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El zapato que se movía solo
VALENCIANOS ANTE LO INEXPLICABLE (1)

El zapato que se movía solo

«Retrocedió de nuevo en línea recta, giró 90 grados, se quedó con la punta hacia la puerta y, una vez quieto, los cordones comenzaron a moverse. Era inverosímil. En otra ocasión vimos una silla avanzar hacia la pared por una fuerza inexplicable»

Sábado, 27 de abril 2024, 01:54

Médicos, profesores, empresarios. Mayores, jóvenes… Da igual la dedicación, edad o creencias religiosas. Son muchos los valencianos que guardan en su memoria vivencias personales para las que el paso de los años no trae una explicación razonable. Sean o no paranormales (no habrá manera de saberlo), sean o no proyecciones de su mente, son percepciones que les han marcado.

Esos relatos suelen reservarse o se comparten sólo con personas íntimas, con el convencimiento de que otros no les van a creer. Los testigos temen, a menudo, que duden de su veracidad y se cuestione su razonamiento o estado mental. Por eso hemos buceado entre familias valencianas rescatando vivencias en primera persona. Desde el respeto, la honestidad y el anonimato. Eso sí, poniendo el filtro en personas completamente cabales que llevan una vida normal y, sencillamente, no pueden encajar lo que vivieron con el actual conocimiento de la física o el contexto del momento de la experiencia.

Francisco. 75 años. Empresario jubilado

Ocurrió hará ya doce años. Creo que fue en primavera. Aquel día había tenido una reunión de trabajo en Madrid. Fui con mi hija en tren y, después de comer fuera, regresé ya por la tarde a mi casa, en una urbanización de Camp de Turia.

Al llegar, saludé a mi mujer y a mi cuñada. Luego fui a mi dormitorio a quitarme el traje y a ponerme cómodo. Hasta ahí todo normal. Lo realmente extraño sucedió al descalzarme. Me quité los dos zapatos sin desanudar y con un pie los empujé hacia el hueco de debajo de la cómoda, donde los dejo siempre.

El primero se quedó en su lugar, pero el segundo salió al exterior por completo empujado por una fuerza. Muy extrañado, lo volví a intentar y, por segunda vez, volvió a ocurrir. En línea recta, hacia fuera y sin explicación alguna.

Asustado, llamé a mi mujer para asegurarme que no era algo que ocurriera en mi cabeza. Ya con ella delante, lo volví a empujar por tercera vez y por tercera vez salió. En el cuarto intento por dejarlo en su lugar fue cuando ocurrió lo más sorprendente: retrocedió de nuevo en línea recta, giró 90 grados, se quedó con la punta hacia la puerta y, una vez quieto, los cordones comenzaron a moverse. Como he dicho, estaban anudados. Y aleteaban como si soplara el viento, cosa que no ocurría. Fueron tres o cuatro segundos en los que se agitaban suavemente, como si fueran los brazos de una bailarina. Un movimiento inverosímil e inexplicable.

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Mi mujer llamó a su hermana para que lo viera. Ella se acercó, repetí la maniobra y entonces el zapato permaneció ya en su lugar. Como es lógico, nos agachamos para ver si había algo debajo de la cómoda, un animal o algún objeto flexible que empujara hacía fuera. No había nada. Vacío. Un simple hueco bajo un mueble de unos 40 centímetros de profundidad.

Desde la física, que conozco bien por mi formación como técnico, no le pude encontrar explicación. Magnetismo, descartado. No había nada metálico. Viento, descartado. Los factores ambientales, todos descartados.

Me volví a poner aquellos zapatos marrones después de aquello, con toda normalidad. De hecho, aún los conservo. ¿Qué me dice la cabeza y el corazón? Que es sencillamente inexplicable. No puedo interpretar o buscar causa en algo que no tiene ningún sentido.

En esta misma casa habían sucedido previamente movimientos inexplicables de objetos. En una ocasión se cerró una puerta sin la mínima corriente. Una noche hubo golpes fuertes en la puerta interior del chalé y no había nadie al abrir. Años antes, tres personas de la familia vimos cómo una silla se iba repentinamente contra la pared empujada por una fuerza inexplicable mientras estábamos sentados en el sofá. Aunque percibimos que no es natural, lo hemos aceptado con naturalidad. No nos ha generado miedo ni ha afectado a nuestra vida.

¿Alguna posible explicación? El efecto triboeléctrico

A la vista de las experiencias relatadas, un experto aporta una posible interpretación desde su conocimiento científico o profesional. Siempre desde la estimación, con la lógica distancia de no haber presenciado las vivencias y contar únicamente con las pistas que aporta la historia narrada . En este caso, el análisis corresponde al físico valenciano Javier Navarro-González. Y esta es su hipótesis:

Mi apuesta para explicar estos extraños fenómenos descritos es la electricidad estática. El conocido como efecto triboeléctrico hace que determinados materiales ganen o pierdan electrones al frotarse con diferentes materiales que tienen mas o menos afinidad por ganar o perder electrones.

Quizá, tras el largo viaje en tren, los zapatos ( en concreto las suelas) fueron almacenando o perdiendo electrones, de forma que al llegar a casa las suelas de estos zapatos se encontrarían cargadas con una gran cantidad de carga estática, especialmente si el día era fresco y seco.

Al llegar a casa y descalzarse, dependiendo del material del suelo, el primero de los zapatos cargados pudo dejar su carga estática en el suelo próximo. Al depositar el segundo zapato el suelo ya se encontraba cargado con una carga del mismo tipo.

Como es sabido, las cargas del mismo tipo producen una repulsión. Pienso que el segundo zapato pudo ser empujado por una extraña fuerza hacia el exterior. El fenómeno se repetiría siempre que se mantuvieran las superficies cargadas. Eso explicaría que al repetir la operación volviera a ocurrir lo mismo.

El movimiento de rotación del zapato y el de los cordones lo interpreto de acuerdo con esta hipótesis: que el movimiento de repulsión de la suela y el suelo produjera un cierto empuje que hiciera girar el zapato sobre su centro de masas. De esta forma la suela cargada entraría en contacto con otra zona del suelo no cargada produciendo su descarga de electricidad y mostrando el aleteo de los cordones como muestra del cambio de carga estática del zapato, que ahora se habría equilibrado con el resto de materiales. Esto último explicaría por qué no se volvió a dar el fenómeno de nuevo.

Es cierto que para que se produzca este fenómeno bajo mi interpretación se tendrían que haber producido unas condiciones muy concretas ambientales. Y una combinación de materiales de suela de zapato y suelo que la historia no detalla.

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