Hay en la calle Comedias una pequeña tienda que se llama Antigüedades me encanta, y que se anuncia en su página web como anticuario textil. ... Lo sorprendente de este lugar, y de su propietario, Juan Manuel Fernández, es que tiene una de las colecciones más importantes de encajes del mundo, piezas de incalculable valor entre las que se encuentra el velo de novia de la emperatriz Eugenia de Montijo, que justo estos días ha viajado a Madrid para una exposición en el Palacio de Liria que prepara Lorenzo Caprile. De esta extensa colección valenciana sale la materia prima que utilizan grandes diseñadores para los vestidos de novia que luego aparecen en las portadas de revistas, aunque Juan Manuel confiesa que nunca suelen decir dónde han comprado esas piezas.
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Como su hermano, Patricia Fernández decidió seguir los pasos de una madre que regentaba una tienda de indumentaria valenciana en el Puerto de Sagunto. Sin que fuera una vocación temprana, a Patricia la vida le fue llevando hasta convertirse en diseñadora y decidió que su atelier se llamaría Victoria Worth; Victoria por su madre, y Worth por Charles Frederik Worth, quien está considerado el padre de la alta costura. El nombre define bien cuál es el trabajo de Patricia, que con los encajes que su hermano colecciona crea vestidos tan maravillosos como el que lució el pasado sábado Mireia Gimeno en su boda con el concejal en el Ayuntamiento de Valencia Borja Sanjuán.
«Mireia vino hace ya tiempo y sabía perfectamente lo que quería. Ha sido un gusto trabajar todos estos meses», cuenta Patricia, que defiende el trabajo de artesanía que hay detrás de cada una de las piezas con las que se crean los vestidos. En su caso, Mireia eligió una colcha bordada a mano del siglo XIX, y a partir de ahí se fue confeccionando el excepcional traje que lució en una boda ambientada en Marrakech oficiada en el Centro del Carmen.
Según explica Patricia, la pieza era un tul de algodón con flores realzadas y un trabajo hecho a mano en cadeneta, y donde se combinaban además diferentes técnicas de bordado. El vestido se complementaba con un chaleco en organza de seda con botones antiguos esmaltados a mano. La diseñadora explica que cada una de las piezas del vestido fue elegido por la novia con un gusto exquisito, y siempre intentando respetar la materia prima. El resultado, un vestido totalmente diferente que habla a la perfección de la filosofía de Patricia Fernández, que defiende la artesanía, que en Valencia se ha trabajado siempre con maestría.
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