Todas las cosas que los gatos odian de los humanos

Los gatos son conocidos por ser animales independientes y para algunos incluso ariscos, aunque estos felinos tienen su particular manera de mostrar cariño. Por ejemplo, si tu mascota mueve las patas como si estuviera amasando significa que está cómodo y que te quiere. Pequeños gestos que marcan la diferencia con estos animales y que nos permiten conocer un poco más sus necesidades.

Aunque hay quien los considera inexpresivos, los gatos son más bien todo lo contrario: su desinterés o apatía es muy evidente, especialmente cuando perciben alguna de las cuatro cosas que más odian de los humanos. Si convives con uno de estos felinos, toma nota de todo lo que no deberías hacer en su presencia:

La aversión que los gatos sienten por el agua es conocida por todo el mundo. Muestran auténtico terror a ser mojados y su cara es todo un poema si los metemos en la bañera (si se dejan, claro). Hay varias teorías al respecto, y una de ellas apunta a que su delicado sistema respiratorio hace que se enfermen con rapidez si se salpican o mojan, por lo que lo evitan al máximo.

Nada de sobresaltos y golpes fuertes o música a todo volumen de repente. Los ruidos elevados pueden despertar en ellos estrés o ansiedad, con algo tan simple como pasar la aspiradora o poner una lavadora especialmente escandalosa. Para darnos cuenta de que el animal no lo está pasando bien tenemos que fijarnos en su conducta, puede volverse agresiva, hacer sus necesidades fuera del arenero o abrir la boca de manera continuada.

Los gatos son muy sensibles a los olores, por lo que los más fuertes les resultan muy desagradables y molestos. Por ejemplo, el aroma de alimentos como el vinagre o la cabolla y de productos químicos y de limpieza no les gusta nada de nada.

Aunque tienne fama de solitarios y de evitar el cariño humano, la realidad es muy distinta: los gatos odian que no les prestes atención. Adoran la atención de sus dueños y no llevan nada bien el ser ignorados, por lo que se pasean delante de los humanos para dejarse acariciar, siempre cuando ellos quieren claro. Aunque todo con medida, porque tampoco les gusta el cariño en exceso ya que entre ellos el contacto físico es un mecanismo de control.

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