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Modelo de cera de Gaetano Zumbo (mediados del XVII) sobre la descomposición.
El 'súper' de los tesoros

El 'súper' de los tesoros

Si se quiere comprar un sarcófago egipcio, un Kandinsky o un anillo de cinco millones, en la feria BRAFA de Bruselas venden objetos locos a precios más locos

francisco apaolaza

Viernes, 6 de febrero 2015, 11:10

Cuando no jugaban a la guerra, los reyes europeos del XVII gustaban de fardar con sus posesiones. Encargaban a sus artesanos objetos imposibles cuanto más ingeniosos mejor y los mostraban a sus amigos como hechos por ellos mismos. Un Habsburgo le pidió a uno de sus artesanos que le construyera algo muy loco y le talló una pieza de marfil con forma de peonza que cabe en la mano y que se desmonta en varias roscas inverosímiles. El rey la enseñaba a sus súbditos como prueba de su habilidad. "Representa mucho acerca de la manera en la que el hombre presume de las cosas. Es divertido que haya llegado hasta aquí", recuerda el galerista de Amberes Antonius Van Beers, en cuyo puesto se puede encontrar un cuerno de narval o un armadillo disecado. La ingeniosa peonza en sí no sirve de nada, pero es una joya para los coleccionistas. Se vende en la meca de las maravillas, que se llama BRAFA (acrónimo de Brussels Art Fair), un gigantesco supermercado de los tesoros.

Dario Ghio regenta una galería en Montecarlo repleta de objetos fantásticos y habla con acento difuso como de maestro de pista de circo. Educado en sus formas hasta el extremo, explica qué es esa cosa que llama la atención de decenas de personas en uno de los 126 expositores de la feria. Parece un cadáver, pero en realidad es una obra de arte. En una vitrina hay un busto con las pupilas veladas por la niebla de la muerte, la tráquea descarnada, gusanos y arañas asomando por la boca y una rata en un hombro. Tiene algo de ciencia y también de locura. Ghio explica que es un modelo médico esculpido en cera por el maestro Gaetano Zumbo en la segunda mitad del XVII. El artista, que dibujó con esta crudeza la descomposición del cuerpo humano, retrató decenas de enfermedades en modelos que sirvieron a médicos y estudiantes europeos desde la corte de los Medici. Tiene obras en los museos de Florencia, pero hacía medio siglo que no salía a la luz una de sus creaciones. Es una pieza extraordinaria que el galerista encontró hace unos meses y cuya compra le supuso una "dura batalla". Cuesta 200.000 euros y su venta está al caer.

"En realidad, la crisis no afecta a este mercado. Las piezas excepcionales como la de Zumbo sí se venden y cada vez más son más caras", explica el galerista que desde hace medio siglo mete sus narices en colecciones de medio mundo donde ha visto casi de todo, aunque de todas las obras, quizás la más extraña sea este putrefacto cadáver de cera.

La feria engloba arte de todo tipo, desde un ajuar egipcio de la Edad del Bronce (200.000 euros) o una carta del tercer presidente de Estados Unidos, Thomas Jefferson, sobre Benjamin Franklyn (140.000 euros) hasta una máscara navajo de hace dos siglos o un cuadro de Kandinsky de cuatro millones de euros. Guepardos disecados o tapices del XVIII de cuatro metros de altura que compran millonarios que tienen un castillo con paredes para colgarlos Todo lo que el hombre ha fabricado por el placer de hacer arte dispone de un espacio en esta gran superficie de lo descabellado.

Los visitantes de la feria comparten la fiebre con la que observan las obras y unas cuentas bancarias como para sanear una comunidad autónoma. El dinero es la única barrera y aquí gastan privados y también gobiernos.

Bélgica y París son las capitales del arte tribal y Alexandre Claes, uno de los mayores marchantes del mundo, lo sabe bien. Traje gris de lana de tres piezas y ademán sosegado casi dulce, no duda si le preguntan cuál es su obra preferida. Con un gesto nos indica que le sigamos. Al fondo de la estancia un foco alumbra una placa de un guerrero en bronce. Data del siglo XVI. Hace 600 años, alguien la fabricó para colgarla en la pared del palacio de un rey de la tribu bena (actual Tanzania) y, carambolas de la vida, llegó viva hasta hoy.

-¿Cómo no está esto en un museo?

-Lo estuvo. El Museo Británico se deshizo de ella y otras 303 obras en 1897. Desde entonces solo fue para los ojos de una familia. Nadie sabe sus apellidos, pues aquí no se habla de los propietarios de las piezas ni se especula si en su día fueron fruto del expolio. Además de coleccionistas privados, por la feria pasean también conservadores de museos que acuden a comprar tal o cual joya artística para completar sus colecciones. La chapa metálica del guerrero bena sale por un millón de euros.

Por solo tres mil euros se puede adquirir una pequeña máscara ritual de Gabón que mañana costará mucho más. "El arte africano no para de aumentar su precio. El mercado del arte contemporáneo ha llegado a cimas altísimas pero éste, aún no. Muchos coleccionistas saben que por un millón de euros, que cuesta una obra contemporánea mediana, se pueden comprar una joya africana y cada vez son más los que se pasan a este arte", detalla Alexandre Claes.

Los stands saltan en el tiempo y el espacio como puertas cósmicas. Cerca de Claes abre sus puertas el espacio de Cristine de Braakker, miembro de una familia dedicada al arte medieval en Amberes. Enseña una enorme mesa de mármol bizantina del siglo II. «Es un objeto extrañísimo, una mesa que se usaba en los funerales para dar de comer a las plañideras». Las hay en museos, pero casi todas están partidas y esta, entera. Se encontró en algún lugar de Turquía en el XIX y desde entonces ha dormido en el jardín de un coleccionista que ahora quiere desprenderse de ella a buen precio.

-¿Quién es su dueño?

- No le puedo revelar esa información. Pero el que quiera la mesa, puede preparar 200.000 euros.

Peccata minuta en comparación con los cinco millones que cuesta la pieza más cara de la feria, un gran diamante rosa de cinco kilates que exponen los joyeros Boghossian. La familia propietaria lo encontró en los 50 en Sudáfrica y lo guardó en Suiza durante 60 años. Los Boghossian la recuperaron, se volvió a tallar en Nueva York con forma de corazón, se incrustó en un anillo de nácar con unos pequeños diamantes azules, et voilá.

- ¿Esperan venderla?

- Por supuesto.

A día de hoy es muy posible que ya la hayan colocado, pues ya no ofrecen imágenes de la joya.

El catalán de la arqueología

Boghossian es el último de una gran saga de joyeros suizos con tiendas en Hong Kong, Bruselas, Ginebra y Nueva York, pero Jaume Bagot empezó su negocio desde cero. Nacido hace 27 años en Barcelona, comenzó su carrera patrimonial siendo un crío, cuando coleccionaba monedas romanas. Hace 10 años -con tan solo 17- abrió galería en Barcelona (la única española en la feria junto a Manuel Barbié, especializado en pintura) y es uno de los mejores marchantes españoles. Su pieza preferida de este año es un mosaico de una villa romana fabricada con 200.000 teselas de mármol, cristales y piedras de colores que alguien encontró en un récondito lugar de Oriente Medio y que alguien compró en el Líbano en los años 60. Hoy se vende al que ponga por delante los 160.000 euros que cuesta.

Entre copas de champán helado y ante la imponente presencia de un sarcófago egipcio del 500 a.C. (135.000 euros), Bagot, que se metió en la cabeza toda la historia del arte de manera autodidacta, confiesa que lo suyo es "antes pasión que negocio. Aquí está todo el mundo un poco loco".

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