Olvidar dónde dejamos las llaves, tener que releer un párrafo porque no retenemos la información o dudar del nombre de una persona que conocemos bien. Son despistes cotidianos que todos hemos experimentado, pero cuando se vuelven frecuentes, pueden generar preocupación. Aunque solemos atribuirlos al estrés, la edad o la falta de descanso, pocas veces pensamos en una causa tan simple como la deshidratación. Sin embargo, el agua desempeña un papel esencial en la función cerebral, y su déficit puede afectar la memoria más de lo que imaginamos.
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Es común que el envejecimiento implique cierto grado de pérdida de la memoria, así como un ligero deterioro de otras habilidades de razonamiento. Sin embargo, hay otros muchos factores que pueden estar involucrados en estos procesos: lesiones cerebrales, estrés, ciertos medicamentos e, incluso, la deshidratación.
Tal y como indica el neurólogo Alejandro Andersson, la hidratación es un factor fundamental para el correcto funcionamiento del cerebro y, en consecuencia, para la preservación de la memoria y otras funciones cognitivas esenciales. «Es una necesidad básica», explica; sin embargo, «muchos subestiman su impacto».
El agua representa aproximadamente el 75 % del peso del cerebro y participa en procesos neuroquímicos y bioeléctricos indispensables para la transmisión de señales entre neuronas. Cuando el cuerpo no recibe una cantidad suficiente de líquidos, se producen desequilibrios que pueden afectar la capacidad de concentración, la velocidad de procesamiento de la información y, a largo plazo, la memoria.
La deshidratación, incluso en niveles leves, puede provocar una reducción del volumen sanguíneo, lo que limita la cantidad de oxígeno y nutrientes que llegan al cerebro. Esta disminución afecta la comunicación neuronal y dificulta la sinapsis, un proceso crucial para la formación y recuperación de recuerdos.
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Además, la falta de agua altera la producción de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, lo que puede generar fatiga mental, falta de atención y dificultades para consolidar nueva información.
Uno de los órganos más sensibles a la deshidratación es el hipocampo, la estructura cerebral relacionada con los procesos de aprendizaje y memoria. Cuando hay una deficiencia de agua, esta estructura puede experimentar una reducción en su eficiencia, afectando la capacidad de retener información reciente y de recuperar recuerdos almacenados previamente.
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Este problema es aún más evidente en las personas mayores, quienes tienen un menor mecanismo de detección de la sed y, por lo tanto, son más propensos a sufrir los efectos negativos de la deshidratación sobre la memoria.
Según explica el neurólogo Alejandro Andersson, cuando estamos deshidratados disminuye el flujo sanguíneo al cerebro, lo que afecta la toma de decisiones, reduce la memoria a largo plazo y provoca una mayor irritabilidad y fatiga mental. Por ello, recomienda estar atentos a las siguientes señales de alerta:
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- Boca seca.
- Orina de color oscuro.
- Mareos o fatiga.
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Además, el experto señala que una hidratación óptima no solo se logra con el consumo de agua, sino también a través de alimentos ricos en líquidos, como frutas y verduras, que aportan vitaminas y minerales esenciales para la función cerebral.
En el caso de las personas con mayor riesgo, el neurólogo menciona a los atletas en climas cálidos, las personas que toman diuréticos o tienen problemas renales y los adultos mayores, especialmente en temporadas de calor.
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