Existe una enfermedad consistente en la sudoración excesiva sin que se estén sufriendo temperaturas altas o haber hecho ejercicio: la hiperhidrosis. Esta patología se manifiesta, sobre todo, en partes del cuerpo como palmas de la mano, axilas y pies, pero se expande cuando ... las personas que la sufren se encuentran en aglomeraciones, momento en que este sudor también se descubre en el rostro y la espalda. Por lo tanto, convivir con ello se convierte en ardua tarea en los meses de verano.
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La doctora Nuria Martí Fajardo, especialista en Dermatología Médico-Quirúrgica en el Hospital Vithas 9 de Octubre, comenta que «se estima que la enfermedad afecta a un 5% de la población valenciana, aunque probablemente esta cifra sea superior, porque hay personas que no acuden a consulta».
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Entre estas aproximadamente 250.000 personas afectadas, cabe diferenciar entre «hiperhidrosis primaria, que afecta a la mayor parte de los pacientes, de la hiperhidrosis secundaria, que es la minoritaria», explica la doctora.
En lo que se llama hiperhidrosis primaria «las glándulas sudoríparas son normales y la cantidad es normal, pero hay señales hiperactivas que normalmente empiezan en la adolescencia».
La doctora subraya que «lo más frecuente es que sean las axilas, las palmas, las plantas de los pies, y a veces también a nivel facial las zonas más afectadas». Además, a la mayoría de personas que sufren esta hiperhidrosis primaria «les desaparece durante el sueño».
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Por otro lado, Martí afirma que «está lo que se conoce como hiperhidrosis secundaria, donde sí que hay algo que lo provoca»: puede ser una enfermedad, como el hipertiroidismo, la diabetes, una infección, neoplasia, o bien puede ser motivado por algún medicamento. «En este caso, si se halla la causa, la eliminación del sudor es mucho más fácil», expresa Martí.
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Con independencia de la intensidad con la que se muestra la sudoración, convivir con ella trae unas consecuencias: «un exceso de sudor genera una maceración en la piel. Esto favorece, a su vez, las infecciones por hongos, por bacterias y genera dermatitis irritativa».
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Martí Fajardo, dermatóloga especialista en hiperhidrosis, cuenta que, pese a que el diagnóstico normalmente se realiza entre los 14 y los 25 años, «también hay niños afectados con 9-10 años, pero están infradiagnosticados, y, por lo tanto, infratratados».
Martí expone que todas las situaciones que se viven cuando se tiene esta enfermedad «te generan incomodidad y vergüenza, y al final se traduce en un aislamiento social». De hecho, la dermatóloga señala que «se ha visto que las tasas de ansiedad y depresión en estos pacientes son superiores a la población general».
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Paula Garnes, natural de Segorbe, subraya que «convivir con esta patología conlleva grandes problemas de socialización al no atreverse a dar la mano» o «evitar dar abrazos para que no se note el sudor». La joven de 20 años apunta que convivir con esta enfermedad es «harto difícil, sobre todo en verano», época en la que reconoce que, en su caso, «se incrementa la sensación de verse obligada a ser más distante con los demás». También insiste en que esto le afecta a cómo vestirse: «Hay tejidos, como el satén», que no puede usar «por miedo a que le vean el sudor». Algo similar le ocurre con la dermoestética, pues afirma que «hay algunos que contienen un ingrediente desconocido que aumenta esa intensa sudoración». Paula Garnes, graduada en el grado medio de Técnico en Auxiliar de Enfermería y en el superior de Higienista Bucodental, comenta que «se complicaba más en su trabajo anterior», al tener que ponerse y quitarse guantes constantemente, ya que era la misma hiperhidrosis la que le generaba «una especie de alergia a los guantes de látex», que tuvo que sustituir por los de nitrilo, aunque tenía que ponerse polvos de talco previamente «para no sudar demasiado al tapar la mano». Paula ha contemplado las microinyecciones de bótox como una posible solución: «si en un futuro me sometiera a algún tratamiento, sería a este». «Es muy triste, pero empiezas a saber vivir con ello», concluye Paula, quien exige a la sociedad «menos miradas y comentarios cuando se ve a alguien sudado».
Aunque el tratamiento es complejo, «muchos pacientes recurren a las infusiones de salvia, porque tiene unos aceites esenciales que parecen calmar el sistema nervioso», pero también a «la mezcla de bicarbonato con un poco de jugo de limón, ya que la pasta resultante bloquea la luz por donde sale el sudor en las glándulas sudoríparas».
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Yago Rodríguez Pastor
No obstante, «se ha avanzado mucho en los últimos años» y en la actualidad hay tratamientos «con distintos dispositivos que el paciente puede utilizar en su domicilio, como los de vía oral». También existen terapias, exclusivas en servicios dermatológicos, que se realizan con «ultrasonido, radiofrecuencia o, como más innovador, a través del sistema microondas». Este último, recalca Nuria, «consiste en calentar la glándula sudorípara y eliminarla, aunque solo está pensada para la hiperhidrosis axilar, pero es muy efectiva».
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Aunque hay otros tratamientos alternativos, y pese a que «son efectivos durante poco tiempo», la doctora Martí insiste en que únicamente se recurre a la cirugía «en casos muy graves».
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