los años cuarenta abierto, tiene una de las trufas más codiciadas de la zona, junto con la nata y la tarta capuchina, muy valoradas por los vecinos, cuenta Javier Muñoz de Prat. Luego están las nuevas panaderías como Levadura Madre, con una de esas decoraciones nórdicas tan monas y con todo tipo de panes. Hay tiendas tradicionales, como Ultramarinos Rodrigo, que lleva en el barrio desde los años sesenta, junto a otras más modernas como Villa Adriana hasta el Atelier de la Flor, que abrió en Micer Mascó hace catorce años de la mano de Andrés Alcocer y Jose Manuel Benavent, con un nuevo concepto de floristería. Ahora tienen ya dos tiendas en el barrio, una para flor natural y otra para flor seca y preservada y artículos de decoración. «Es un barrio cercano y familiar, con comercio tradicional», asegura Benavent.
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Y es que en pocos barrios conviven tan bien el bullicio de sus cafeterías y restaurantes con la tranquilidad para los vecinos. «La Alameda cuenta con todo tipo de oferta gastronómica y sus terrazas en el centro de La Alameda son un lujo y muy agradables, más con el tiempo de Valencia. La antigua piscina Valencia reconvertida en Gimnasio Suma le ha dado mucha vida deportiva a la zona», explica Javier Muñoz de Prat. La lista de restaurantes y cafeterías es interminable: desde el clásico Bocado o bares icónicos como el café Llebeig, la Alameda, el famoso Kiosko la Pérgola a Ultramarinos Pope, que se ha puesto muy de moda o El quinto flamenco.
«Es un barrio totalmente popular y transversal. Convive gente de muchísimo dinero con otras familias de clase media». Coincide en que la presencia de colegios en la zona lo ha configurado como un barrio muy dinámico con muchísima gente joven entre semana, mientras que «los fines de semana se queda como una zona más burguesa y tranquila, salvo que haya fútbol», explica Javier Muñoz de Prat.
Esther Mortes, que abrió su escuela de danza en Micer Mascó a mediados de los ochenta, también valora ese perfil dinámico. «Llevo cuarenta años en el barrio y me encanta. Ha evolucionado sin perder su personalidad. De tener muy poco comercio en los ochenta ha pasado a ser muy activo comercialmente con mucha gente joven».
La falla Exposición-Micer Mascó es otro de los anclajes del barrio. Alrededor de la falla se mueven familias como las sobrinas de la que fuera alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, Tati y Coté, además del exconcejal de Fiestas Félix Crespo, la edil de Paterna María Villajos, el empresario Manolo Clemente o Mercedes Galotto y Eduardo García, juez y notario. También forma parte de la falla Marta Sorlí, del cuerpo técnico del equipo femenino del Valencia Basket, hasta llegar a unos 450 integrantes entre niños y mayores. «Tenemos familias extranjeras que quieren integrarse en las fiestas y también gente de barrio de siempre», explica el presidente de la falla, Manolo Mas, que estudió en los Escolapios de Micer Mascó.
Aunque es un barrio relativamente joven, arquitectónicamente resulta bastante atractivo. Según la guía del Colegio de Arquitectos de Valencia, a principios de la década de los sesenta se comenzó a urbanizar el entorno del Llano del Real, donde se encontraban el Palacio de Ripalda y la Feria Muestrario (demolidos en 1969). Las edificaciones del Paseo de la Alameda se derribaron para construir otras más altas y mejor adaptadas a los nuevos programas residenciales. En la primera de sus manzanas y en un lugar privilegiado, con amplitud de vistas y grandes zonas ajardinadas, se levantaron los tres edificios Alameda, que pese a no construirse al mismo tiempo, constituyen uno de los conjuntos más unitarios de la época. Otro edificio interesante es el Pastor Fuertes, del arquitecto Javier Goerlich, frente a la Alameda, construido en 1941. Fue uno de los primeros que se levantaron tras la remodelación de la Alameda en 1932. Cuando el edificio se construyó la zona ya se estaba configurando como un barrio residencial en crecimiento conectado con la ciudad histórica.
La cercanía del conjunto arquitectónico de la exposición regional de 1909, con el Palacio de la Exposición o la antigua fábrica de Tabacalera y el edificio modernista del hotel Westin, recuperados y cuidados, junto con los jardines de Monforte, con su palacete de 1859, donde ahora se celebran bodas civiles, le dan al barrio una elegancia clásica.
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