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francisco apaolaza
Sábado, 20 de diciembre 2014, 15:46
n la curva ya miras el salto.El caballo, que lo sabe todo, que incluso conoce lo que tú mismo ignoras de ti, encara el obstáculo, levanta el cuello, se impulsa con los pies bajo la grupa como un bólido acelerado, como un muelle. Se acerca seguro de sí mismo. Cuentas los trancos y guardas la calma. Sólo puedes confiar en él y él en ti. Intentas no romper esa magia cuando ya notas la batida de las manos ante el obstáculo. Te elevas, lo acompañas en una parábola limpia, un arco silencioso suspendido en el aire que bascula hasta tocar con suavidad la tierra de nuevo. Saltar a caballo es lo más parecido a volar a lomos de un dragón.Miles de españoles hay 45.000 federados se han enganchado a esta droga que es la equitación de alto nivel, pero el precio que se paga por tocar el cielo es altísimo. Cuesta más que comprarse un piso caro.
Los saltos de hípica son mucho más que aristocracia y tipos en camisa y sombrero abriendo Dom Pérignon en una grada. Es más una mañana fría en un picadero en Haras de Wisbecq, a 30 kilómetros al sur de Bruselas, con Pilar Cordón subiéndose a un caballo sin siquiera amanecer. Es la hija del empresario zaragozano Publio Cordón, secuestrado por los GRAPO y fallecido en 1995, pero allí no hay apellidos, ni fotógrafos, ni el glamour de la pista de Chantilly. Es una vida dedicada en exclusiva a una pasión. Pilar monta y se entrena de sol a sol hasta cuando no brilla, lo mismo viaja en un camión con su caballo que en un avión, siempre de hotel en hotel, compitiendo en Alemania, en Suecia, enFrancia, en Holanda y hoy en Casas Novas, el recinto que Amancio Ortega construyó en La Coruña para que su hija Marta pudiese disfrutar de la hípica. Monta, monta y monta durante todo el día y cuando se escapa, acude al gimnasio. «Este es como cualquier deporte, solo que trabajo con animales. A este nivel se exige muchísimo sacrificio. Esto es como la Fórmula 1». Y cuesta una fortuna. Nuage Bleu, de la cuadra de veinte ejemplares que posee su marido, el jinete y criador belga Gilbert Deroock, no tieneprecio porque no se vende y decir una cifra le resulta «inoportuno». Admite que puede costar «lo que un chalé». «Es especial.Es sensible y tiene mucha calidad». Para que se hagan una idea de hasta dónde pueden llegar los precios, cuentan que Carlo 273, el pura sangre que el magnate gallego del textil regaló hace un par de años a su yerno, Sergio Álvarez, costó 12 millones de euros.
En la finca de Pilar Cordón hay tres jinetes, mozos, veterinario y, si los caballos se lesionan, van a nadar a una piscina. Los cuidan como lo que son: atletas que vuelan a metro cincuenta por encima del tiempo, de la física y de cualquier lógica del movimiento. Así que su sueño es posible gracias a tres grandes condiciones: es una grandísima amazona, su familia pudo sufragar sus comienzos y maneja una cuadra de caballos con los que comercia y que además le permiten concursar. También vive del patrocinio: Cavalería Toscana yHermès. Si no ocurre una tragedia y el equipo español se clasifica para los campeonatos de Europa de septiembre, Pilar estará allí.
Como los pilotos de F-1, los jinetes y amazonas no son nadie si no concursan y los concursos conllevan unos gastos que no se cubren ni con los premios. En Europa, a los jinetes profesionales les pagan los propietarios de los caballos y los patrocinadores, mientras que en España tienen que hacer frente a una maquinaria que es un pozo de dinero sin fondo.En parte, ser saltador aquí es casi como ser torero: a veces hay que poner de tu propio bolsillo.En rigor, la hípica es una de esas máquinas de triturar fortunas, y como todas, también una vía de blanqueo de capitales en algunos casos.
Al margen de lo que ocurre en la alta competición, montar a caballo se ha democratizado. Los precios varían, pero asistir a una clase a la semana en una hípica de calidad en Madrid cuesta 70 euros al mes. Los caballos también han bajado, pero siguen teniendo un mantenimiento caro entre 500 y 1.000 euros mensuales con la asesoría técnica incluida.
Montar sin más aspiraciones se ha democratizado.Un aficionado se puede equipar por 70 euros y una clase a la semana con un caballo de tanda (como se llama a las clases de grupo) cuesta menos que algunos gimnasios. Y aunque sigue teniendo ese marchamo de exclusividad y de deporte chic, como el golf, ya no es un coto para los habitantes de la alta burguesía. Si se compara con lo que gasta la gente en ropa de running, carreras, viajes, pulsómetros y zapatillas, montar a caballo en un picadero es más barato que correr. Tener un caballo en propiedad y ya no digamos llegar a la élite es otro asunto. «La progresión en este deporte es compleja, pues el caballo cuenta un 70% para el éxito y el jinete el 30% restante», explica Pilar Cordón. Así que, sin caballo, no hay nada que hacer.
