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Una oficina improvisada en días de confinamiento Unsplash

De cómo nuestras casas se convirtieron en una oficina con colegio y gimnasio

El confinamiento ha hecho de nuestros hogares una zona segura, donde sentirnos protegidos, pero también nos ha obligado a crear espacios de trabajo y diversión donde antes sólo había muebles y libros

Marta Hortelano

Valencia

Lunes, 30 de marzo 2020

Ya lo decía Ben Harper en una de sus canciones más famosas. 'A house is a home even when it's dark' (Nuestra casa es un hogar incluso cuando está a oscuras). Y no podía tener más razón. Nuestras casas han permanecido ahí, silenciosas, desordenadas, a veces casi abandonadas, a oscuras, esperando su momento. Como si aguardaran una reconciliación con quienes las morábamos de manera intermitente entre línea y línea de agenda. Entre ida y venida. Pero su momento ha llegado, y con qué intensidad. Nuestras habitaciones, apartamentos, pisos, chalets o adosados se han convertido estos días de confinamiento en nuestros fortines. Nuestros castillos. Nuestra zona segura, esa en la que no nos puede pasar nada malo. Pero también en nuestros gimnasios, nuestras escuelas, institutos, universidades. Son ahora nuestras oficinas, nuestros parques de juegos, nuestros restaurantes y hasta nuestras gradas desde las que aplaudir las grandes gestas sanitarias.

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De cómo ha cambiado el concepto de vivienda e incluso su funcionalidad ya nos habló el ilustrador valenciano Daniel Torres en su obra maestra 'La Casa' (Norma Editorial) hace unos años, con un repaso a la historia de los hogares desde que la humanidad es humanidad. Desde que la cueva era un simple cobijo, hasta lo que hoy entendemos como el moderno espacio en el que desarrollamos nuestra vida fuera de la laboral y social. Nuestros refugios suponen nuestra mejor manera de representar que hemos echado raíces en un sitio. Toda casa siempre esconde dentro un concepto más allá del espacio que habitamos. Es el lugar en el que sentimos seguridad, el que nos aporta tranquilidad y resguarda nuestra intimidad. Pero también, un derecho recogido en la Constitución, el que más información acerca de nosotros mismos aporta y el espacio que despierta más curiosidad en propios y ajenos de una manera casi misteriosa. Nuestra casa completa el retrato de nuestra vida privada y, en estos días de confinamiento nos abre los brazos para brindarnos el abrazo del que nos ha privado el coronavirus.

Si las paredes hablaran nos dirían que adelante. Nos dirían que movamos los muebles sin miedo y pongamos la casa patas arriba para llevarnos la mesa al lado de una buena ventana para trabajar con luz natural. Nos dirían que plantemos sin miedo la elíptica en medio del salón mientras dure el aislamiento y que saquemos la vajilla de los domingos aunque sea lunes. Y que no dudemos en cambiar el cuarto de la plancha para esparcir los juguetes por el suelo. Y es que estos días, una de las claves para mantener el equilibrio entre trabajo, ocio y descanso está concentrado con suerte en 90 metros cuadrados. Hasta la fecha, nuestros hogares estaban pensados para un uso más convencional. La mayoría de mortales las habitamos para desayunar, pocos para comer y una buena parte de nosotros nos reencontramos con ellas para cenar y dormir. Sin embargo, con el decreto del Estado de alarma, pasamos confinados las 24 horas del día en nuestros domicilios, que sólo abandonamos para ir a la compra y deshacernos de la basura, sin perro mediante. Así que no nos ha quedado más remedio que adaptar nuestra casa a nuestras nuevas necesidades, sobre todo en dos niveles: el puramente funcional y el emocional.

