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Olocau guarda varias rutas para runners de todos los niveles que pueden exigirse más o menos según sus condiciones. M. R.
Rutas por la Comunitat | Un paseo por el norte de Camp de Túria

Un paseo por el norte de Camp de Túria

Partiendo desde las afueras de Olocau se hallan rutas con subidas exigentes con bellas vistas como recompensa y hasta se puede comprar aceite por el camino en la Aldea de l'Olla

Viernes, 17 de septiembre 2021

Como aún estábamos en verano, apurándolo eso sí, nos fuimos al norte. Casi todo lo que podíamos sin salir de La Calderona, la verdad, nuestro hábitat natural cada vez que queremos montaña sin alejarnos demasiado de casa. Por si encontrábamos algo de fresquito, cosa que como bien sabíamos no sucedió: suerte que al final del camino, al cerrar el círculo, nos topamos con un oasis en forma de bar, donde tomar una gélida cervecita a la sombra. Pero claro, antes hubo que ganársela. Como en otras ocasiones, el punto de partida fue en esta ocasión Olocau.

Sendero habilitado con árboles custodiándolo. M. R.

Dejamos el coche en la avenida Font de Frare. Error, sobre todo en verano: la calle perpendicular, con sus edificios, ofrece sombra, que nos habría venido de perlas a la vuelta. ¡No os imagináis cómo estaba el coche! Ya nos extrañó que hubiera tanto sitio para estacionar, pero estábamos impacientes por atacar una ruta que, en nuestro caso, estuvo rozando los once kilómetros: dura en el inicio, pero desde que llegamos al punto más alto incluso encontramos unos 2.000 metros de pista donde correr y desfogarnos, tanto nosotros como el perro.  

No nos concedimos a nosotros mismos unos metros de tregua. Salimos del pueblo en dirección este, pasando junto a un pequeño parque. Nada que ver con la realidad: el siguiente kilómetro no iba a ser un juego de niños. Ascendimos desde 200 y algo hasta 500 metros sobre el nivel del mar, pasando junto a una especie de desfiladero donde perfectamente se podía practicar escalada.

Después tuvimos un rato de descanso. Una tregua sin, eso sí, dejar de picar hacia arriba. Como avisando lo que nos esperaba. Nos encontramos con algún refugio para cazadores confeccionado con piedra. Verdaderas obras de arte que, de no estar tan cerca del pueblo, podrían ofrecer cobijo en caso de una emergencia. Después de un breve descenso y a partir del kilómetro 2,5, volveremos a subir hacia el punto más alto de nuestra ruta.

Curioso grafitti en una de las ruinas de la Aldea de l'Olla, construcción morisca donde ahora hay una ecoaldea. M. R.

Seguimos el sendero en dirección noreste y encaramos otros 1.300 metros de agonía, hasta coronar a algo más de 600 metros sobre el nivel del mar. Aquí las vistas son impresionantes en 360 grados. Tenemos toda La Calderona y el resto del Camp de Túria, si viramos hacia Llíria, a nuestros pies. Y a partir de aquí, podemos elegir hacia dónde continuar nuestro camino. Podíamos virar hacia el este y luego tomar el sur, por una pista que, según nos comentaron, nos devolvería a Olocau. También nos aconsejaron usar un sendero que nos colocaría a los pies de la subida final hacia el castillo de Olocau y que nos haría pasar por la Aldea de l'Olla.

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Nos lo comentó otro senderista con el que coincidimos en la cima y que decidió unirse a la expedición de dos personas y un perro que integrábamos: «Suelo venir con mi sobrino, pero hoy voy solo... si no os molesta, os caompaño». Para nada. Fuimos charlando, hablando de todo un poco en un terreno mucho más favorable y en dirección hacia la mencionada aldea. Se trata de un poblado de origen morisco que hace unso años estaba en riesgo de quedar deshabitado. Los últimos dueños lo cedieron a una comunidad de jóvenes que quisieron huir de la ciudad e iniciar una vida alternativa, tratando de autoabastecerse.

Agua en una de las zonas .por las que transitamos la calurosa mañana. M. R.

Coincidimos con dos de sus habitantes, que nos comentaron que venden aceite ecológico (un poco caro, pero es en botellas de medio litro, más como souvenir que para consumo diario). También organizan paellas y actividades para grupos de senderistas. Tienen animales y zonas de cultivo. Desde luego, un lugar cercano a la ciudad donde abstraerse de cualquier asunto que pueda generar estrés.

A partir de este punto, seguimos un sendero que nos conducía a los pies del castillo de Olocau. Realizamos un primer descenso antes de encarar una subida corta pero exigente. Y luego dos tramos de pista separados también por sendas cuestas. En las zonas más favorables el terreno se presta para correr sin riesgo, disfrutar sobre un terreno que, con zapatillas adecuadas, genera confianza. Por unos minutos dejamos de charlar y le dimos caña a nuestras piernas, entre el kilómetro 5 y poco más del 9.

En ese punto, tuvimos que decidir: si subir al castillo de Olocau o volver a casa. He de decir que, por suerte, mis dos acompañantes tenían prisa y optaron por encarar ya en dirección hacia el pueblo... aunque luego no estaban tan apretados de tiempo cuando vislumbramos las mesas a la sombra y la posibilidad de tomar una siempre reparadora cerveza bien fría.

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