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Clara Alfonso
Valencia
Martes, 17 de octubre 2023, 00:56
El consumo de alcohol es una práctica muy arraigada en la cultura de muchas sociedades alrededor del mundo. Sin embargo, lo que a menudo se pasa por alto es cómo el alcohol puede interactuar de manera potencialmente peligrosa incluso con los medicamentos comunes que las personas toman para diversos problemas de salud. Desde los analgésicos comunes hasta los medicamentos recetados para condiciones médicas crónicas, la combinación de alcohol y fármacos es un tema que ha estado en constante debate.
El alcohol etílico, también conocido como etanol, es una de las sustancias psicoactivas más consumidas en el mundo industrializado. A dosis moderadas es un ansiolítico socialmente aceptado; tras ingerir pequeñas cantidades se registra una relajación y desinhibición del individuo con una mayor capacidad para relacionarse. No obstante, su ingesta puede modificar el efecto de los fármacos de forma distinta, dependiendo de si su consumo es agudo o crónico.
La interacción entre el alcohol y ciertos medicamentos puede dar lugar a efectos secundarios perjudiciales para la salud. Por ejemplo, la Warfarina, un anticoagulante ampliamente utilizado para prevenir la formación de coágulos sanguíneos, se metaboliza en el hígado, al igual que el alcohol. Cuando se combinan, el alcohol puede interferir con su función, aumentando el riesgo de sangrado potencialmente grave. Esto significa que una lesión menor o una hemorragia interna pueden ser más difíciles de controlar.
El diazepam, un ansiolítico que actúa como sedante, puede potenciar los efectos depresores del sistema nervioso central del alcohol. Como resultado, esta combinación puede llevar a una mayor somnolencia, confusión y deterioro cognitivo, lo que puede ser peligroso al realizar tareas que requieren atención, como conducir.
Cuando se combina el paracetamol (acetaminofén) con alcohol, también se aumenta el riesgo de daño hepático. El alcohol y el paracetamol comparten el mismo proceso de descomposición en el hígado, lo que puede llevar a una mayor acumulación de sus productos tóxicos y causar daño al hígado. En casos graves, esta combinación puede desencadenar insuficiencia hepática potencialmente mortal.
La metformina, un medicamento utilizado para controlar el azúcar en sangre en pacientes con diabetes, puede causar niveles bajos de azúcar en sangre (hipoglucemia) cuando se combina con alcohol. Además, esta combinación puede aumentar la probabilidad de efectos secundarios gastrointestinales como náuseas y vómitos.
Otro ejemplo es el ibuprofeno, un antiinflamatorio no esteroideo (AINE) que, cuando se toma junto con alcohol, aumenta el riesgo de irritación gastrointestinal y la aparición de úlceras. Por su parte, la isotretinoína, utilizada para tratar el acné grave, puede aumentar la sensibilidad al alcohol, lo que puede llevar a enrojecimiento facial y malestar.
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Es importante recordar que las interacciones pueden variar según la dosis, la frecuencia y la duración del consumo de alcohol, así como la dosis y el tipo de medicamento. Es por ello que siempre es recomendable consultar con un profesional de la salud o farmacéutico antes de consumir alcohol mientras se toma cualquier medicamento, ya que estas combinaciones pueden ser potencialmente peligrosas y perjudiciales para la salud.
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