SUSANA ZAMORA
Sábado, 6 de mayo 2017, 23:56
Una década de crisis ha pasado factura al bolsillo de los españoles y la falta de recursos económicos ha acabado haciendo mella en su salud bucodental. Las dentadura perfectas y los blanqueamientos cegadores han ido cediendo terreno a tratamientos de subsistencia, a los que muchos han recurrido cuando ya no había más remedio. «Los españoles siempre han sido muy dejados para la boca, pero hace veinte años ya pasaba lo mismo que ahora: la gente se tenía que preocupar más de comer que de con qué comer», asegura Óscar Castro, presidente del Consejo General de Dentistas de España. En los primeros años de la recesión económica, una investigación llevada a cabo por la Universidad de Granada a partir de la Encuesta de Condiciones de Vida, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), alertaba ya de la caída de visitas al dentista, especialmente por parte de aquellos colectivos más vulnerables (desempleados y personas con menor poder adquisitivo).
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Hoy, José María Suárez, presidente del Colegio de Odontólogos de La Coruña, así lo confirma: cuatro de cada diez pacientes han dejado de ir a sus revisiones periódicas. «Habíamos alcanzado entre 2007 y 2008 unos niveles aceptables en salud bucodental, pero a partir de esos años hay un punto de inflexión y un incremento de patologías relacionadas exclusivamente con la crisis. Ha sido como una patada en la boca de los españoles», recalca Suárez. Los propios pacientes, tal y como recoge el último Libro Blanco de la Salud Bucodental editado por el Consejo General de Dentistas en 2015, corroboran la estadística: la segunda causa que arguyen para no ir al odontólogo es la económica; la primera, que no van porque no tienen problemas dentales.
Secuelas
¿Consecuencias? El aumento del 3% de las caries en adultos jóvenes (35 y 44 años), un problema que sufre actualmente en este tramo de edad el 95% de la población; un repunte significativo del bruxismo, trastorno ligado directamente con el estrés, «pues somatiza la tensión y las preocupaciones y las descarga directamente sobre los dientes, aumentando su desgaste y las fracturas dentarias»; un incremento de extracciones que podrían haberse evitado si el problema se hubiera cogido a tiempo en las revisiones; y un agravamiento de enfermedades periodontales, una infección que afecta a la encía y destroza el hueso que sujeta el diente, y que sufre en la actualidad el 73% de la población española.
Según los expertos, el estrés y el tabaco son dos factores que han contribuido negativamente a ese empeoramiento general. «La enfermedad periodontal requiere de constancia en su tratamiento; si se abandonan las visitas periódicas al dentista, los pacientes que estaban controlados vuelven a padecerla. Al final, el presumible ahorro que podían tener por no acudir a la revisión se convierte en un gasto mayor al agravarse el problema y requerir de un tratamiento más largo y costoso», advierte Antonio Bujaldón, vicepresidente de la Sociedad Española de Periodoncia. Todos los especialistas consultados coinciden en que lo más económico para el paciente es siempre la prevención. Pero los estudios dicen otra cosa: aunque para el 84% de españoles es «importante» acudir al dentista al menos una vez al año -así lo recoge el Libro Blanco-, la realidad es que solo uno de cada dos lo hace, colocando a España entre los países de la UE que menos frecuentan estos especialistas, solo por delante de Rumanía, Hungría y Turquía.
España pertenece a ese residual grupo de naciones del sur del continente, junto con Chipre, Grecia, Italia, Portugal y Malta, donde el sistema es esencialmente privado, sin casi implicación gubernamental, y la financiación corre en más de un 90% a cargo del propio paciente. Enfrente tiene a todos los demás, países con un sistema de salud bucodental mayoritariamente público o mixto, según se desprende del informe elaborado por el Consejo General de Dentistas. Además del modelo español y del resto de países del Mediterráneo, el estudio destaca otros cinco más.
El modelo nórdico (Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia) presume de un servicio dental público con acceso universal y gratuito para la población infantil (algunos llegan hasta los 19 años) y grandes facilidades para los adultos. En el caso de Suecia y Dinamarca, tienen incluida la ortodoncia a los menores, y en Finlandia ofrecen servicios dentales gratuitos a grupos prioritarios (menores de 18 años, discapacitados psíquicos, enfermos crónicos y personas con adicciones en rehabilitación).
