La hidratación es clave para la salud general del organismo, pero su impacto en la función cerebral y la memoria suele subestimarse. En España, un 19,6% de la población presenta algún grado de dificultad para recordar o concentrarse, según datos de Eurostat. En este sentido, la deshidratación es uno de los factores que pueden influir negativamente en la capacidad cognitiva, junto con el envejecimiento, el estrés y otros factores de riesgo.
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El neurólogo Alejandro Andersson ha puesto el foco en la importancia de mantener una adecuada ingesta de líquidos para preservar la memoria y la salud cerebral. «Es una necesidad básica», afirma el experto, aunque advierte que muchas personas «subestiman su impacto», especialmente las mujeres, quienes, según el Observatorio de Hidratación y Salud (OHS), suelen beber menos agua de la recomendada.
El agua representa aproximadamente el 75% del peso del cerebro y participa en procesos neuroquímicos y bioeléctricos esenciales para la transmisión de señales entre neuronas. Cuando el organismo no recibe suficientes líquidos, se producen desequilibrios que pueden afectar la concentración, la velocidad de procesamiento de la información y, a largo plazo, la memoria.
Según Andersson, la deshidratación puede provocar una reducción del volumen sanguíneo, lo que limita la cantidad de oxígeno y nutrientes que llegan al cerebro. Esto altera la comunicación neuronal y dificulta la sinapsis, un proceso clave para la formación y recuperación de recuerdos. «La falta de agua altera la producción de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, lo que puede generar fatiga mental, falta de atención y dificultades para consolidar nueva información», explica.
Una de las zonas del cerebro más afectadas por la deshidratación es el hipocampo, estructura clave en los procesos de aprendizaje y memoria. Si el organismo no recibe la cantidad suficiente de agua, su eficiencia se ve reducida, afectando la capacidad de retener información reciente y de recuperar recuerdos almacenados previamente.
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Una hidratación adecuada también es fundamental para la eliminación de toxinas y desechos metabólicos del cerebro. Durante el sueño, el sistema glinfático se encarga de eliminar compuestos potencialmente perjudiciales, como las proteínas beta-amiloides, vinculadas con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Una ingesta insuficiente de líquidos puede comprometer este proceso de limpieza, aumentando el riesgo de deterioro cognitivo con el tiempo.
Los efectos de la deshidratación no solo impactan la memoria a corto plazo, sino que también pueden contribuir a un deterioro progresivo de la capacidad cognitiva si se prolonga en el tiempo. Estudios han demostrado que la deshidratación afecta la plasticidad neuronal, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y formar nuevas conexiones sinápticas. Esto podría dificultar el aprendizaje y la adquisición de nuevas habilidades, además de aumentar el riesgo de trastornos neurológicos.
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El doctor Andersson destaca que cuando estamos deshidratados, «disminuye el flujo sanguíneo al cerebro, se afecta la toma de decisiones, se reduce la memoria a largo plazo y tenemos una mayor irritabilidad y fatiga mental». Para evitar estos efectos, recomienda estar atento a las señales de alerta como boca seca, orina oscura, mareos o fatiga.
El experto también indica que una hidratación adecuada no solo depende del consumo de agua, sino también de alimentos ricos en líquidos, como frutas y verduras, que aportan vitaminas y minerales esenciales para la función cerebral.
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Finalmente, advierte que ciertos grupos son más propensos a sufrir deshidratación y sus efectos sobre la memoria, como los atletas en climas cálidos, las personas que toman diuréticos o con problemas renales y los adultos mayores, especialmente en temporadas de calor.
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