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María Fernanda Alvarado
Una voz salvadora al borde de la muerte
VALENCIANOS ANTE LO INEXPLICABLE (2)

Una voz salvadora al borde de la muerte

«Los médicos dijeron a mi mujer que sólo un milagro podría salvarme del Covid. Ella grabó un audio para despedirse y me lo reprodujeron en la UCI. No recuerdo nada, pero me cuentan que sonreí, reaccioné y empecé a mejorar de manera sorprendente»

Domingo, 5 de mayo 2024

Médicos, profesores, empresarios. Mayores, jóvenes… Da igual la dedicación, edad o creencias religiosas. Son muchos los valencianos que guardan en su memoria vivencias personales para las que el paso de los años no trae una explicación razonable. Sean o no paranormales (no habrá manera de saberlo), sean o no proyecciones de su mente, son percepciones que les han marcado.

Esos relatos suelen reservarse o se comparten sólo con personas íntimas, con el convencimiento de que otros no les van a creer. Los testigos temen, a menudo, que duden de su veracidad y se cuestione su razonamiento o estado mental. Por eso hemos buceado entre familias valencianas rescatando vivencias desde el respeto, la honestidad y el anonimato (quien lo prefiere). Eso sí, poniendo el filtro en personas completamente cabales que llevan una vida normal y, sencillamente, no pueden encajar lo que vivieron.

Objetos que se mueven por una fuerza desconocida, una niña que sabe cosas que nadie le ha contado, presencias percibidas de una manera potente y distinta a cualquier otra sensación corpórea, un jinete fantasmal o un alma que asciende para regresar al cuerpo. Estas son algunas de las experiencias, en primera persona, de valencianos ante lo inexplicable.

Rafael Andarias. Médico jubilado y escritor. 68 años

Soy médico desde los 23 años y, como es natural por mi vocación, siempre he sentido el afán de ayudar a los demás. En un plano personal, también he tenido curiosidad por conocer los misterios del ser humano. Hoy me encuentro felizmente jubilado, tras pasar más de una década en urgencias del Hospital de Dénia, trabajo que he combinado con mis grandes aficiones: la lectura, la escritura y el ajedrez.

Lo que narro no lo puedo recordar, porque me sucedió en estado de inconsciencia. Debo señalar, asimismo, que mis compañeros médicos me confesaron meses después que llegué a estar al borde de la muerte.

Y fue de la siguiente manera. En la primera ola del coronavirus, en 2020, me contagié gravemente y me ingresaron durante más de un mes en el hospital en el que he ayudado y asistido a miles de pacientes. De ese lapso de tiempo, 23 días transcurrieron en la UCI, intubado y sedado.

El doctor Rafael Andarias, tras superar su paso por la UCI, en su casa de Xàbia. Jesús Signes

Comencé con los síntomas típicos: tos, cansancio, fiebre en aumento, falta de aire… hasta que me hospitalizaron en Medicina Interna. Ante mi empeoramiento en picado me trasladaron a intensivos, donde no mejoré. Uno de los días en que mi estado se tornó más crítico, un médico llamó a mi mujer Paqui y le anunció, más o menos con estas palabras: «Sólo un milagro puede hacer que salga adelante».

Cuando me dieron de alta, mi esposa me contó esta conversación y entonces pensé que cuando un intensivista dice algo así sabe muy bien de qué habla. Ante los nefastos augurios, Paqui quiso despedirse de mí, pero no podía hacerlo en persona por el aislamiento. Por eso decidió grabar un audio con el móvil en el que transmitió el esfuerzo y ánimo de todos los que me aprecian. Lo hizo llegar a una auxiliar del hospital y esta lo reenvió, a su vez, a un enfermero que estaba de guardia. Y me lo puso al oído.

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Me contaron que reaccioné con un imperceptible gesto de la cara y que dibujé una sutil sonrisa. El caso es que en las siguientes horas empecé a mejorar de un forma que los médicos no terminaron de explicarse y que alguno calificó de «milagrosa», hablo de profesionales muy serios. Ese día fue una fecha muy significativa: Domingo de Resurrección.

