
El arroz es uno de los alimentos más consumidos en el mundo, especialmente en Asia, América Latina y partes de África. Este grano es una fuente esencial de energía y nutrientes, pero también puede contener impurezas que deben eliminarse antes de su cocción. Entre estas impurezas, el arsénico inorgánico es especialmente preocupante debido a sus efectos nocivos para la salud.
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El arsénico es un metal pesado presente en el medio ambiente, tanto por procesos naturales como por actividades humanas como la industria y la agricultura. Puede presentarse en formas orgánicas e inorgánicas, siendo esta última la más tóxica. De hecho, la exposición a este metal puede provocar desde síntomas agudos como vómitos y diarrea sanguinolenta, hasta problemas crónicos graves como cáncer, enfermedades cardiovasculares, daños hepáticos y renales, diabetes y neurotoxicidad.
El arroz es particularmente susceptible a acumular arsénico debido a su cultivo en campos inundados, donde el arsénico del suelo se disuelve en el agua y es absorbido por las plantas. De hecho, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha publicado varios informes alertando sobre los riesgos asociados a este contaminante, concluyendo que la exposición al arsénico inorgánico a través del consumo de arroz es motivo de preocupación para la salud pública.
Para reducir su ingesta, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) recomienda lavar el arroz antes de cocinarlo. Este sencillo proceso puede eliminar una cantidad significativa de este metal tóxico y otras impurezas, mejorando la seguridad del alimento. Para ello, aconseja enjuagar los granos bajo agua corriente fría, removiéndolos con la mano para asegurar que todas las impurezas se eliminen. Este proceso debe repetirse varias veces hasta que el agua salga clara.
Además, optar por métodos de cocción que utilicen abundante agua, como hervir el arroz y luego escurrirlo, puede ser aún más efectivo para disminuir los niveles de arsénico. Alternativamente, se puede remojar el arroz en agua durante unas horas antes de enjuagarlo y cocinarlo. Adoptar estas prácticas puede contribuir a una dieta más segura y saludable, minimizando los riesgos asociados al consumo de este alimento básico.
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