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Recorte de prensa de la época ilustrando el hallazgo de una de las víctimas LP
Jack el Destripador sale de caza
TAL DÍA COMO HOY

Jack el Destripador sale de caza

Mary Ann Nichols apareció mutilada en un callejón londinense hace 130 años un 31 de agosto de 1888. Sería el primero de cinco crímenes atroces contra mujeres, el serial más universal, brutal y lucrativo de violencia machista

Viernes, 31 de agosto 2018, 21:30

Cuando el agente John Neill patrullaba por Buck's Row, en el distrito de Whitechapel, alrededor de las cuatro y cuarto de la madrugada de ayer, descubrió a una mujer tendida a un lado de la calle, sobre un charco de sangre, con el cuello cortado de oreja a oreja...Le faltaban varios dientes, sus mejillas presentaban contusiones y sus ropas estaban rasgadas por varios lugares, lo que demuestra la ferocidad con la que se cometió el ataque. (...) En el depósito de cadáveres se descubrió que, además de la herida en la garganta, la parte inferior de su cuerpo había sido mutilada, con toda probabilidad, con un cuchillo grande. ...Las manos tenían laceraciones, mostrando evidencia de haber participado en una lucha severa...».

El 'Manchester Guardian', predecesor del diario británico 'The Guardian', daba cuenta así, el 1 de septiembre de 1888, del «repugnante» homicidio de Mary Ann Nichols, una mujer alcohólica de 43 años, divorciada y madre de cinco hijos, que malvivía de la caridad y de los escasos ingresos que obtenía prostituyéndose, en la mísera y violenta barriada del este de Londres. Su horrendo crimen, cometido hace hoy 130 años, inauguraba el serial más universal, desalmado y lucrativo de violencia machista en torno, eso sí, a un monstruo con 'punch', Jack El Destripador. Otras cuatro mujeres del sórdido barrio de Whitechapel, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly, aparecerían mutiladas y destripadas en las diez semanas siguientes, en un radio de apenas 1,5 kilómetros.

La primera de las cinco víctimas, Mary Ann Nichols

El salvajismo de los asesinatos, la reciente introducción de la fotografía en la prensa, que difundió imágenes espeluznantes de las víctimas, y la ausencia de pistas concluyentes sobre la autoría de los crímenes -aún no existía la huella dactilar como método de identificación y la ciencia forense estaba todavía en pañales- terminaron por tejer un aura de leyenda en torno a un carnicero retratado como un distinguido caballero, con capa y sombrero de copa. Trece décadas después de sus sanguinarias andanzas, el mito da más dinero que terror. Hace tres años se abrió en el East End de Londres un criticado museo privado dedicado a aquellos crímenes, grupos de turistas recorren a diario las huellas del sanguinario homicida en visitas organizadas y cada dos o tres años emerge una nueva hipótesis editorial sobre su misteriosa identidad. Y ya van quinientos los señalados, incluidos el médico personal de la reina Victoria, el nieto mayor de la soberana, un humilde peluquero polaco, el propio Lewis Carroll, autor de 'Alicia en el país de las maravillas', o el célebre artista Walter Sickert, uno de los últimos en subirse al carro de sospechosos.Un siglo y tres centurias después, no hay certezas en torno a este cazador, más allá de las cinco mujeres a las que mató y que pudieron ser más. El de Jack el Destripador continúa siendo un caso abierto. Y, por encima de todo, un gran negocio.

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