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Fernando Miñana
Domingo, 24 de junio 2018
Pablo Escobar tenía una obsesión por los hipopótamos cuando era un niño. En aquella época rellenaba un álbum de animales y el que más se le resistía era el de este enorme mamífero, como recordaba su hermano Roberto en un documental ('Los hipopótamos del capo') de Discovery Channel.
Cuando 'El Patrón' se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo gracias al tráfico de cocaína, un negocio ilegal que le reportó miles de millones de dólares, levantó Hacienda Nápoles en Puerto Triunfo, en el corazón de Colombia. Y convirtió esa vasta propiedad -unas 3.000 hectáreas de terreno- en una exhibición de su poder. Allí, tras el arco de entrada coronado por la avioneta que utilizó para llevar su primer cargamento de droga a Estados Unidos, los visitantes podían encontrar seis piscinas, 27 lagos artificiales, una gasolinera, un aeródromo, un helipuerto y hasta una plaza de toros.
Su pasión por los animales le llevó a importar un centenar de aves que pidió que colocaran en un árbol al lado de su dormitorio. Pero lo más esnob, quizá, fue un zoológico privado con todo tipo de especies. Allí, comprados en el mercado negro, reunió elefantes, jirafas, cebras, rinocerontes, avestruces... y, para completar el 'álbum', cuatro hipopótamos traídos de África en 1981: tres hembras y un macho.
Escobar murió por un disparo de la Policía el 2 de diciembre de 1993. Su imperio se desmoronó y Hacienda Nápoles fue desmantelada. La Dirección Nacional de Estupefacientes decomisó todas sus propiedades, pero debió olvidarse de los hipopótamos, que siguieron reproduciéndose hasta multiplicarse por diez.
Muchos siguen en el mismo sitio, en aquel lugar ahora reconvertido en un parque temático que conserva, cosas del marketing, el nombre de Hacienda Nápoles. Pero otros ejemplares se escaparon y emigraron para establecer su territorio en Magdalena Medio, un municipio del departamento de Antioquia donde se expanden de manera incontrolada sin que nadie se atreva a dar con la solución más oportuna.
El hipopótamo es un animal territorial que defiende su tramo de agua de manera muy agresiva. Su colonización implica, por tanto, un riesgo para los pescadores de esta región y la huida de las especies autóctonas. En su hábitat natural, en África, las poblaciones se regulan de manera natural por la acción de los depredadores y las sequías. Pero en Colombia no encuentra ninguna amenaza y tiene agua y comida para hartarse.
En estas condiciones, y con su facilidad reproductora, el asunto ha dejado de ser un toque exótico para convertirse en un severo problema medioambiental. Muchos biólogos dicen que la única salida es su exterminio, pero matar a un hipopótamo, al contrario de lo que puede ocurrir con una serpiente o un cocodrilo, es muy impopular. El primero en caer, un ejemplar conocido como 'Pepe' que había matado a siete terneros, desató una ola de protestas en todo el país que desembocó en una manifestación frente al Ministerio de Medio Ambiente en Bogotá.
Nadie más se ha atrevido a seguir por esta vía. Una alternativa es llevarlos a zoológicos del extranjero, pero su traslado y mantenimiento es muy caro y tampoco es que sea una especie en peligro de extinción. Además de la inquietud de que se lleven consigo parásitos que no existen en el destino. Aún así, dos se van este mes a Ecuador y otro par a Uruguay.
La tercera posibilidad es castrarlos, pero para ello es necesario anestesiarlos primero y esto es todo un riesgo para el animal. Por su tamaño -puede llegar a pesar cuatro toneladas- son necesarias grandes dosis de somníferos que pueden causarle la muerte o provocar que se refugie bajo el agua, una huida letal para un animal que va a quedarse dormido.
Así es como, 25 años después de la muerte de Pablo Escobar, Colombia, que sigue sin saber muy bien qué hacer con estas colonias, se ha convertido en el país, fuera de África, con mayor número de hipopótamos. Una rareza que nadie sabe cómo corregir y que supone una peligrosa amenaza para los habitantes de esta región de Magdalena Media con nueve municipios en un área de casi 5.000 kilómetros cuadrados, prácticamente la superficie de la provincia de Pontevedra.
En alguna ocasión han llegado hasta las calles de alguna población, como sucedió en 2017, cuando los ciudadanos de Doradal grabaron con sus teléfonos móviles el paseo de un hipopótamo por su pueblo. Fue un día inolvidable pero muchos subestimaron el peligro del segundo mamífero terrestre más grande del planeta (solo le supera en tamaño el elefante), responsable de decenas de muertes cada año en África. No hay otro más mortífero en el continente negro. Colombia, que aún llora el rastro de sangre que dejó el cártel de Pablo Escobar, hereda otro problema con su nombre y apellido.
El segundo más grande El hipopótamo es, por detrás del elefante, el segundo animal terrestre más grande del planeta. Pesa entre 1,5 y 4 toneladas y dispone de grandes colmillos. En estado salvaje solo vive en África.
40 años es su promedio de vida. Se reproducen con facilidad y el periodo de gestación es de ocho meses. Las crías suelen pesar unos 45 kilos. Son animales herbívoros y semiacuáticos, capaces de permanecer hasta ocho minutos bajo el agua.
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