LOURDES MARTÍ
Valencia
Viernes, 23 de julio 2021, 19:08
Si quieren huir de costas con edificaciones monstruosas que restan encanto, además de otras muchas cosas, su sitio, puede ser la cala Argilaga. Pertenece a una microreserva de flora y habitualmente está completamente vacía o como mucho es un refugio de algún hippie.
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Para llegar a ella bajamos desde el barranco de Parra, en el punto más alejado de Peñíscola, lindando con la localidad también castellonense de Alcossebre. Aunque la cala es maravillosa, nuestro plan marcado era dejarla atrás para subir a la Torre Badum. Un monumento que ya conocíamos y que sin ser muy ostentoso guarda muchos enigmas.
Todavía amanece y mientras esperamos a los más rezagados, leemos en folletos oficiales, algunas pinceladas sobre la Torre Badum. En ella se explica que es de origen árabe y que su uso era de vigilancia. «Es una infraestructura defensiva que fue utilizada para avisar a los habitantes del castillo de la llegada del enemigo mediante señales de humo«, rezaba el escrito que añadía su ubicación, »el acantilado más importante de la Serra d'Irta, una alineación montañosa paralela a la costa de 15km. de longitud, entre acantilados, calas y arrecifes marinos. Una localización estratégica para proteger el peligro proveniente de todo el litoral«.
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Lo más llamativo de la puerta es que no tiene puertas. Para acceder a ella se debía escalar unos seis metros de altura, de los once que tiene, hasta llegar a la ventana. No había mejor manera de evitar que los piratas se hiciesen con ella.
«En su fachada se puede contemplar el escudo del Reino de Valencia con el águila bicéfala de los Austrias, de la época de Carlos I, se trata de un añadido posterior durante una de sus múltiples rehabilitaciones. A aquellos que quieran combinar naturaleza con cultura, les recomendamos acercarse a admirar la torre, pues además de estar declarada como Bien de Interés Cultural (1985)«, completaba el escrito.
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Nuestro amigo, que siempre hace de guía porque vive en Benicarló y ya se conoce casi como la palma de su mano los secretos de la Serra d'Irta, nos avisa de que nos enfrentamos a una ruta más o menos larga, tardaremos unas tres horas, pero que en su mayoría transcurre a nivel del mar lo que nos permite disfrutar de la brisa. Nos llama la atención la abundante vegetación, arbustos y algún que otro pino que hay por el recorrido.
Vamos al trote sobre tierra seca y algo de piedra, y a medida que avanza el día nos cruzamos con varios grupos que van a pie y muchos de ellos apoyados sobre bastones de trekking que facilitan el camino y evitan dolores sobre todo de lumbares.
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Llegamos a la playa Basseta, aunque apenas podemos parar, el guía marca el ritmo, llaman la atención las numerosas y peculiares piedras, por color y forma que éstas tienen. El camino del Pebret nos espera y llegaremos a las dunas de la playa con el mismo nombre.
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La Torre Badum ya se vislumbra y hay dos opciones para subir. Fuimos hacia la derecha, hasta otra cala maravillosa llamada Roquedos. El desnivel se acentuó hasta llegar a nuestro destino. Allí nos espera un buen almuerzo. Unas fotos y vuelta a la cala Argilaga.
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