Supe más tarde que durante mi estancia en la UCI se había pensado mucho en mí: oraciones, rosarios cirios, ofrendas... Un hombre de 90 años, que no conocía de nada, subió a la colina de Santa Lucía de Xàbia rogando por mi curación. También hubo grupos de meditación, súplicas... Es decir, creyentes y no creyentes desearon mi recuperación. Cuando regresé a Xàbia muchas personas coincidieron en decirme que debe de existir una fuerza más allá de lo que conocemos.

¿Alguna posible explicación? La 'medicina' del amor, las creencias o la música

A la vista de las experiencias relatadas, un experto aporta una posible interpretación desde su conocimiento científico o profesional. Siempre con la lógica distancia de no haber presenciado las vivencias y contar únicamente con las pistas de la historia narrada . En este caso, el análisis corresponde a Marisa Blasco, médico intensivista y jefa del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Clínico de Valencia. Esta es su reflexión:

Toda mi carrera profesional, de más de 30 años, ha transcurrido en la UCI del Hospital Clínico de Valencia. Allí he asistido y tratado a cientos de pacientes en sus momentos más críticos, cuando la vulnerabilidad es extrema y las posibilidades de fallecer son grandes. Muchas han sido las experiencias. Desde mi posición agnóstica y laica en religiosidades y espiritualidades, me defino con una mentalidad abierta y respetuosa con los valores y creencias.

Desde el año 2020 empecé a realizar una asistencia algo distinta pero altamente enriquecedora: se instauraron las consultas externas Post-UCI en mi servicio. En esas consultas veo al paciente en situación más estable a los tres o cuatro meses después del ingreso, en una supuesta recuperación parcial o completa. Y allí se exploran las posibles secuelas generadas durante el episodio crítico.

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Durante esa consulta afloran muchas percepciones, sensaciones y sentimientos que el paciente experimentó y que no pueden explicar. La gran mayoría son lo que los sanitarios entendemos como delirios provocados por la gravedad, insuficiencia respiratoria, fármacos sedantes o bajas tensiones arteriales. Estos y otros factores favorecen la aparición de este delirio, muchas veces en forma de alucinaciones o sueños continuos. Lo refieren como «yo no dormía, estaba todo el tiempo viendo cosas».

A veces relatan cómo, en un momento, algo cambia en su vivencia de la que hace que su conexión con el mundo real sea autentica. Un paciente ingresado en la primera ola del Covid estaba convencido de la muerte de su esposa, por lo que no tenía ganas de vivir. Realmente quería morirse. Y recuerdo que me comento: «Mi doctora llegó una mañana e hizo una videollamada a mi mujer para que yo la viera y hablara con ella». Desde aquel momento recuperó las ganas de vivir y salió de la gravedad.

Marisa Blasco, en un descanso de su trabajo en el Hospital Clínico durante la pandemia. Txema Rodríguez

Antes de la pandemia tuvimos una paciente joven ingresada tras una parada cardiorrespiratoria por un problema cardiaco. Estuvo muchos días en coma hasta que un día todo cambió. Durante un micro concierto de la organización Músicos por la Salud esbozó una media sonrisa, comenzó a mejorar y pudo ser dada de alta.

Mi teoría es que en los estados de importante gravedad, cuando las maquinas son las que nos mantienen con vida, no sólo los tratamientos y soportes técnicos ayudan. Parte de la recuperación depende de la fuerza del individuo compuesta por sus defensas y su estado basal. Pero también sus ganas de vivir, sus valores y anclajes con este mundo. Y en esta parte también nos deberíamos centrar, explorando con familias y allegados todo lo que no conocemos de nuestro paciente e intentar potenciarlo.

Abrir las puertas de nuestras UCI es el primer paso para que los familiares y allegados puedan estar con nuestros pacientes, y no sólo visitarlos. Incluso en estado de inconsciencia por sedación, cada vez más ligera por protocolos. La voz de un ser querido no se puede sustituir por nada. Los micro conciertos son otra gran medida para la recuperación y estoy convencida de ello.

La interpretación de estas mejorías, que sin duda se producen, son y deben ser vividas por los pacientes desde sus valores y creencias, pues finalmente son los que les mantienen, definitivamente, en este mundo.

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