Cordón es esquiva a la hora de abordar lo que le cuesta su aventura en este mundo, pero JulioArias, hoy número 13 del ranking español y quinto hasta la lesión de su caballo Quinae, admite que los 165.000 euros del primer premio de su próximo concurso le solucionarían el año.
Los equipos de los países árabes ricos y de los chinos han mantenido el precio de los caballos de élite, pero ha caído lo que se paga por una montura sin aspiraciones competitivas. Con la crisis, en los últimos diez años ha disminuido a la mitad el número propietarios con un ejemplar alojado en un centro hípico. Los casos de equinos abandonados por sus dueños en condiciones lamentables y muertos de hambre son desgraciadamente cada vez más comunes. No encuentran a quién regalarlos.
También es verdad que el presupuesto de Arias está más apretado que los tornillos de un submarino. Nació en Asturias en 1986, comenzó a montar de chaval y en su linaje no hay ducados, marquesados ni gentes en la lista Forbes. Su padre era dueño de una empresa y tuvo que darlo todo para hacerse con Jarnac, que costó una fortuna no dice cuánto, en este deporte hablar de dinero es tabú. Luego pudo recuperarse comercializando el esperma de este semental una dosis ronda los 5.000 euros . También se hizo con Victory, otra yegua que vendió «muy bien» y con la que ganó dinero. Este año acudirá a concursos en Alemania, Bélgica, Suecia y Holanda con Reggae, un caballo joven. Viaja con un solo mozo y no gastan en hotel, ambos duermen en una minúscula habitación del camión. Moverlo cuesta un euro por kilómetro y de Pola de Siero a Estocolmo hay 3.044.
¿Y eso del champán en las gradas?
Los que montamos al máximo nivel no hacemos nada de eso (ríe).
A Julio Arias y a sus semejantes, seres casi intocables en la pista, los invitan a los concursos internacionales, que se califican con estrellas según las categorías. Las cinco estrellas de la Madrid Horse Week de hace dos semanas son las máximas. En estos sólo se tiene en cuenta el ranking y se invita a los mejores. En principio, la organización tiene que hacerse cargo de la estancia de los jinetes, así que en las categorías inferiores, en las qu se mueven caballistas que se quieren foguear, aficionados y caprichosos, las facturas extraoficiales son de órdago.A los 400 euros de la matrícula hay que sumarles otros gastos asociados: a veces hay que reservar una mesa de tres o cuatro mil euros en la zona VIP, el box para el caballo, la toma de electricidad del camión... En algunos concursos cobran hasta una moneda por ir al servicio.
En España, una de las pruebas más distinguidas es la que se celebra en el Circuito del Sol de la Dehesa Montenmedio, en Vejer de la Frontera (Cádiz).Allí se reúne la élite de la equitación mundial con las cuentas más saneadas del planeta.Son cinco semanas de concurso.Si uno no está invitado y quiere asistir, ya puede preparar 10.000 euros. Hay padres que llevan a sus dos hijos. Calculen.
Ese es el caldo ideal en el que se mueve el famoseo, carne de los programas de los ecos de sociedad. Siempre hablan de pruebas hípicas y nunca de resultados deportivos. Sergio Álvarez Moya, el número 1 del ranking nacional y el 20 del mundo (un meritorio puesto para España), es más conocido por ser el marido de Marta Ortega. La ristra de tipos populares es tal que se enfoca a la grada y no a la pista. En la parte aristocrática, Elena de Borbón (puesto 133 en el ranking) monta ejemplares de las yeguadas militares, y Cayetano de Alba, que hizo cuarto en Barcelona 92, ha tirado de los caballos todo lo que su patrimonio le ha permitido. Y le ha permitido mucho. Salta con Ineta de Masset, valorada en unos 40.000 euros. El músculo empresarial y político del país también tiene su reflejo en este mundo: Susana García Cereceda (105 del ranking), hija del desaparecido Luis García Cereceda, el alma de la urbanización La Finca de Madrid; y José Bono Jr. (puesto 154), que es dueño de una importante hípica que construyó su padre en medio de una gran polémica y expareja de Carolina Aresu (38), hija de GiorgioAresu y Amalia García Obregón, hermana de la conocida actriz. Si le suman que en algunos concursos estos nombres se cruzan con el de Carlota Casiraghi, el resultado es la epilepsia rosa.
