La vivienda donde reside desde que era niña Mayrén Beneyto la construyó su abuelo, Jiménez Delaiglesia, y la proyectó un genial arquitecto como era Javier ... Goerlich. En realidad, había sido el diseñador de la Valencia moderna, y en este entorno el arquitecto municipal llevó a cabo multitud de proyectos, como la peatonalización del puente del Mar en 1932 o la apertura de la calle Serrano Morales. La plaza de América era como una continuación de la avenida Navarro Reverter, que ya en el siglo XIX, después de que se derribaran las murallas, fue el reflejo del París que querían emular, con avenidas anchas por las que pasear en las tardes de ocio, vegetación abundante y edificios señoriales encargadas por familias burguesas a los grandes arquitectos de la época. Muestra de ello fue no sólo el edificio de Jiménez Delaiglesia, sino también la Torre de Valencia, en el extremo de la plaza de América que confluye con la Gran Vía Marqués del Turia.
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Fue otra gran familia de la burguesía valenciana, los Gómez-Trenor, quien la encargó al entonces arquitecto estrella en España, Gutiérrez Soto, que llegó de Madrid para hacer realidad la única construcción con edificio caravista que se había proyectado en el Ensanche hasta aquel momento. Jiménez Delaiglesia vio el potencial que tenía aquella zona con vistas al río, justo enfrente del puente de la Mar, donde después de proyectar el puente de Aragón se sustituyó la rampa por la que subían y bajaban las caballerías por unas escaleras para el uso peatonal. Los abuelos de Mayrén Beneyto ocupaban tres plantas del edificio, que construyó para que vivieran sus hijos y amigos, como Luis Lassala y Cachita Gómez Trenor, y la exconcejal de cultura era pequeña cuando se trasladó a vivir allí. La finca se terminó en 1951 y a nivel arquitectónico destacan las mansardas de su azotea, según describe la Fundación Goerlich. Lo recuerda bien Mayrén: «mis abuelos se quedaron tres pisos, uno de ellos era la capilla, y arriba, en la terraza, mi abuela se instaló todo un sistema para ver llegar los barcos al puerto». Claro, en aquel momento apenas entraban dos o tres al día, como mucho, pero era un espectáculo verlos desde este edificio, cuyas ventanas quedan en paralelo a la avenida de Puerto y el edificio del Reloj. «No fue casualidad que se pudiera ver el mar», explica.
Todavía recuerda Mayrén cuando junto al edificio proyectado por su abuelo sólo había un cuartel de aviación y el cauce del río. En su mente han quedado grabadas las imágenes dantescas del cauce durante la riada. «Por el río bajaban cerdos, carros... De todo». Para ella, su casa ha sido un balcón a los acontecimientos más importantes que han ocurrido en la Valencia del siglo XX y XXI. Más allá de la riada, aún suena en su cabeza como si fuera ayer el «ruido aterrador» de los tanques que llegaban del puerto de Valencia el 23F. O las grandes manifestaciones que tenían en el río su momento álgido. O la época en que estaba en obras el nuevo cauce del río Turia. «El alcalde, Ricard Pérez Casado, mandó a mi casa a un arquitecto municipal para que yo le pudiera explicar a mi entorno en qué iba a consistir el proyecto. Y yo estoy encantada, porque tenemos el jardín más hermoso delante de casa». Su vivienda ha servido también de ventana privilegiada para contemplar los castillos de fuegos artificiales, y hasta allí llegaban invitados ilustres que querían pasar más desapercibidos.
Entre los apellidos de la burguesía que han estado o están vinculados a la plaza de América, Gimeno Vilarrasa, Guzmán, Criado, Barona, Aguilar, Pascual, Lluch o Boluda. De hecho, la matriarca de la familia Boluda fue vecina de Mayrén durante muchos años. Y la de Cuchita Lluch ha estado vinculada a la Torre de Valencia desde su construcción, y de ahí nunca se quiso ir. «Cuando te acostumbras a las vistas al cauce no lo cambias por nada», explica Mayrén.
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De hecho, actualmente existe poca oferta inmobiliaria en la zona, y la que hay está muy cotizada. De hecho, en Idealista sólo aparece en este momento una vivienda en venta, con una superficie de más de 230 metros cuadrados y valorada en más de 1,5 millones de euros.
Además de los dos ya mencionados y el edificio de oficinas, hay un inmueble central proyectado por Joaquín Rieta, recayente también a Cirilo Amorós y Sorní, y donde son características de este edificio sus dos torres triangulares que coronan la fachada, mientras que a la derecha, recayente a Sorní y Navarro Reverter, se sitúa el edificio proyectado por GODB (Antonio García-Ordoñez) a finales de los sesenta, con un lenguaje arquitectónico del movimiento moderno. Más reciente todavía es el último edificio que completa la plaza, al que se accede por Navarro Reverter y tiene unas vistas magníficas al cauce. Las calidades de todas estas viviendas están cuidadas al detalle, y mantienen servicios como portero o habitaciones reservadas para el personal al cuidado de la casa. Justo donde se construyó este edificio en 2003 sobre la clínica municipal, Goerlich había planificado décadas antes una estación de autobuses con hotel y centro comercial que nunca llegó a ver la luz, y que demuestra la visión cosmopolita de Valencia que tenía el arquitecto, que también llegó a plantear una ópera que tampoco fue ejecutada.
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La plaza de América ha quedado con una mezcla perfecta de la Valencia más burguesa y la más sostenible gracias al río. «El puente de las flores de Rita Barberá vino a completar este paisaje perfecto», explica Mayrén.
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