Médicos, profesores, empresarios. Mayores, jóvenes… Da igual la dedicación, edad o creencias religiosas. Son muchos los valencianos que guardan en su memoria vivencias personales para ... las que el paso de los años no trae una explicación razonable. Sean o no paranormales (no habrá manera de saberlo), sean o no proyecciones de su mente, son percepciones que les han marcado.
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Estas experiencias forman parte de la fascinación por lo que no comprendemos. Suelen reservarse o se comparten sólo con personas íntimas, con el convencimiento de que otros no les van a creer. Los testigos temen, a menudo, que duden de su veracidad y se cuestione su razonamiento o estado mental.
Por eso hemos buceado entre familias valencianas rescatando vivencias desde el respeto, la honestidad y el anonimato (quien lo prefiere). Eso sí, poniendo el filtro en personas completamente cabales que llevan una vida normal y, sencillamente, no pueden encajar lo que vivieron.
En esta ocasión es Antonio quien nos trae, en primera persona, un encuentro con alguien que define como su otro 'yo', prácticamente un doble. Esta es la experiencia que se plasma en la ficción literaria 'El hombre duplicado' de José Saramago y que luego llevó al cine Denis Villeneuve con 'Enemy'. ¿Es posible que existan 'gémelos' no biológicos? El valenciano no alberga duda de que aquel día de vacaciones de hace casi cuatro décadas, él se tropezó con el suyo. Y el otro, también.
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Nací en Valencia. Han pasado muchos años pero sigo sin olvidar lo que me ocurrió a mediados de los años 80. Yo estaba de vacaciones en Roma con mi novia cuando nos detuvimos, como tantos turistas, a tomar un helado en las escaleras de la plaza de España.
Era una tarde esplendorosa, casi mágica. Recuerdo que me impresionó el silencio con que nos comportábamos mientras veíamos pasar la vida y a nuestros semejantes. De repente, vi llegar por Via Condotti a alguien que me resultó conocido. En un primer momento no caí en quién podría ser. Lo miraba avanzar hacia las escaleras en compañía de otra persona, viendo su cara a ratos y a ratos no, porque la tapaba la gente.
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Cuando por fin llegó ante nosotros, supe quién era: era yo. Idéntico a mí. O casi. Más o menos de mi misma edad, altura parecida, complexión semejante y, sobre todo, mi misma cara. Con una particularidad: llevaba rastas en vez de mi peinado convencional de españolito de la época.
Le pegué un codazo a mi novia y le dije: 'Mira'. Hubo un momento en que el chico llegó hasta nuestra altura y se detuvo. Iba despistado, como buscando algo. Se puso luego a hablar con su amigo y emprendió de nuevo el paseo. Justo en ese momento, se fijó en nosotros. En mí, mejor dicho.
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Mi novia estaba asombrada. Los dos veíamos en silencio al chico, que se fue alejando mirando hacia atrás, hacia nosotros. También se había quedado sorprendido. Más que sorprendido. Patidifuso. Mientras lo veía perderse hacia el caserón donde tiene su sede la Embajada española ante el Vaticano ya dejó de mirar hacia atrás y yo recuperé el ánimo.
La proliferación de fotos a través de internet y redes sociales ha puesto de manifiesto la existencia de 'dobles' o, cuanto menos, parecidos extremos sin vínculo biológico aparente. En cuanto el internauta difusor caza la semejanza, cuelga las dos imágenes juntas y es entonces cuando nos quedamos perplejos al apreciar cómo ese sujeto A y B comparten rasgos faciales muy próximos. ¿Quién no ha dicho alguna vez aquello de «tengo un amigo, amiga o familiar que es calcado a...». O lo de «oye, te pareces muchísimo a...».
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A la vista del relato, y desde la lógica, cualquiera podría concluir que en el planeta viven ya casi 8.000 millones de personas. Y claro, con tanta gente es estadísticamente posible que el devenir genético de nuestra especie genere más de un rostro bastante parecido en personas de una misma franja de edad o modo de vida. Sí. Pero el asunto va más allá.
Un estudio publicado en 2022 por la revista científica Cell Reports y llevado a cabo por investigadores del Instituto de Investigación en Leucemia Josep Carreras arrojó más luz sobre este fenómeno. Su título lo define todo: 'Humanos parecidos identificados mediante algoritmos de reconocimiento facial muestran similitudes genéticas'.
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«El rostro humano es uno de los rasgos más visibles de nuestra identidad única como individuos», destaca la investigación. Curiosamente, «los gemelos monocigóticos comparten rasgos faciales casi idénticos y la misma secuencia de ADN, pero podrían presentar diferencias en otros parámetros biométricos».
La expansión de la red mundial y la posibilidad de intercambiar fotografías de humanos en todo el planeta, razonan los científicos, «ha aumentado el número de personas identificadas en línea como gemelos o dobles virtuales que no tienen parentesco familiar». En el estudio se caracterizaron «en detalle un conjunto de humanos 'parecidos', definidos por algoritmos de reconocimiento facial, por su panorama multiómico». Estos individuos, por sorprendente que parezca, «comparten genotipos similares», si bien, «difieren en la metilación de su ADN y el panorama del microbioma».
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Los resultados, ahondan, «no sólo proporcionan información sobre la genética que determina nuestro rostro, sino que también podrían tener implicaciones para el establecimiento de otras propiedades antropométricas humanas e incluso características de personalidad».
¿Cómo se alcanzaron estas conclusiones? En primer lugar, se reclutaron dobles humanos a partir del trabajo fotográfico de François Brunelle, un artista canadiense que acumula retratos de personas parecidas en todo el mundo desde 1999. «Obtuvimos fotografías de 32 parejas candidatas parecidas. Todos los participantes completaron un cuestionario biométrico y de estilo de vida», señalan los autores.
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Después se utilizaron tres métodos diferentes de reconocimiento facial. Y el número de pares que se consideraba correlacionado por al menos dos de los modelos faciales era muy alto (25 de un total de 32, por encima del 75%). Es decir «más cercano a la capacidad humana de reconocer gemelos idénticos». Pero lo más importante: la mitad de los pares originales coincidían con los tres sistemas de reconocimiento facial.
Además del reconocimiento facial ahondaron en análisis de ADN. Y los cotejos biológicos avanzaron un paso más: «Los humanos con un rostro similar también podrían compartir un fenotipo físico, y probablemente conductual, más completo que se relacione con sus variantes genéticas compartidas», detalla el estudio.
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También se estudiaron 68 atributos biométricos y de estilo de vida de las parejas parecidas. «Los rasgos físicos como el peso y la altura, así como los rasgos de comportamiento como el tabaquismo y la educación, se correlacionaron en pares parecidos». Esto sugiere que la variación genética compartida «no sólo se relaciona con la apariencia física, sino que también puede influir en los hábitos y comportamientos comunes».
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