Este ir y venir de caras conocidas en los alrededores del Club de Campo de la capital (o de cualquier concurso) es lo que mejor se conoce del mundo del salto. Quizás lo único. Las crónicas nunca hablan del frío polar que pasaba este miércoles Paula Nieto en la pista del club hípico de la fundación SEK, en Villafranca del Castillo, al sur de Madrid. Quedó tercera en la prueba interclubes de la Madrid Horse Week y es una de las promesas de la hípica española, aunque tenga solo 17 años y resople si le mentan un futuro en el equipo olímpico. «Me gustaría dedicarme a esto», confiesa sonrojada. Lo tiene todo para cumplir su sueño: las facultades y las posibilidades económicas es hija de un alto ejecutivo. Para otros adolescentes sería impensable este sueño. Ella probablemente no lo sepa, pero su afición cuesta más de 1.000 euros al mes: 600 de box, forraje y mozos, 90 de un buen herrador (las herraduras de estos caballos son como las zapatillas de un atleta), 100 de veterinario para pequeñas intervenciones y unos 300 de profesor, material y caballo aparte.
Paula cuenta que le puede la altura, pero vuela sobre un fondo de un metro treinta como si Zaggy fuera un pegaso. La suya es una yegua Holstein de siete años que es todo sensibilidad, agilidad y también algo de poder que desborda. A ratos, se diría que en sus manos pequeñas y firmes embrida un cohete.
Pablo y Claudia montan dos ponis. «Tranquila, no te anticipes». Habla una voz que suena a cariñosa reprimenda y que ha susurrado a varias generaciones de jinetes. Si tira un beso al aire y grita Peter, un poni alazán arranca desde el centro de la pista y lo busca con ansia. Al teniente coronel en la reserva Carlos Redondo le llaman El Abuelo, aunque tenga sólo 53 años y piense hacerse con un potro de tres años que le vuelva a poner el corazón a tres mil en una competición. En su día fue un gran jinete de concurso completo (salto, doma clásica y prueba de campo en un solo día), pero también se ha dedicado a enseñar y aconsejar.Es uno de los mejores, algo así como un maestro sensei sin demasiado protocolo. Conoce a un futuro saltador casi al bajarse del coche.«Es algo que se tiene o no se tiene.Es una cuestión de facultades, de mucha sensibilidad, de valentía y también de cordura. Al que sirve para esto lo ves desde el principio».
Como ocurre en todo deporte de jóvenes, el talón de Aquiles de los críos son los padres que se lo toman demasiado en serio, pero tarde o temprano acaba jugando un papel importante la cuenta corriente. «Llega un momento en el que, por muy bueno que sea el jinete, para llegar al nivel más alto necesita un buen caballo y eso cuesta pasta».
¿Cuánta?
Esto no es matemático, ojo, pero unos 100.000 euros.
¿Es un deporte aristocrático?
Hasta los años 80 sí que lo era porque los aristócratas eran los que tenían el dinero en España. Ya no. Aunque hace falta un patrimonio para dedicarse a esto.
Paula y los demás se suben al caballo con lluvia o nieve.Todos los días. «Son chavales que son buenos estudiantes y que se sacrifican. Aquí no tienen sitio los niños de papá, porque no llegan a nada».
Un caballo para Luis Astolfi
En los picaderos hay de todo, como en botica, y los buenos jinetes conviven con otros que pueden comprarse monturas que no tienen techo y que son carne de exclusiva en papel couché. Otros se lo tienen que «currar» para seguir en el tajo. Compran potros más baratos ejemplares con excelentes orígenes pero que son un melón sin abrir, descubren monturas para venderlas a gente caprichosa y que puede pagar un potosí o rebuscan entre los corceles con taras que intentan solucionar. Hay precios de todo tipo, pero los más baratos cuestan como un cochazo y se pueden morir la semana que viene.Para Barcelona 92, La Ina y el COE adquirieron un caballo al que bautizaron Fino La Ina y que montó Luis Astolfi: costó cien millones de pesetas y falleció dos años después.
La operación más mediática fue la que protagonizó en el año 2012 Amancio Ortega, quien regaló a su yerno el famoso corcel de 12 millones de euros. Las fuentes consultadas coinciden en que el precio que salió publicado es mayor del que finalmente se acabó abonando, ya que el animal formaba parte de un acuerdo entre empresas y por lo tanto la cifra resulta desorbitada.
Carlo 273 no es, de todas formas, el caballo más caro de la historia. En octubre de 2013, el seleccionador de Catar, Jan Tops, compró un ejemplar del jinete Rodrigo Pessoa: es francés, se llama Palloubet dHalong y ahora nadie lo monta en la máxima categoría. Costó 12,2 millones de euros. Se dice que «se vende el caballo, pero no las piernas». A Paula Nieto le vendría de perlas.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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