Nuestra casa es estos días de confinamiento nuestra zona segura Unsplash

Desde el punto de vista de la arquitectura de interiores, la principal complicación surge por tener que redistribuir unos espacios que estaban ya definidos desde que elegimos el número de habitaciones, los muebles, la decoración o el uso de cada estancia. De manera que sólo podremos realizar pequeños cambios que nos mejoren el día a día en nuestros hogares en esta situación de excepcionalidad. Desde el estudio de arquitectura interior SINMAS Estudio, Sigfrido Serra y Mateo Climent, sus confundadores, hacen un llamamiento a «aprovechar este momento para sacarle partidos a las casas, de demostrar su versatilidad». Se trata de ver en nuestro tiempo en la vivienda como una oportunidad de replantearnos las utilidades. «Es el momento de mimar la casa», dice Mateo, que advierte de que se ha producido una «rotura total» de las normas que hasta ahora regían los hogares. Por ejemplo, a la hora de utilizar a diario elementos de menaje que guardábamos para las grandes ocasiones. Pone también la vista sobre los balcones y su nuevo uso. «Es nuestro punto de comunicación con el exterior y lo teníamos olvidado. Era casi como un trastero», señala, y anima a volver a vestirlo de plantas para alegrarnos nuestras salidas. «Es momento de reenamorarnos de nuestro hogar sin grandes obras ni cambios que ahora no se pueden hacer».

Ahora, por ejemplo, cobran más importancia detalles a los que ahora habíamos dado menor relevancia, como la iluminación de nuestros espacios, ahora reconvertidos en centros de trabajo. Los salones, sin ir más lejos, suelen tener luces cálidas porque están destinados a un uso recreativo, para propiciar ambientes que sirvan de transición hacia el descanso. O algo tan, a priori, accesorio, como las cortinas. Arantxa Porter, responsable de comunicación de Equipo DRT, ahonda en esa importancia. «Las cortinas nos proporcionan privacidad y nos permiten elegir cuánto y cómo queremos que nos vean». Pero también filtran luz y sonido. «Son excelentes aislantes acústicos del exterior», asegura, y también de la temperatura, pues regulan la entrada de sol y de frío desde el exterior. Las cortinas, como casi todo en un hogar, es un tema cultural, y en España tienen un arraigo muy extendido. Sin embargo, su funcionalidad sigue siendo a día de hoy entendida como la de un mero objeto decorativo. Algo que este confinamiento ha tirado por tierra. Sobre todo si carecemos de ellas. «Son decoración, pero también mucho más. Igual que elegimos nuestros muebles o nuestros cuadros, las telas hacen que nuestras casas no se vean desnudas y frías».

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Las ventanas y balcones se han convertido en nuestro punto de conexión con el exterior Unsplash

Desde el punto de vista meramente sensorial, los expertos también recomiendan pequeños cambios que pueden acabar de ayudarnos a pasar mejor esta temporada en casa. Raquel Moyà y Estefania Amengual, psicólogas de Ypsi Hablamos, comparten que nuestro hogar «es el lugar más importante de nuestro mundo en pleno confinamiento». «Estamos pasando mucho tiempo bajo el mismo techo y cosas que antes nos pasaban inadvertidas ahora no lo hacen», explican. Entre las cosas que pueden ayudarnos a mantener nuestras emociones a raya en el aislamiento doméstico ellas recomiendan mantener el espacio ordenado y limpio para que sea agradable estar en casa, redecorar algún espacio en el que vayamos a pasar más tiempo para sentirnos más a gusto, vestirnos al empezar el día de trabajo y desvestirnos al acabarlo para crear límites entre vida activa y descanso, o intentar probar algo para lo que nunca sacábamos tiempo.

Buscar tiempo para hacer algo nosotros solos en un sitio distinto al que lo hace el resto de la familia es otra de las recomendaciones de los expertos, así como utilizar pequeños trucos como poner y quitar la mesa cada vez que la usamos, no comer delante de la tele y mantener a raya las tareas domésticas. Desde el Instituto Klein, por ejemplo, la doctora Neus Córdoba, habla de ser «comprensivos» a nivel emocional en un momento de incertidumbre como el que vivimos e introduce el concepto de «flexibilidad» para hablar de compartir el tiempo y racionalizar los horarios de todo lo que hacemos en la vivienda.

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Y es que la crisis del coronavirus le ha acabado dando a nuestras cuatro paredes la vida que nuestra rutina les habían quitado. Ahora más que nunca cobran especial sentido expresiones como 'se me cae la casa encima'. Pero también otras que llevamos pronunciando desde nuestra infancia. Al fin y al cabo, cuando alguien te perseguía jugando al pilla pilla, el sitio en el que quedabas salvado siempre era ¡CASA! Y yo estos días, me quedo en casa.

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