El 5 de agosto de 1988 nació en Alicante Rafael David Martínez, el primer bebé por reproducción asistida de la Comunitat. Lo que en aquel ... momento supuso un hito para la ciencia hoy en día ha servido para abrir camino a los más de 40.000 recién nacidos que cada año, actualmente, nacen con ayuda de estas técnicas, tan avanzadas y consolidadas en la sociedad. Sólo en la Comunitat, por ejemplo, según los datos más actualizados del Instituto Nacional de Estadística (INE), más de 77.000 mujeres se sometieron a un tratamiento de reproducción asistida de cualquier tipo en 2018, el último año en que se publicó la encuesta de fertilidad. Así que ese gran paso de una familia de Alicante acabó haciendo un camino para otras miles. «Yo hice lo fácil, que fue nacer, y en mi casa siempre se ha hablado del tema con la máxima naturalidad. No tengo tabús», dice Rafa, al que acudimos a conocer a Alicante. Él también ha formado una familia con Patri, gracias a la reproducción asistida. Curiosamente de la mano del mismo médico que en su día lo logró con sus padres. De hecho, su mujer se quedó embarazada de Marco, el mayor de los dos niños que tienen, a la misma edad que su madre en su día de él y mediante la misma técnica. «Mi madre tuvo la parte de que había gente que no lo veía bien, que lo cuestionaba. Pero también la de ser pionera y ejemplo», dice.
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Pero, empecemos por el principio. Viajamos a Alicante, a mitad de los años 80. Manoli Moreno y Manolo Martínez se habían casado y habían comenzado a buscar un bebé. Varios problemas ginecológicos impedían a Manoli poder quedarse embarazada. La habían operado de un quiste en el ovario derecho y acabaron quitándoselo. El otro ovario no estaba mucho mejor y una de las trompas de falopio la tenía obstruída. En aquel momento, un joven ginecólogo, el doctor Rafael Bernabeu, había decidido apostar por una entonces desconocida rama de su especialidad: la medicina reproductiva. Y con él, el matrimonio inició la aventura de ser padres. Lo hicieron en su momento en la clínica del doctor Gómez de Cádiz, donde Bernabeu trabajaba en los inicios de su vida profesional, antes de montar su propio centro. «Con lo poco que me quedó de aparato reproductor tras las operaciones, decidí intentarlo con ayuda», cuenta Manoli. «Es el milagro de la vida, pero en su momento también una lotería». En su caso, el tratamiento comenzó en 1987.
Ese año, tras un proceso largo y laborioso («tenía que ir a una hora específica al practicante durante varios días para que me pinchara») de la mano del doctor Bernabeu logró el embarazo. En aquel momento le implantaron cinco embriones. «Sabía que estaba embarazada, pero no de cuántos hijos», explica. Porque claro, eran los inicios de las fecundaciones in vitro (FIV) en el mundo. Pero de todas las tranferencias, sólo una llegó a término. Y el bebé nació el 5 de agosto de 1988, no con pocos sobresaltos. La sociedad era una gran desconocedora de este tipo de técnicas que, además, chocaban con aspectos tan tradicionales y asentados como la religión. Sin ir más lejos, en el propio centro privado en el que dio a luz había monjas, que evitaron participar en el alumbramiento que no había sido concebido bajo los preceptos que marca la Iglesia, sino en un laboratorio. «Pero todo el equipo médico me atendió fenomenal», explica. Su habitación se llenó de prensa, que quería inmortalizar el primer nacimiento de un bebé valenciano por FIV. «Salimos en las portadas, luego la gente me paraba por la calle con el carrito del niño y me preguntaba cosas, me pedía tocarlo o cogerlo», dice. «¡Pero si es un bebé normal!», les respondía ella y su marido. Luego, por ejemplo, llegó el bautizo, y aunque algunos curas se oponían, el sacerdote que ofició el de Rafa no tuvo problema porque era amigo de la familia.
