![El barrio más solitario de Valencia](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2025/02/12/IMG_3552-R1rYmMGS7EjyTzF81liT8XK-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
![El barrio más solitario de Valencia](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2025/02/12/IMG_3552-R1rYmMGS7EjyTzF81liT8XK-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Cerca de uno de cada dos vecinos de Ciutat Vella vive solo en su casa. Es un dato dramático, muy elocuente del grado de desintegración familiar que atraviesa nuestra sociedad, donde esta circunstancia empieza a ser frecuente. Es un síntoma que habla del creciente desapego ... en que vivimos, asociado a otros fenómenos también muy extendidos, como la longevidad: a mayor esperanza de vida, más posibilidades de envejecer en soledad. Ese porcentaje del 48% de habitantes del distrito se sitúa en el primer lugar del podio de una corriente que sitúa a continuación a los distrintos del Exaimple y Extramurs, a escasa distancia: el 40% de sus vecinos ocupa una única vivienda; en el extremo opuesto, el distrito de Pobles del Nord, donde ese dato baja al 29%. Y afinando un poco más la lupa, recorriendo los barrios que componen Ciutat Vella (la Seu, la Xerea, el Carmen, el Pilar y el Mercat), observamos que esa tendencia se agudiza en algún caso: el porcentaje supera el 50% en la Seu, llega al 51,7% en el Carmen y se eleva hasta el 51,9% en el Mercat, el epicentro de la soledad en Valencia. Calles como Ercilla, Purísima o Belluga son un gigantesco contenedor de valencianos que viven solos.
Mejor dicho, de valencianas. Como parte del género más longevo de la población mundial, también las mujeres integran en estas calles el sector dominante en esa fría estadística a la que ponen voz (y carne y hueso) vecinas como Eloína, solitaria residente de una casa en la calle Calatrava. Es habitual tropezar con esta clase de paisanaje paseando una mañana de sábado por este territorio: una especie de pentágono irregular, que linda con la calle Quart y hace frontera también con otras como Maldonado y Roger de Flor, cruza por avenida del Oeste y llega hasta San Vicente para embolsar un espacio que culmina en la línea que va de Corretgeria hasta el entorno de la plaza de Sant Nicolau. El balance del paseo es contradictorio. A simple vista, con la multitud habitual de turistas apiñados por un espacio más bien contenido, aunque lleno de encanto castizo, parecería erróneo atribuir al Mercat la condición de isla desierta; pero si se pregunta a los vecinos, ocurre que, en efecto, la estadística municipal queda avalada por sus testimonios.
Noticia relacionada
«En mi finca viven tres personas mayores solas», señala un caballero que llega por la calle Calatrava, precisamente, de hacer la compra en el Mercado Central. Residente en la calle Obispo don Jerónimo, es uno de los escaso vecinos del barrio a quienes se ve de buena mañana de recado en recado, trajinando con sus quehaceres. Y cuando se le pregunta por esa cuota envejecida de sus convecinos, responde más o menos igual que una mujer que también camina a buena velocidad unos metros más allá, hacia la calle En Bou: «Por la calle no se los va a encontrar. Son mayores y apenas salen de casa».
Rafael Mampel
Presidente de la Asociación de Vecinos de Ciutat Vella
Un dictamen que hace también suyo Rafael Mampel, presidente de la asociación vecinal de Ciutat Vella, quien apunta que para tropezar con los habitantes del barrio que respondan a ese perfil hay que sentarse a esperar a que lleguen a su sitio favorito, la puerta de los hierros de la Catedral. Mampel explica que la presencia de vecinos de edad avanzada que viven solos en su barrio no es un fenómeno reciente, sino que forma parte de la identidad de Ciutat Vella: un sector de Valencia caracterizado por esta clase de habitantes desde antaño, con una doble particularidad. Por un lado, la mayoría, según sus estimaciones, son dueños de sus casas y no renuncian a abandonar su hogar cuando envejecen; un segundo factor también explica esta condición del barrio como epicentro de la soledad valenciana: que como sucede en el resto del mundo, «cada vez vivimos más» y, en consecuencia, el número de personas octogenarias e incluso nonagenarias se ha ido extendiendo. Con una particularidad: como las fincas son en su mayoría antiguas y carecen de ascensor, es habitual que los mayores del barrio habiten en las más nuevas, mientras que el vecindario más joven no tiene inconveniente en vivir en casas que no disponen de elevador.
