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Alumnos en un aula durante una prueba. LP
Casi 200 profesores universitarios firman para pedir más clases presenciales

Casi 200 profesores universitarios firman para pedir más clases presenciales

Los docentes lamentan el «escaso apoyo real» de la Universitat y el retraso en materia telemática

manuel garcía

VALENCIA

Martes, 16 de junio 2020

«Nuestra enseñanza no es a distancia. Es presencial». Juan Carlos de Miguel es profesor del Grado de Lengua y Literatura Modernas en la Universidad de Valencia. Especializado en la lengua y literatura italianas, recuerda con algo de añoranza las enseñanzas del profesor Ezio Raimondi en la Universidad de Bolonia. El entusiasmo que generaba entre sus alumnos, las colas a la puerta de su despacho. Aunque él, modesto, afirma que no le llega «ni al tacón», considera que éste es sólo un ejemplo de por qué la enseñanza presencial es necesaria y por qué los alumnos, algunos de ellos profesores en un futuro, «es fundamental que tengan modelos» como los que ofrecen los docentes.

Por ello y por otros muchos motivos, decidió impulsar, no sin dificultades en un contexto de aislamiento y nulo contacto social, un manifiesto en favor de una universidad pública y presencial que ya han firmado más de 170 profesionales docentes de muy diferentes áreas del conocimiento, cifra que espera siga subiendo en las próximas jornadas. En el manifiesto afirman su «fe y confianza» en las relaciones interpersonales directas profesor-estudiante y estudiante-estudiante, «la que ha regido la vida de las universidades durante siglos«. La enseñanza online y reuniones telemáticas «han sustituido pobremente a las relaciones interpersonales directas».

Alertan de que un grupo de 20 niños de una clase tendría contacto con más de 800 personas en dos días

De Miguel, quien remarca que se trata de una causa «colectiva», sostiene que un docente «necesita expresarse oralmente, dialogar, usar su mímica, mirar a la cara a sus estudiantes y percibir si lo que explica es entendido, interrogar con la mirada, con la voz, y captar la respuesta. Necesita mostrar libros, documentos, visibilizar objetos».

Por su parte, el estudiante necesita tratar directamente con el profesor, «hablar con él, identificarlo con su presencia, con sus modos, sus esquemas y anotaciones improvisadas en las pizarras, poder acudir a sus tutorías, etc. Todos somos universidad y entre otros hemos de relacionarnos».

La función formativa

El profesor considera, en declaraciones a LAS PROVINCIAS, que a través de Internet se puede cumplir con la función «instructiva», pero la «formativa es algo más amplia y en ella tiene que estar el profesor».

Los firmantes son conscientes de que hay que ser prudentes ante esta situación, pero que las clases no sean presenciales debe ser algo «excepcional»: «Queremos dar clases en las aulas y solo excepcionalmente de manera telemática cuando se establezca el cierre imprevisible de las universidades». Para esta situación, y en previsión de los posibles paréntesis, la Universitat de València debe proveer de medios técnicos y materiales a su personal, especialmente a profesores e investigadores.

En el manifiesto también criticaron la labor de la UV durante este inédito periodo. Afirmaron que los criterios y las instrucciones recibidas de las autoridades responsables «no han sido siempre coherentes y claros. No menoscabamos su trabajo, pero sí cuestionamos su orientación y eficacia». Explicaron que les han llegado muchos documentos: circulares, tutoriales, reuniones de diverso tipo «pero muy escaso apoyo real. No ha habido un respaldo claro y explícito desde el primer momento a nuestra capacidad resolutiva ante el reto suscitado». Incluso apuntan que algunas de las «indicaciones o tímidos ofrecimientos de ayuda llegaron tarde».

Se mostraron sorprendidos porque la prioridad haya sido «blindar la legalidad de lo que se iba a efectuar en nuestras clases, al parecer, por temor a recursos judiciales, evaluaciones futuras, etcétera».

Muchas de estas aplicaciones usadas tienen tras de sí, apuntaron, «a grandes compañías internacionales con fuertes intereses comerciales, que escapan a nuestro control y al de la Universidad». En este sentido, muchos usuarios, tanto profesores como estudiantes, «se han sentido inseguros y desprotegidos y se han quedado sin tener la certeza de quién iba a tener acceso y en qué condiciones a todas estas grabaciones».

Quejas por la formación

Esta situación de emergencia, en la que tuvieron que «improvisar» una docencia no presencial dejó en evidencia «lo poco que en la Universitat de València se había hecho en los años anteriores en favor de una formación telemática seria». Según estos profesores, «no se estudió ni midió el uso que se hacía del 'Aula virtual' y sus recursos por parte de docentes y estudiantes» y lamentan que tampoco se tuvieran en cuenta las posibles críticas o sugerencias al respecto. No se establecieron, continuaron detallando, números telefónicos específicos de consulta ni despachos de técnicos para pedir asesoramiento personal.

Se quejaron de que casi todo estuviera confiado a un «aprendizaje voluntarista, a unos pocos cursillos ofrecidos cada año desde el Servei de Formació Permanent y a una fría dirección de correo electrónico (aula.virtual@uv.es)».

Recordaron que lo han dado todo para superar esta crisis: «Hemos puesto nuestro tiempo y nuestra vista, pero también las infraestructuras materiales: nuestras casas, nuestros ordenadores domésticos, la línea de Internet, las impresoras, el papel, la tinta, etc». Y todo esto ha sido «en pro de la universidad y de sus estudiantes, realizando muchos sacrificios personales».

Su conclusión es que ni todo el profesorado ni todo el alumnado estaba en condiciones materiales y técnicas de abordar la enseñanza telemática y, por lo tanto, «se ha producido un empobrecimiento de la relación estudiante-profesor. Se ha dificultado la comunicación. Han surgido conflictos nuevos. Todo se ha vuelto farragoso y complicado«.

Señalan que se ha producido la paradoja de «adelgazar los objetivos y los programas de los cursos» pero, sin embargo, «ha aumentado la cantidad de trabajo de todos».

Colectivos de padres y sindicatos, contra la enseñanza online

La información telemática en ningún caso puede sustituir a la presencial. Los sindicatos educativos y las asociaciones de padres de alumnos coincidieron en el diagnóstico apuntado ayer en LAS PROVINCIAS por los directores.

Desde Covapa, su presidenta, Sonia Terrero, apostó por la necesidad de dar un dispositivo electrónico a todos los alumnos, mientras que José Antonio Rodríguez, de la Confederación de Padres de la Enseñanza Concertada, Concapa, afirmó que se ha cometido el error, pese al esfuerzo de la Generalitat, de dar ayudas a determinados centros «cuando en su lugar deberían centrarse en el caso del alumno que lo necesite, independientemente de su centro».

Desde los sindicatos coincidieron en destacar las «carencias evidentes» de la enseñanza telemática que deben ser corregidas con inversiones.

Por su parte, la ministra Isabel Celaá anunció ayer que los alumnos más vulnerables contarán el próximo curso con 500.000 dispositivos electrónicos en préstamo, gracias al convenio firmado entre los ministerios de Educación y Asuntos Económicos, y Red.es para el desarrollo del programa Educa en Digital, dotado con hasta 260 millones de euros. De la dotación total del programa, 190 millones de euros se movilizarán a través de Red.es, 184 millones de fondos Feder y 70 millones desde las comunidades que se adhieran a esta iniciativa para dotar de dispositivos y conectividad a centros de titularidad pública.

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