Olga Barberá, profesora de natación LP

Olga Barberá | Profesora de natación

Pasarse el día a remojo para enseñar algo que no se olvida

«Lo mejor es poder enseñar algo útil. Que puedan estar seguros en el agua ellos y sus padres en la orilla o la toalla»,

M. Hortelano

Valencia

Martes, 13 de agosto 2024, 00:03

-¿Qué es lo mejor de trabajar en esta época del año?

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-Ver en acción lo que enseñas

-¿Y lo peor?

-El calor que pasas

Hay cosas en la vida que nunca se olvidan. Las aprendes de pequeño y las conservas para ... siempre. Sucede cuando aprendes a montar en bicicleta, por ejemplo. Pero también a nadar. Y ambas cosas se enseñan, habitualmente, cuando somos pequeños y en verano.

A estas alturas hay miles de niños en Valencia aprendiendo a nadar en numerosas piscinas públicas y privadas de la ciudad. Y una de las personas que se encarga de eso desde cinco años es Olga Barberá. Ha pasado casi toda su vida en el agua, porque antes de ser profesora fue nadadora y practicó natación sincronizada. Así que las piscinas son su medio casi natural. Y en ellas se pasa estos meses, tanto en algunas municipales como en otras de urbanizaciones o de casas privadas. Y no sólo en Valencia, porque Olga ha trabajado también en Sevilla y Castellón, pese a que sólo tiene 22 años.

Enseñar a los más pequeños a nadar tiene un claro componente de libertad para ellos, porque pueden disfrutar de las piscinas chapoteando. Pero sobre todo de seguridad para sus padres, que ven cómo sus hijos adquieren competencias que les pueden evitar ahogamientos hasta en pequeñas profundidades. Por eso, lo importante es que aprendan cuanto antes.

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Y ahí Olga es ya una experta. Sus cursillos suelen durar entre un mes y un mes y medio, dependiendo de si son normales o intensivos. En los primeros, se da clase dos días a la semana y en los segundos, entre tres y cuatro. Sus clases duran 45 minutos, pero en ellos hay que mantener la atención constantemente con los grupos de entre 7 y 8 niños que suelen haber de ratio en las piscinas municipales. En las clases particulares se puede dedicar a un solo pequeño.

Para poder impartirlas tuvo que sacarse un título de monitora de la federación de natación y superar pruebas de conocimientos técnicos, de primeros auxilios y una prueba acuática. Además, no sólo imparte natación, también clases de aquagym, matronatación y natación terapéutica. Todos los trabajos, siempre en la piscina.

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Aunque trabaja en el agua todo el año, reconoce que su pico de actividad es en verano, donde muchas familias aprovechan para apuntar a los más pequeños de la casa a clases y se produce un verdadero boom de demanda de profesores. «Las plazas se agotan muy rápido. Te llama gente a diario para que des clases particulares y somos una profesión muy demandada en los meses de calor en los que las piscinas están abiertas», cuenta. El volumen de trabajo es tal que hace jornadas de seis días a la semana, con un día de descanso y, con suerte, una rasca una tarde para poder tener algo de tiempo libre en un momento del año en que todo su entorno está haciendo planes. Aunque el gremio es muy corporativo. «Haces mucha piña con los compañeros que están en tu situación», cuenta. Y asegura que el trabajo tiene partes muy motivadoras, porque lo que has enseñado en las clases lo ves en acción ese mismo verano. Es decir, puedes ver en la piscina cómo a los niños y niñas que han aprendido a nadar contigo disfrutan ya de los baños de manera segura. «Lo mejor es poder enseñar algo útil. Que puedan estar seguros en el agua ellos y sus padres en la orilla o la toalla», reconoce. «Es muy importante que sepan nadar cuanto antes para que si se caen al agua sepan defenderse pronto», dice.

Un trabajo muy de verano

La peor parte de las profesiones de verano siempre suele ser la cantidad de planes que se pierden quienes las ejecutan. Pero en el caso de Olga, esta temporada alta no es inconveniente, porque es lo que le gusta, no un empleo temporal. «No me molesta trabajar en verano porque me gusta mi trabajo y estar en una piscina es parte de mi profesión. Vengo de nadar y este es mi medio». Eso sí, se pierde planes y viajes, claro. «Pero me compensa», explica.

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Su temporada más baja llega el resto del año. Y ahí sí que reconoce que suele hacer escapadas, porque además están a mejores precios. Algo importante, porque los profesores de natación no son los mejor pagados del verano. «Es una profesión bastante precarizada», porque hay que pelear por conseguir dar bastantes horas para poder hacer un sueldo completo. Eso sí, en piscinas particulares la cosa cambia. Ahí la hora de clase individual se paga a entre 40 y 50 euros la hora por niño. Pero se cotizan mucho porque en esta época todos esperan a última hora para aprovechar el verano para que sus hijos aprendan a nadar.

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