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R.C.
Lunes, 12 de octubre 2015, 19:27
"El cine de hoy es una farsa donde incluso las mujeres más bellas se limitan a desfilar en beneficio de los eslóganes publicitarios que mantienen las firmas de las cadenas de producción". Es la dura e inapelable opinión de Serge Koster, escritor sin pelos ni en la lengua ni en la pluma, un gran nostálgico de la era dorada de Hollywood y los extintos dinosaurisos de la fábrica de sueños con sus musas de cabellos de oro.
Y en aquellos dorados años había para él un dios en los platós, Alfred Hitchcock, un Barba Azul obsesionado por las actrices rubias y "el único entre todos los ilustres directores de cine que sabe observar y nos hace observar a las mujeres con una veneración no exenta de un humor que impide la falsa expectativa".
Koster ha dedicado el ensayo Las fascinantes rubias de Alfred Hitchcock (Periférica) a ahondar en las obsesiones de uno de los grande genios de la intriga y el suspense por las rubias platinadas, actrices a las que engrandeció con sus películas pero a las que torturó en rodajes como La ventana indiscreta, Vertigo o Los pájaros. El ensayista francés afirma que Hitchcock es todo "un brujo" capaz de encantar al público con sus intérpretes predilectas como, Grace Kelly, Kim Novak o Tippi Hedren y se pregunta si "existe hoy alguna actriz a cuyos elixires sucumbiríamos con semejante placer". Muestra la cara B de Hitchcock, un contradictorio mirón, adorador de ídolos femeninos y que encumbra a las mismas actrices para luego derrumbar con sólo un gesto el altar en el que las colocó.
Koster siente verdadera devoción por la manera de entender el cine del director británico y su forma de presentar a las actrices hasta provocar en el espectador "ese duradero hechizo con que nos atrapan las fascinantes rubias del Maestro". "Si el cine de Hollywood creó las estrellas de los años treinta, me parece incuestionable que fue Alfred Hitchcock uno de los que más contribuyó a darles una dimensión mítica", dice. Unas actrices legendarias que nada tienen que ver "con el mediocre estatus al que el cine actual reduce a sus protagonistas más notorias". Denuncia Koster como el lenguaje televisivo "ha contaminado y limitado los códigos del séptimo arte" y cosificado a unas actrices "utilizadas por estudios y televisiones, para vender sus intercambiables servicios".
El ensayista trata de dialogar con sus lectores en una conversación que recuerda a la que mantuvo El Maestro -que es como se refiere al cineasta británico- con el actor y director francés François Truffaut.
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