Mampel, consciente de que el problema de envejecer en soledad resta calidad de vida a sus convecinos, señala que su asociación procura ayudar a quienes están en esa situación. «Estamos en contacto con la Concejalía de Mayores para informar a los vecinos de las actividades que organizan», señala. También guían a estos habitantes del barrio de mayor edad hacia los centros sociales donde pueden encontrar entretenimiento o resolver gestiones, les resuelven algunas necesidades básica y además tejen con ellos una malla social consistente en movilizar a los vecinos más jóvenes para que estén pendientes de los mayores del barrio. «Aunque la mayoría tiene ayuda en casa, gente que les auxilia en las tareas cotidianas o les saca a pasear, procuramos no perder el contacto con ellos», dice. «Es una pura cuestión de hospitalidad, de buena vecindad», añade.
Esperanza hermoso
Cruz Roja
Desde Cruz Roja, conscientes sus responsables de que se trata de un fenómeno cada vez más extendido «no sólo en Valencia, sino que se podría decir que en todo Occidente», en palabras de su trabajadora social Verónica Hermoso, una serie de programas contribuyen a paliar esta grave carencia de compañía que sufren quienes «a medida que envejecen», como señala Hermoso, «ven que la soledad se asocia además a otros problemas». Alude como encargada del equipo de atención a personas mayores, a la frecuente aparición de depresiones y otras patologías de salud mental, incluida la pérdida de las ganas de vivir. Un empeoramiento en su calidad de vida que se agrava en determinadas circunstancias: por ejemplo, cuando tienen que cuidar a un familiar en estado de deterioro cognitivo y sufren «un desgaste aún superior». O cuando se encuentran con una situación más extendida en Valencia de lo que pensamos: la ausencia de ascensor en las fincas donde viven.
Ahí se activan los programas que Cruz Roja mantiene activos en la ciudad. Un servicio de acompañamiento a cargo de voluntarios, que se ocupan, a razón de un par de horas a la semana, de ayudar a estas personas mayores a hacer la compra, ir al médico, dar un paseo… O simplemente charlar, porque la conversación tiene efectos terapéuticos. Para mitigar el otro agujero negro que aún complica más la vida en soledad, las desventajas de vivir en un piso sin ascensor, la entidad puso en marcha un programa piloto que, con ayuda de Ayuntamiento, CaixaBank y Fundación Bancaja, presta auxilio a los vecinos de cuatro barrios (Campanar, Zaidia, Carmen y Trafalgar), que ahora se extenderá a Olivereta. Consiste en acudir a sus fincas con una silla oruga que les permite bajar a la calle y luego volver a su casa: entre medias, recuperan actividades que habían perdido, como pasear o hacer algunas gestiones básicas. O hablar: volver a hablar con el resto de vecinos «les devuelve la vida», observa Hermoso, quien cita casos de personas beneficiarias del programa que llevaban años («Años», recalca) sin salir de su domicilio.
Son habitantes de esa ciudad plagada por centenares de miles de personas que se han convertido sin embargo, como explican desde Cruz Roja, en «invisibles». Al menos, socialmente. Las medidas implantadas desde esa entidad contribuyen a paliar los efectos más dramáticos de la vida en soledad e incluyen un servicio de atención telefónica que sirve también al mismo propósito: que sientan que hay alguien en algún sitio que piensa en ellas. Llamadas que por cierto pueden ser interminables y configuran además una relación estrecha, de mutuo afecto, entre quienes marcan el número y quienes descuelgan el móvil. Ayudas que desde Cruz Roja extienden a programas donde se facilita que quienes vivan solos se conozcan entre sí, generando entre ellos una red «entre iguales», y que a través de cursos para paliar la brecha digital y talleres formativos dispongan de mejores herramientas para transitar por ese viacrucis diario llamado soledad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.