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Miércoles, 21 de febrero 2024, 16:16
Mar Romera cree que el mundo no está lleno de gente que se equivoca sino de cobardes que no lo intentan. Con la «auctoritas» que le otorgan más de 30 años de experiencia docente en todas las etapas del sistema educativo, desde la educación infantil hasta la universitaria, esta maestra de maestros e investigadora mantiene un discurso crítico y emocional que remueve conciencias allí donde va. Ella misma se denomina «hacker de la educación» ya que considera que para innovar en el ámbito educativo hay que deconstruir lo que hay institucionalizado.
«Debemos tener muy presente que los chicos aprenden de nosotros. Por eso, lo primero que tenemos que hacer es ser un buen espejo para ellos». Romera vino a decir que las familias tienden a echar la culpa de los problemas de sus hijos al colegio, al sistema educativo, al profesorado, a la tecnología…, cuando realmente lo que está fallando es que los niños no encuentran en sus familias amor, tiempo y seguridad suficientes para desarrollarse y evolucionar correctamente. Por eso, Romera insistió en que lo que necesitan es sentirse admirados y encontrarse seguros con sus familias. En ese punto, su cerebro está mejor preparado para el aprendizaje.
Tras este primer diagnóstico, destacó que «la excelencia emocional tiene que estar presente en la educación de nuestros peques. La educación es como cocinar, si queremos que salga bien tenemos que dedicarle tiempo, presencia, sentido común y respeto». Sobre este asunto quiso hacer hincapié en que los niños tienen que aprender a fracasar y no solo a tener éxito y que «el fracaso solo se supera con valores y los valores se aprenden por espejo, no se cuentan», explicó.
Esta amante de J.K. Rowling admitió que «la profesión más difícil e importante del planeta es la de profesor. En ellos está la fortaleza y la debilidad de la educación. En esta profesión hay magos y dementores, como en Harry Potter, aunque, afortunadamente, el ejército de profesores buenos es mayoría». En este sentido, precisó que es necesario que las familias y la escuela se conecten para trabajar en el mismo equipo. «Los niños necesitan un referente equilibrado emocionalmente y si lo encuentran tanto en sus hogares como en el colegio todo funcionará mejor».
«Se enjuicia a la tecnología, a las redes sociales y a los contenidos que se publican, pero el verdadero problema es que los dispositivos están fabricados por las grandes empresas tecnológicas para ser adictivos. Ese formato está destrozando los cerebros, todavía inmaduros, de nuestros jóvenes», confirmó. Por eso, consideró que los niños de dos a tres años no deberían tener acceso a ninguna pantalla porque su uso contamina tanto como el tabaco. Es más, los padres tampoco deberían usar pantallas delante de ellos.
Con respecto al uso de la Inteligencia Artificial en las aulas fue mucho más generosa. «A mis alumnos de un máster universitario les digo que si no utilizan ChatGPT les suspendo», ironizó Romera. Lo que quiso decir es que en la IA generativa ve un complemento perfecto para el ser humano. «La máquina tiene mucha memoria, encuentra datos con rapidez, pero no es creativa ni tiene imaginación por lo que somos complementarios», concluyó.
Para Romera el reto educativo de este siglo es saber ayudar a los estudiantes a «sentir pensando y pensar sintiendo». Los más pequeños y los adolescentes necesitan que los escuchemos sin interferencias de por medio, sin tecnología. «Tenemos que sintonizar emocionalmente con ellos para establecer un vínculo y, para eso, el tiempo es el mayor regalo que les podemos dar».
La psicopedagoga insistió en que es preciso entrenar y acompañar a los niños en la vida real para mostrarles los obstáculos que hay, cuanto antes, y que sepan enfrentarse a ellos sin sobreprotección. «Yo no puedo elegir las circunstancias de mi vida, pero sí elijo lidiar con ellas con buena actitud para intentar cambiarlas, por difíciles que sean». Por otra parte, quiso mencionar que «estamos en una carrera por el éxito y a veces hemos creído que éxito y felicidad es lo mismo porque así nos lo han vendido las marcas». Sin embargo, explicó que habitualmente confundimos el placer que es pasajero y consiste en «tener» con la felicidad que es eterna y consiste en «dar». Quizá esta sea una de las razones por la que «somos el primer país del mundo en consumo de ansiolíticos».
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