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Bethune, ingeniero neozelandés de 50 años, confiesa que a veces traspasa los límites de la ley.
El guerrero ecologista

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Este hombre acabó en la cárcel por abordar un ballenero japonés. Es un defensor del mar sin límites y está arruinado por salvar a las tortugas, las focas...

yolanda veiga

Martes, 9 de junio 2015, 20:30

Pete Bethune (Nueva Zelanda, 1965) tiene aletas por pies, pero ancladas en tierra firme. Es el café lo que le amarra al suelo, pero el de puchero, no los instantáneos que anuncia Clooney en la tele. En la prisión se lo daban con leche, el tercer domingo de cada mes. Tomó cinco y luego le pusieron en libertad. "Hace poco estuve de misión en la selva en Sumatra, en Indonesia, y los ranger tomaban un café similar al de la cárcel. Me vino ese recuerdo y otros mucho peores. He visto muchos hombres violados y golpeados, cada día daba gracias a Dios por no recibir una paliza". En 2010, Bethune vivió encerrado cinco meses en una prisión de máxima seguridad de Japón acusado de abordar desde su moto acuática una embarcación ballenera de 800 toneladas. La televisión le pintó como un "peligroso terrorista" y un "entrenado asesino": "Eso me dio credibilidad, ningún recluso se metía conmigo". El episodio también concedió visibilidad internacional a su causa: la defensa del medio ambiente llevada al extremo.

Hace once años, Bethune dejó un empleo fijo como ingeniero de explotaciones petrolíferas (trabajó en el mar del Norte y en Libia) y un sueldo de 225.000 euros netos anuales para abanderar la lucha por las energías renovables. Construyó el Earthrace, "el barco más cool del mundo", le enchufó biodiesel obtenido con residuos de aceite de cocina y dio la vuelta al mundo. Partió de Sagunto (Valencia) y en este mismo puerto acabó la aventura en 2008. "Tardamos 60 días, 23 horas y 47 minutos", precisa.

Dos años después, se volvió a echar a la mar para hacer frente a los barcos japoneses que cazaban cetáceos, episodio que le llevó a la cárcel. Abordó el ballenero con un arco y una flecha en la mano, lo que le costó también la expulsión de Sea Shepherd, el movimiento ecologista "de acción directa" por la conservación de los océanos más importante del mundo -no permiten armas-. Lo creó en 1977 Paul Watson, que venía de Greenpeace, y tienen activistas de treinta nacionalidades distintas. Entre sus hazañas: salvaron mil bebés de foca en Canadá echando aerosol con tinte orgánico indeleble sobre su piel blanca e inutilizándolas para su comercio, liberaron 800 atunes rojos de las jaulas flotantes ilegales en Libia, dejaron caer dieciséis bombillas llenas de pintura roja sobre la cubierta de un barco soviético con un mensaje de protesta por la matanza de ballenas...

Bethune fue durante un tiempo uno de ellos, y cuando le echaron fundó Earthrace Conservation para continuar su lucha por la preservación de los mares. Dirige un equipo de élite que integran seis exmilitares de cuerpos especiales como los Seal o los Delta Force estadounidenses, paracaidistas, expertos en electrónica (hay solo una mujer, Charissa, que pilotó drones militares en las guerras de Iraq y Afganistán) y con ellos se ha lanzado al rescate de las focas de Namibia, de las tortugas de Costa Rica, de los tiburones de la Isla del Coco... Lo han grabado todo y han hecho un programa de televisión: Eco Warriors, que el Canal Odisea estrena esta noche a las 23.00 horas (ocho episodios).

