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En los últimos años, el ayuno intermitente se ha convertido en una de las estrategias más populares dentro del mundo de la alimentación. Más allá de ser visto como una dieta para perder peso, esta práctica se presenta como un estilo de vida que combina períodos de ingesta de alimentos con otros de ayuno. Ya sea para regular las comidas diarias, como retrasar el desayuno o adelantar la cena, cada vez más personas lo incorporan a su rutina.
Según Boticaria García, autora del libro 'Tu cerebro tiene hambre', «cada vez son más los estudios que apuntan a que el ayuno intermitente es una estrategia que puede aportar ventajas para la salud en general». En este sentido, esta práctica no solo está asociada a la pérdida de peso, sino que investigaciones recientes sugieren que podría ofrecer beneficios adicionales, como aumentar la longevidad, disminuir la incidencia de enfermedades graves, como el cáncer, y mejorar la salud metabólica. Entre ellas, destaca un estudio liderado por la Universidad de Granada, la Universidad Pública de Navarra y el CIBER, que confirma que el ayuno intermitente es eficaz para mejorar la salud cardiovascular y reducir el peso en personas con obesidad.
Boticaria García explica que el efecto del ayuno intermitente sobre el peso se debe a varios factores relacionados con el metabolismo. «La teoría es que durante el período de ayuno los niveles de insulina caen hasta el punto en el que el cuerpo comenzaría a quemar grasa como combustible», señala. Este cambio en el metabolismo, según indica, no solo ayuda a movilizar las reservas de grasa, sino que también puede reducir el apetito, facilitando una menor ingesta calórica al reanudar las comidas.
Además, la farmacéutica subraya que la mayoría de los beneficios del ayuno intermitente «se deben a la restricción calórica», lo que significa que, al reducir el número de comidas diarias, es más probable consumir menos calorías en total. Sin embargo, advierte que no se puede afirmar, por ahora, «que esta estrategia sea más eficaz que seguir una dieta hipocalórica con un horario de comidas normal».
Aunque el ayuno intermitente tiene muchos seguidores, no es una solución universal. Según la nutricionista, «en el corto plazo puede aparecer mal aliento, irritabilidad, dificultad en la concentración, trastornos del sueño, deshidratación o deficiencias nutricionales». Estos síntomas suelen manifestarse durante las primeras semanas, cuando el cuerpo y el cerebro están adaptándose al nuevo hábito alimenticio.
Con el tiempo, asegura García, estos efectos secundarios pueden disminuir e incluso transformarse en beneficios. Pasado ese tiempo, «el ayuno puede tener un efecto secundario positivo en el hambre y la saciedad gracias a la regulación de algunas hormonas». Sin embargo, advierte que esta práctica no es adecuada para todo el mundo y que debe realizarse bajo supervisión profesional para evitar posibles trastornos alimentarios.
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