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Priscilla Du Preez

El sanatorio maldito

Expedientes X valencianos ·

El antiguo preventorio antituberculosis de Aigües de Busot, en Alicante, protagoniza historias con psicofonías y apariciones misteriosas

Álex Serrano

Valencia

Domingo, 28 de agosto 2022, 00:46

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Los edificios tienen el don de contar historias. Las paredes ajadas y llenas de ... pintadas de las moles perdidas en los bosques susurran los cuentos de quienes las habitaron. Los cristales rotos y los suelos llenos de papeles amarillentos tararean las baladas grises de las personas que acudieron a los sanatorios en la confianza de que el viento frío de la montaña limpiara esa enfermedad que llenaba los pulmones de sangre. La tuberculosis, una de las dolencias que más gente mató en el siglo XX, se curaba, o eso pensaban los médicos, con aire limpio, por lo que el interior de España se llenó de sanatorios, como el preventorio de Aigües de Busot, en Alicante, por donde, en casi treinta años, pasaron miles de personas. Se dice que sus espíritus, cargados con el peso de la pena y del ostracismo, se quedaron atrás cuando ellos partieron. La leyenda rodea al sanatorio, considerado, quizá, el edificio más encantado de la Comunitat Valenciana.

La historia del sanatorio se remonta al siglo XIX, aunque ya hacía miles de años que los romanos y los musulmanes sabían del valor de las aguas termales de la zona. El único edificio que queda en pie fue construido en 1816 por el ingeniero y arquitecto Pedro García Faria, pero la idea del entonces conocido como Hotel Miramar fue del conde de Casa Rojas y Marqués del Bosch. La construcción del hotel y del nuevo balneario terminó en 1865. El complejo contaba con un casino, sala de fiesta, iglesia, instalaciones deportivas y zona de juegos para los niños y su esplendor duró hasta 1930.

En 1936, el Estado adquirió el edificio y lo convirtió en hospital antituberculoso, destinándolo a niños con tuberculosis. Y fue entonces, según cuentan las historias, cuando se forjó la leyenda del centro. La tuberculosis es una enfermedad altamente infecciosa que en el siglo XIX llegó a matar a una de cada siete personas en EEUU y Europa. El pánico hacia la dolencia motivó que los médicos aislaran a los enfermos. Se comprobó que el aire limpio y la buena alimentación servía para curar la tuberculosis, por lo que se crearon miles de sanatorios en todo el mundo. Eran enormes complejos donde los enfermos pasaban el tiempo descansando y alimentándose en condiciones, lo que en los siglos XIX y XX no era tan común.

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Sin embargo, hasta que en los años 40 no se descubrieron los antibióticos más efectivos contra la tuberculosis, la enfermedad se cobró millones de vidas. Los sanatorios se convertían, en muchas ocasiones, en cementerios donde los muertos aún respiraban. Las familias los daban casi por perdidos, porque la curación era complicada. En ocasiones, los médicos operaban a los pacientes para extirparles partes del pulmón y así erradicar la enfermedad, lo que causaba molestias y más muertes de las que estaban dispuestos a admitir.

No es de extrañar, por tanto, que los preventorios se convirtieran en lugares de miedo y dolor. El de Aigües de Busot no es una excepción. Como hemos visto con frecuencia en esta misma sección, se trata de enclaves que parece que se quedan con determinadas energías en su interior. Ocurre en famosos lugares supuestamente encantados de toda España como Belchite, en Teruel, donde los investigadores de lo paranormal han capturado psicofonías con gritos como «¡rojo, al suelo!» o sonidos de aviones, en una repetición cíclica de lo ocurrido en las peores noches de la pandemia.

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En Aigües de Busot ha pasado algo parecido. Los grupos de investigadores que se adentran en el edificio, vallado desde 2006 pero fácilmente abordable, aseguran haber encontrado indicios de lo desconocido. Emplean para ello lo que se conoce como una 'spirit box' o «caja de fantasmas». Se trata de un dispositivo de radio que hace barridos ultrarrápidos por la frecuencia para intentar captar palabras en la creencia de que los espíritus son energía y, por tanto, pueden comunicarse a través de la energía electromagnética. La caja se basa en que las probabilidades de captar una palabra o una respuesta inteligente a una pregunta de los investigadores es mínima.

Además, las visitas al preventorio dejan testimonios protagonizados por una figura que también sonará a los asiduos a esta sección. Como en el Hospital Clínico o como en la antigua Casa de la Cigüeña, ambas en Valencia, en el preventorio se aparece la figura de una mujer con un largo vestido que se pasea por las estancias abandonadas, como recordando cómo eran cuando estaban llenas de vida, como si se hubiera quedado atrapada en una suerte de limbo, condenada a repetir los paseos por toda la eternidad.

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Sea como sea, lo cierto y verdad es que el sanatorio ha atraído a cientos de investigadores a lo largo de los años. Tanto es así que en 2006 el Ayuntamiento de la localidad decidió vallar el edificio, que es propiedad de una empresa alicantina. Sin embargo, es fácil esquivar las vallas y acceder al interior del inmueble. Aunque esté prohibido, son muchos quienes se acercan hasta el antiguo hotel con la intención de pasar unas horas en su interior y recorrer los pasillos, quizá esos túneles que según la leyenda lo unen con El Campello. Los secretos del preventorio se han perdido con el paso de los siglos, pero quizá su pasado siga contando historias durante mucho tiempo.

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