

Secciones
Servicios
Destacamos
Médicos, profesores, empresarios. Mayores, jóvenes… Da igual la dedicación, edad o creencias religiosas. Son muchos los valencianos que guardan en su memoria vivencias personales para las que el paso de los años no trae una explicación razonable. Sean o no paranormales (no habrá manera de saberlo), sean o no proyecciones de su mente, son percepciones que les han marcado.
Esos relatos suelen reservarse o se comparten sólo con personas íntimas, con el convencimiento de que otros no les van a creer. Los testigos temen, a menudo, que duden de su veracidad y se cuestione su razonamiento o estado mental. Por eso hemos buceado entre familias valencianas rescatando vivencias desde el respeto, la honestidad y el anonimato (quien lo prefiere). Eso sí, poniendo el filtro en personas completamente cabales que llevan una vida normal y, sencillamente, no pueden encajar lo que vivieron.
Cierto es que en mi vida me han pasado unas cuantas cosas inexplicables. O al menos no definidas como normales. Pero os contaré, yo creo, la primera vez que algo así me ocurrió.
Mi familia y yo veraneábamos en un pueblo costero de Valencia. Allí pasé unos años maravillosos y tranquilos. Fue una mañana, temprano. Ya me había despertado y estaba remoloneando en la cama. No recuerdo la edad, pero tendría poco más de veinte años. Estaba muy relajada, casi en duermevela.
De pronto, empecé a oír un zumbido en mis oídos. Era como tener cerca un motor de avión. Y mientras lo oía comencé a 'despegarme' de mi cuerpo, con una sensación como cuando estiras un chicle y quedan unidos dos trozos por un hilo. Empecé a elevarme por encima de la cama, en oblicuo hacia el techo. Me acuerdo mirar el techo a dos o tres centímetros de mis ojos. Incluso ver el detalle de la pintura típica del gotelé, viendo los bultitos de la pintura cerquísima.
Noticia relacionada
A continuación, miré hacia abajo, a la cama y me vi en ella tumbada. Casi entro en pánico. Comencé a hacer un esfuerzo para bajar de nuevo e ir acortando el hilo que nos unía a mi. Yo, que se había elevado, y mi cuerpo.
Y digo esto, porque soy plenamente consciente que mi Yo, mi mente, mi alma era la que se había elevado, y mi cuerpo yacía abajo inerte, sin sentir lo que sentía mi alma, que era mi Yo.
Fue una experiencia que me impactó sobremanera y me aterró en su momento. Al cabo de unos años, alrededor de los treinta, me volvió a pasar unas cuantas veces más. Tenía horror a irme a dormir y entrar en ese estado de serenidad antes del sueño, empezar a oír ese zumbido característico y ver que me elevaba de nuevo.
Siempre hice un esfuerzo muy fuerte para regresar al cuerpo, ya que intuía que, como me dejara llevar, mi Yo volaría quién sabe hasta dónde y si podría volver.
Recé mucho para no volver a tener esa experiencia y, gracias a Dios, mis oraciones fueron escuchadas hasta ahora. Han pasado más de veinte años desde la última vez.
Publicidad
Almudena Santos y Lidia Carvajal
Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Sara I. Belled
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.