El modelo del Este europeo (República Checa, Estonia, Hungría, Lituania, Letonia, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia) arrastra una tradición de sistema público absoluto, pero, desde la caída del Muro de Berlín, la tendencia ha sido hacia un modelo privado.
El modelo 'bismarkiano' (Austria, Bélgica, Francia, Alemania y Luxemburgo) se distingue por que casi no existe servicio dental gratuito. En este caso, los cuidados dentales son ofrecidos por el sector privado con pago por acto médico (generalmente tarifado) y que posteriormente es reembolsado por compañías aseguradoras.
El modelo británico defiende unos servicios dentales prestados por dentistas privados con contratos con la Administración. Se alterna el copago con la gratuidad para algunos grupos (menores de 18 años, universitarios, embarazadas y personas sin recursos).
El modelo híbrido (Irlanda y Holanda), con una protección a caballo entre el sistema 'bismarkiano' (para la población adulta) y el británico (población infantil).
Los expertos mantienen que la salud bucodental nunca ha sido una prioridad para los españoles -aún menos en tiempos de crisis-, en parte porque no se ha enseñado; en parte por el miedo ancestral al dentista, y también porque uno tiene que asumir el coste casi en su totalidad. Pero tan olvidada ha sido para el ciudadano como para el propio sistema público de salud. La cartera de servicios comunes del Ministerio de Sanidad contempla únicamente «el tratamiento de procesos agudos odontológicos», como son los procesos infecciosos en la boca, los traumatismos en la dentadura o extracciones de piezas enfermas. Sacar un diente o curar un flemón, vaya. Se excluyen explícitamente los implantes, las extracciones de dientes sanos y las ortodoncias, además de los tratamientos estéticos. El propio Ministerio de Sanidad no tiene reparos en reconocer en su web que la salud bucodental infantil en España «tiene una cobertura mejorable y, sobre todo, una oferta desigual entre territorios; lo cual se traduce en desigualdades».
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El origen sí importa
En este sentido, el presidente de los odontólogos españoles, Óscar Castro, indica que muchas enfermedades bucodentales vienen determinadas por el código genético, pero también por el código postal, de modo que, «dependiendo de dónde hayas nacido, tendrás una boca mejor o peor». En su opinión, «no es de recibo» que haya 17 sistemas sanitarios diferentes, uno por comunidad autonómica. «Es prioritario que se incluya la salud bucodental dentro del Servicio Público de Salud, porque resulta increíble que no se costee un empaste y sí un trasplante de corazón». «Es la gran paradoja de nuestro sistema sanitario, que además está asumiendo indirectamente el tratamiento de otras enfermedades que se desencadenan o empeoran por una mala salud bucal, como la diabetes, los partos prematuros y muchos problemas cardiovasculares».
El Plan de Atención Dental Infantil (PADI), pionero en Euskadi y Navarra -donde funciona desde 1991- y referencia para todo el país, se asienta sobre cuatro pilares: financiación pública, servicios mixtos (dentistas del sistema de salud público y concertados de libre elección), protocolos clínicos explícitos para garantizar el enfoque preventivo, y un sistema de pago por acto médico en asistencia concertada. Este esquema está vigente también en Andalucía, Aragón, Baleares, Canarias, Extremadura y Murcia. El resto de las regiones ofrecen unos programas de atención infantil exclusivamente públicos, excepto Castilla-La Mancha y Castilla y León, que se rigen por un sistema mixto -actividades básicas en el sector público y actividades de mayor especialización en el privado, con pago por acto odontológico-.
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Este abandono ha dejado mayoritariamente en manos de centros privados la atención bucodental. España, con 35.000 profesionales, tiene casi tres veces más dentistas de los que la Organización Mundial de la Salud recomienda. En este caldo de cultivo han proliferado las clínicas dentales, algunas de ellas cuestionadas por tirar los precios para ganar clientes en detrimento de la calidad. Los odontólogos hablan de una «burbuja» que ha aplicado un modelo de negocio «ultraliberal», como lo define su presidente: «Bajos costes y máximos beneficios».
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