Secciones
Servicios
Destacamos
Seis de la tarde. El calor aprieta en una urbanización de Paterna. Mari Carmen llega con su compra y abre la puerta del patio de su bloque. Un par de adolescentes con una mochila le siguen, entran disimuladamente y se cuelan en el jardín interior con un propósito claro: bañarse en la piscina comunitaria. Al fin y al cabo, con tantos a remojo, ¿quién va a sospechar si son de dentro o de fuera?
La voz se corre y algunos chavales irrumpen ya hasta por la noche, en plan comando, cuando ya ha finalizado el horario de baño. Mitad gamberrada, mitad ocupación ilegal de un bien comunitario que ha acabado en la reunión de la junta vecinal para buscar soluciones.
Es el fenómeno generalizado de los 'okupas' de las piscinas, una realidad que cada verano provoca malestar y preocupación en numerosos bloques de vecinos, aquellos que cuentan con el privilegio de la piscina comunitaria. Y, en especial, en los más humildes que no pueden permitirse pagar a un vigilante.
Como destacan desde el Colegio de Administradores de Fincas de Valencia y Castellón, existen, en realidad, dos tipos de ocupaciones ilegales de piscinas a los que se enfrentan los vecindarios con espacio acuático: las que vienen de fuera, con pícaros bañistas completamente ajenos a la comunidad, y las que vienen de dentro, con la presencia de residentes morosos en el pago de cuotas vecinales a los que se les veta el uso de la piscina.
«La ley permite limitar el acceso de vecinos morosos de una comunidad a algunas zonas comunes, entre ellas la piscina», destacan los profesionales. Viene a ser como un castigo contra los impagos. «No se puede prohibir usar el garaje o el ascensor, pero sí las zonas de baño o padel», anotan. Sin embargo, muchos de los deudores 'vetados' hacen oídos sordos y aparecen con sus toallas para indignación de los buenos pagadores.
¿Qué hacer? ¿Cómo echarlos del agua? Hay quien opta por el enfrentamiento directo, que genera roces y tensiones. Según el presidente de los administradores de fincas, Sebastián Cucala, «lo mejor es comunicarlo al administrador para que el moroso que se baña pese a tener la piscina vetada sea apercibido». La opción de desalojarlo por la fuerza por vía policial no existe. Si persiste la desobediencia, «la última solución pasaría por que la comunidad llevara el caso a los juzgados».
Sebastián Cucala
Presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Valencia y Castellón
Segunda opción, la más frecuente: los intrusos con bañador llegan de fuera. El freno tradicional ha sido el humano, el del vigilante de piscina o el conserje, alguien con autoridad para preguntar al dudoso bañista de dónde viene y a dónde va y frenar su ilegal refrescón, si es el caso. «Pero hoy sólo las grandes urbanizaciones se pueden permitir el pago de vigilante continuo todo el verano», anota Cucala. «Es un impacto de varios miles de euros al mes y por eso va a menos frente a los sistemas automatizados de acceso a las piscinas.
En grandes urbanizaciones de veraneo, por ejemplo, se pacta que el portero no se tome vacaciones entre junio y septiembre al ser la época con mayor movimiento en espacios comunes. En otras comunidades, sin embargo, su horario de trabajo se reduce a las mañanas y por las tardes está ausente, lo que da más margen a los invasores. Por ley, las piscinas más grandes están obligadas a contar con un socorrista, «sin embargo sus funciones profesionales son de primeros auxilios, no de control de acceso», matiza el experto.
Los recintos más vulnerables a los 'okupas' de piscinas son aquellos en los que, traspasado el patio, el pícaro bañista se planta ya directamente en el espacio acuático. Esto ha obligado a algunos núcleos de vecinos a plantearse la necesidad de vallas para cercar las piscinas: «Delimitarlas con una verja en condiciones puede costar unos 15.000 euros», estiman desde el colegio de administradores.
Beatriz García vive en Valterna (Lloma Llarga). El problema de los intrusos de piscinas ha aterrizado en su bloque, en la calle Melissa. En una reciente reunión de vecinos se abordaron tres posibles soluciones: «La menos costosa es el reparto de pulseras, la segunda, gastarnos 4.000 euros en una verja y la tercera, contratar vigilancia por las tardes y fines de semana, con un coste de 12.000 euros de junio a septiembre».
Según los administradores, en Valencia se han extendido los controles de acceso automatizados, que cuestan entre 2.000 y 3.000 euros. «Es una inversión inicial fuerte, pero ya duradera», considera Cucala. Aquí los vecinos se valen de pulseras o tarjetas o el más moderno sistema por vía de aplicación móvil que funciona con un registro y contraseña.
En cuanto a las cámaras de seguridad, colocadas en algunos espacios comunitarios como los accesos a los garajes, «los vecinos no suelen ser partidarios de instalarlas en las zonas de baño por cuestiones de intimidad y presencia de menores».
Un tercer problema llega con aquellos vecinos que deciden llevar al límite su hospitalidad y acaban considerando la piscina comunitaria como propia. Ya sea para un cumpleaños, otra fiesta, una jornada con amigos o solucionar la papeleta a muchos familiares sin piscina.
«Hay quien se trae a toda su clase del instituto», revela Cucala. «Recuerdo una queja reciente de una urbanización por la aparición de 20 personas ajenas a la comunidad para el cumpleaños de un residente». Este fenómeno, «suele coincidir con los fines de semana». Y, en algunos casos, el desembarco de invitados «se prolonga todo el día».
Algunas comunidades están marcando en sus normas de régimen interno un máximo de dos o tres invitados por familia autorizada para el uso de la piscina. «Pero no suele haber un cupo y es algo que la mayoría de vecindarios están dejando al sentido común».
La opción legal, la del baño en piscinas municipales, se ha puesto a más de 3 euros en las piscinas municipales de Valencia. Esa es la entrada diurna. La nocturna está a 4,60, según las tarifas de Valencia. Siempre está la opción del bono de temporada. El individual sale a 75 euros en la capital y el de cinco personas, la opción más cara, supone un desembolso de más de 285 euros.
Pero existen importantes diferencias de precios entre los distintos municipios valencianos. Desde los 2 euros que cuesta el baño público para adultos o niños en la piscina de Picassent a los 4,50 que vale la entrada individual en la piscina de El Vedat, en Torrent, durante los fines de semana.
Y si hablamos de espacio, las piscinas menos saturadas en cantidad de bañistas suelen ser las de municipios de interior. Destacan por su tamaño las de Moixent, Utiel o Altura, por ejemplo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Almudena Santos y Lidia Carvajal
Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Sara I. Belled
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.