400 metros entre tiburones

En el capítulo de hoy denuncian el sacrificio en Namibia de 90.000 bebés de foca al año, a las que golpean con palos en la cabeza para vender su piel, un negocio de 500.000 dólares. Bethune y los suyos se la juegan en esta misión: "El ejército tiene orden de disparar a matar" a los intrusos y se adentran de madrugada en grupos pequeños. Rick (experto en captura de navíos) y Matt (francotirador) van por el norte, pero son descubiertos. Pete (capitán y experto en buceo), Jack (paracaidista) y el cámara entran por el sur. Se levantan a las cuatro y media de la mañana, apenas les entran un par de yogures y una taza de cereales. Caminan en silencio y los últimos 400 metros son por aguas infestadas de tiburones. Al llegar a la playa se abrazan, pero les recibe una jauría de perros y el cámara del equipo se da la vuelta. Pete y Jack siguen solos y consiguen grabar la matanza ocultos en unos peñascos. Están a 30 metros de los cazadores, nueve hombres con monos verdes y naranjas que apalean a las focas y las lanzan, aún vivas, a una furgoneta, donde las tapan con una lona.

El programa recoge ocho acciones, pero la de Namibia es la más cara -160.000 euros- y la más peligrosa: "Pasamos cuatro días esquivando patrullas en una mina de diamantes fuertemente custodiada. Corríamos el riesgo de ser arrestados o recibir un disparo". En Costa Rica se encontraron en medio de dos tiroteos con mineros de oro y con una gran tormenta a 300 millas del litoral.

- ¿De dónde sacan el dinero para financiar estas misiones?

- Donaciones, patrocinio de empresas... Cada acción cuesta unos 100.000 dólares. Yo invertí 500.000 y estoy arruinado.

La cuenta vacía no es el único peaje que ha tenido que pagar betune por pasar ocho meses al año fuera de casa. "Estuve veinte años casado con Sharyn, una mujer increíble. Pero era difícil mantener una relación convencional". Tiene también dos hijas, Danielle y Alycia (19 y 20 años). "Cuando me metieron a la cárcel me preocupaba que se avergonzaran de su padre, pero volví a casa y seguían queriéndome, estaban orgullosas de mí. Las llevé de vacaciones a Tonga (en la Polinesia) y fuimos a nadar con las ballenas".

- ¿Le siguen los pasos?

- Danielle es como yo, no tiene miedo de pelear y se ha tirado meses escribiendo correos electrónicos y cartas al Gobierno chino pidiéndole que cuiden de sus tigres.

Sus hijas le regalaron el colgante que luce al cuello y lleva sus nombres tatuados en los brazos: "Cuando me den nietos me haré un tatuaje en el pecho". También luce grabado a tinta el nombre de sus abuelos y el de su tierra, Nueva Zelanda, con el monte Pirongia y los ríos Waipa y Waikato representados en la espalda.

Ahí empezó todo, a la orilla del río. "Con 6 años mis padres me llevaron a un sitio en el que había un anciano pescando. Me quedé fascinado al ver aquel agua clara. Veía el fondo y me preguntaba qué había allí abajo. Pesqué un pez pequeño y el anciano, veinte pargos. Desde entonces amo el agua, es mi verdadero hogar". Los demás son lugares de paso. "El año pasado viví con mi hermana un tiempo, y luego con mi madre. No tengo casa y a largo plazo me gustaría ser dueño de un barco grande", confiesa.

- ¿Cuántas cosas ilegales ha hecho por el medio ambiente?

- Hemos cruzado la línea. Si un barco pesquero opera ilegalmente lo abordamos y le colocamos un rastreador para saber a dónde va. Es ilegal, pero no me importa. Son delitos menores y vale la pena.

- ¿Un país en el punto de mira?

- En Sumatra (Indonesia) pervive menos del 10% de su selva, talada sistemáticamente por plantaciones de palma, caucho y madera de teca. Es el peor ejemplo que he visto, en cinco años no han arrestado a nadie por tala ilegal y nosotros hemos documentado en cuatro días varios casos. Hay un ministerio encargado de luchar contra este delito, pero son perezosos, corruptos e ignorantes. Y mientras tanto, el Gobierno emite nuevas concesiones madereras.

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