Beatriz Pechuán se acaba de mudar desde la urbanización Santa Bárbara a la plaza Porta de la Mar. «Me encanta porque es céntrica pero sin los inconvenientes ni el excesivo bullicio de otras zonas. Los pisos son muy luminosos porque son espacios amplios. Yo venía ... de una casa con mucha luz y no quería perderla».
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No es la única familia que se ha trasladado a esta plaza que es como un oasis en el centro de Valencia. Desde hace unos años, ha pasado de ser una zona de oficinas y despachos cerca de los juzgados, a ser lugar de residencia de familias burguesas valencianas. Aquí viven Curro Soler, Carmen Fuster, Enrique Hidalgo, Iñigo del Pino O'Shea, José Miguel Iborra, Francisco Soler o Pepe Albiñana.
Las razones por las que han elegido este lugar tienen que ver con su ubicación y también por el encanto de sus jardines. «Desde mi casa veo los árboles de la Glorieta y el Parterre, me recuerda a Florencia, con las vistas de Santa Catalina, el Miguelete, la Fundación Bancaja y los atardeceres rosa sobre las cúpulas de los edificios o la calle la Paz iluminada. Y tienes el río cerca, donde puedes pasear y tomar algo en la Alameda», explica Pechuán.
En la plaza hay dos zonas claramente diferenciadas, los números tres, cuatro y cinco son edificios de principios del XIX, alguno con zaguán, y en el lado opuesto, el moderno edificio Ciudadela con el restaurante chino La Gran Muralla y una zona de despachos. Entre unos y otro, el lujoso edificio de los antiguos juzgados, con acabados de lujo y uno de los pisos más caros de toda Valencia.
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Los números 3, 4 y 5 de la plaza tienen un innegable encanto, son edificios del siglo XIX, con coquetos miradores. Los tres edificios forman una suave curva que sigue la circunferencia de la plaza. Uno de los edificios pertenece a la familia Girona. En otro, tiene su estudio la joyera Concha Martínez. Su mirador hace esquina con la calle Colón. «La finca tiene unos forjados de hierro espectaculares; el empresario que la levantó, Ferrer, cuyos apellidos están en el blasón de la fachada, viajaba mucho a Francia y dio un toque muy parisino». Su estudio tiene cinco balcones. «Lo decoró Carlos Chapa y todo tiene un aire francés, las contraventanas, los techos altos, los muebles. La zona no es muy comercial pero a mis clientas les encanta».
En el edificio Ciudadela vive el empresario Sergio Terol. Su piso, de un blanco diáfano, tiene unas vistas privilegiadas. Terol, que es miembro de la Academia de Gastronomía y un refinado gourmet, organiza cenas en las que participan empresarios y destacados apellidos de la sociedad valenciana, con el común denominador de la afición a la buena mesa y mejor conversación. Terol es vecino del famoso peluquero Rupert, el último en llegar al edificio de Porta de la Mar. «El piso es un noveno y se lo he comprado a una señora cuya familia fundó una de las primeras fábricas de papel. La única condición que puse es que me dejasen comprar la talla de madera de la Virgen de los Desamparados». Rupert acaba de terminar una reforma completa del piso y se instalará con su pareja Osvaldo en pocas semanas.
Poco a poco, la zona va cogiendo carácter de barrio. «Varias amigas se han venido a vivir aquí -cuenta Beatriz Pechuán-, es una zona ideal frente a otras más masificadas. No hay mucho comercio, pero cerca está Jorge Juan, Grabador Esteve o Conde Salvatierra».
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