Pero la controversia formó parte de esos primeros años en los que el matrimonio rompió esquemas de la mano del doctor Rafael Bernabeu. Creyeron tanto en el ginecólogo que acabaron entablando una amistad y poniendo a su hijo el mismo nombre. «Rafa se llama así por el doctor. Para mí es como si hubiera sido un Dios. Y es para mí como de la familia», dice Manoli. Doce años después volvió a ponerse en sus manos para ampliar la familia, con los mellizos María y Manuel. Una familia que es lo que es hoy en día gracias a la medicina reproductiva.
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Desde el punto de vista médico, el hito tampoco fue sencillo. Supuso un «aldabonazo» y sirvió para poner a la Comunitat en el grupo de líderes en esta disciplina, cuenta el doctor Bernabeu. «Lo que logramos va más allá del nacimiento. Supuso un enfrentamiento con una sociedad hostil al tema de la reproducción asistida. Entonces se contemplaba la infertilidad como un castigo divino, una enfermedad vergonzosa o algo que ocultas», explica. De hecho, visto con perspectiva, el ginecólogo habla de «la salida del armario» de una parte de la medicina que ayudó a las parejas a tomar una actitud activa contra un supuesto destino que hasta entonces les condenaba a la pérdida de la paternidad. Y habla, además, de un aspecto común a todos los casos de problemas reproductivos: el sufrimiento por esa incertidumbre. Eso, desde el punto de vista médico
Desde el lado de Manoli, ella recuerda que, en su día, su tratamiento fue duro, con un intenso proceso de hormonación, operaciones, tratamientos y desplazamientos. Pero también con desgaste físico, emocional y un alto coste económico. «Ahora todo compensa. Eso sí, las cosas han cambiado mucho. Ahora muchas de esas cosas las haces en casa», reconoce 35 años después. Lo ha vivido estos últimos años con el nacimiento de sus nietos, Marco y Sofía, los hijos de Rafa. 29 años separan a las dos generaciones de madres de la familia. Manoli y Patri.
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Rafa, ese primer 'bebé probeta' siempre lo ha vivido todo de manera natural. Tanto el hecho de haber sido el primero como ahora haber formado una familia del mismo modo que en su día la iniciaron sus padres. «Mis padres siempre han sido muy modernos. De pequeño siempre me hablaron de la reproducción asistida de manera muy natural. Naciste de este modo», cuenta. Y él y su mujer, Patri, han seguido esa senda. «Si hablas con naturalidad del tema, la gente lo normaliza».
Ahora, ambos se han convertido casi en influencers de la fertilidad. Sobre todo porque, a diferencia cómo empezó todo hace 35 años, ellos ahora le quitan importancia. «Cuando yo le explicaba el proceso a mi suegra, ella alucinaba. Yo en una semana me pinchaba y me sacaban los ovocitos. Ella tenía que desplazarse a un practicante. Yo me pinchaba sola en casa. A mí para sacarme los óvulos me hacían poco más que una ecografía. A ella, una operación». Eso a nivel médico. A nivel social sus dos embarazos han sido también más sencillos. «Nunca he sentido rechazo. He notado que hay gente para la que aún no es normal, pero yo nunca me he escondido. Hay personas que buscan más la discreción o prefieren no contar que han necesitado ayuda. Yo quería ser madre y poder haberlo conseguido es maravilloso como para ocultarlo», dice Patri.
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Ella llegó al Instituto Bernabeu, el centro que el doctor Rafael Bernabeu fundó poco después del nacimiento de Rafa, con endometriosis. Un problema ginecológico que le detectaron a los 22 años. Con toda la información, el doctor le recomendó preservar óvulos y lo acabó haciendo poco tiempo después. A los 28 años, el matrimonio decidió tener hijos. Así que acudió a la consulta del doctor Bernabeu y comenzó los pasos para una FIV. Y así nació Marco (6 años). Unos años después repitió el proceso y nació Sofía (3 años). «Nuestros hijos saben que se han creado en un laboratorio, pero también que han nacido de su mamá y de su papá, a los que los médicos han ayudado», cuenta la pareja.
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