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Pepe Moreno
Granada
Miércoles, 5 de marzo 2025, 13:10
Miguel Morales nació en el año 1952, en Dúrcal. En este pueblo se le vio por última vez en 1984. En 1994 murió, con 42 ... años. Así lo dictaminó un juzgado de Granada. Pero Miguel volvió a morir en las riadas ocurridas por el paso de la dana en Valencia el pasado año 2024, con 72 años. Una doble muerte que ha mantenido en vilo a una familia durante 40 años.
Ahora todo se ha aclarado, aunque detrás queda un camino de incertidumbre, misterio y cierta frustración. Miguel fue dado por fallecido tras no dar noticias de vida durante varias décadas. Su familia lo buscó sin éxito. «Un día se dejó en casa el DNI, la cartilla del banco y no se supo nada más sobre él hasta el pasado mes de noviembre», cuenta a IDEAL Sara, la hija pequeña del fallecido. El cadáver de Miguel apareció el pasado 29 de octubre en un campo de naranjas de Quart de Poblet (Valencia), pero en 2016 se reconoció que también había fallecido. La fecha de su muerte se fijó en 1994, diez años después de su desaparición, cuando se formalizó la denuncia. Una doble muerte con explicación, pero muchos cabos que atar.
«Mi madre siempre mantuvo que mi padre seguía vivo». Decía que no sabía dónde podía estar, pero que vivo estaba. Ahora sabemos que llevaba razón», relata con entereza la hija del fallecido. Al principio no se lo creían. La Guardia Civil llamó a esta familia de Granada para comunicarle el fallecimiento de Miguel, pero los datos no encajaban.
«Pensábamos que era una equivocación por todo el revuelo que había con la dana. Al principio me resultó raro. Pero luego nos dijeron que había sido fruto de las riadas y que sus huellas dactilares coincidían con las de mi padre». Sara aceptó los hechos. Detrás de esa afirmación había una investigación, una autopsia y un cuerpo. «Ahí fue cuando se acabó la incertidumbre y, aunque nos costó, ya asimilamos que era mi padre».
Sara creció sin su padre, pero sí con una figura paterna. Cuando Miguel Morales abandonó a su familia en Dúrcal, su madre rehízo su vida con otro hombre. Un hombre que las cuidó y las crió. Pero Sara empezó a ver cosas que no le cuadraban. El nombre que apareció en el libro de familia no era el del padre que ella conocía y sus apellidos tampoco coincidían. Fue entonces cuando decidió preguntarle a su madre, que le contó toda la verdad. «Lo que me dijo fue que mi padre nos abandonó de pequeños, yo tendría poco más de un año. También me contó que había estado ingresado en un centro psiquiátrico y que había sido una mujer que había sufrido malos tratos. En definitiva, me dijo que mi padre biológico no nos daba una buena vida. Ni a ella como mujer ni a mí como hija».
La esperanza de esta familia siempre fue que en algún momento se supiera algo de él. Por lo menos querían enterrar el dolor. Por eso, pidieron que se le diera por fallecido ante la falta de noticias. Una jueza de Granada obligó a esta familia a poner un anuncio de búsqueda en el Boletín Oficial del Estado. También un anuncio que fue publicado en el periódico IDEAL hasta en dos ocasiones. Nada dio resultado.
«Han sido 40 años desde que mi padre se fue de Dúrcal hasta que murió por la dana en Valencia. El sentimiento que tengo es de no haber tenido la oportunidad de verlo y conocerlo. Y también de no poder preguntarle el motivo de su desaparición y preguntarle que qué le pasaba y si no quería saber nada de sus hijas. Las dudas que imagino que son normales que surjan en este tipo de casos. Eso es lo que siempre he tenido dentro, no poder pedirle explicaciones».
Sara ahora es madre. Tiene una hija de 21 años y otra de cuatro y no comprende cómo su padre pudo desaparecer de un día para otro. «Jamás en la vida le haría eso a mis hijos. Qué menos que aparecer cada cierto tiempo para dar noticias sobre cómo estás. Es que han sido 40 años».
Esta granadina, a pesar del dolor, defiende que su padre nunca ha tenido una doble vida, que no se marchó de Dúrcal, donde vivía con su familia, por un engaño amoroso. «La jueza nos dijo que había estado investigando y que nadie había reclamado el cuerpo. Pensamos que tenía alguna enfermedad mental. Ningún organismo, ni asociación ni Cruz Roja sabían nada de él. Tampoco hay registros médicos, no tiene asignado un número de la Seguridad Social ni había solicitado una pensión por jubilación».
Ahora, Sara y su familia saben que su padre murió con 72 años, en Valencia y como consecuencia de la dana. El dolor seguirá, pero por lo menos el sentimiento de incertidumbre se ha podido enterrar.
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