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¿Siempre dejas para mañana lo que puedes hacer hoy? ¿Cualquier excusa es buena para no parar el siguiente episodio de una serie? ¿Sigues con profusión aquello de que no hay mejor hacer que no hacer nada? El dolce far niente, que dicen los italianos. Enhorabuena, eres un procrastinador. Así son las personas que prefieren aplazar las cosas que tienen que hacer, o simplemente las que está estipulado que deben hacer en determinada circunstancia para sustituirlas por otras que nos son de tanta relevancia pero que resultan enormemente gratificantes. Y en la crisis social que ha desencadenado el coronavirus, la mejor de la procrastinaciones es la que acaba en el hedonismo. Aunque esté mal vista.
Vivimos días de teletrabajo, ocio y descanso bajo un mismo techo por el confinamiento decretado por el Gobierno central en el Estado de alarma. Y para dotar de estructura a nuestras nuevas jornadas hogareñas, hemos ideado entre todos una impostada necesidad de llenar las horas de nuestro día a golpe de tutorial para no desaprovechar los días de aislamiento casero. Las actividades se suceden conforme avanzan los días y generan en nosotros nuevas necesidades de mantenernos ocupados asistiendo a la numerosa oferta cultural que la pandemia nos ha puesto al alcance de la mano, a sólo un click de nuestros dispositivos electrónicos. Un horario imposible de seguir para quienes mantienen la jornada laboral intacta y que pasa por convertir nuestro tiempo de descanso en un ocio desmedido que acaba por generar una sensación de inquietud por abarcar todo que se vuelve contraproducente, según los expertos.
Y es que estos días hay casi una programación en horario completo para entretenernos durante la pandemia. Hay personas con una mayor actividad de la que tienen en su rutina habitual. Decenas de conciertos en directo en redes sociales con un cartel similar al de los festivales musicales, clases de todo tipo de actividades deportivas para todo tipo de disciplinas y en horarios y plataformas variados. También ha crecido el número de conversaciones telefónicas y videoconferencias con amigos y familiares, con los que se ha aumentado la periodicidad y la regularidad de las llamadas. Los balcones también han programado numerosas muestras de apoyo o crítica, con horarios variados y causas muy diferenciadas, como los aplausos a los sanitarios, a las 20:00, las caceroladas contra el Gobierno, a las 21:00 o la iniciativa que se produjo en la Comunitat el Día del padre, con centenares de músicos tocando en sus terrazas. Pero, ya hay nuevas salidas al balcón anunciadas en los próximos días incluso para apoyar a la Fallera Mayor de Valencia y su corte. La vida en zapatillas de estar por casa comienza a no darnos para todo.
En situaciones como la actual, los expertos lo tienen claro. «No somos máquinas que tengamos que estar constantemente haciendo cosas. Procrastinar tareas es también un descanso a nivel de estrés siempre que no sean urgentes», asegura el psicólogo especialista en trastornos adultos, Gabriel Pozuelo. «A veces, procrastinar es adaptativo si usamos ese tiempo para otra cosa funcional», reconoce este especialista. «Es que incluso aburrirnos, puede ayudarnos».
Neus Córdoba, del instituto Klein, especializada en trastornos de ansiedad, también le ve una parte positiva a procrastinar en tiempo de coronavirus. «La procrastinación es un factor transdiagnóstico subyacente en la ansiedad, pero tiene también una parte positiva en no anticipar y ser impulsivos y puede ser utilizada terapéuticamente.«
Y es que, por contra, querer cumplir con todos los objetivos que estos días nos hemos marcado puede acabar siendo un quebradero de cabeza y fuente de estrés en nuestro nuevo día a día. Según los datos de Joseph Ferrari, uno de los mayores expertos en la materia, con numerosas publicaciones sobre procrastinación, hasta un 20% de las personas pueden llevar más allá este hábito y convertirse en procrastinadores crónicos, según las cifras de este profesor de psicología estadounidense. Decirle a un procrastinador que no pierda el tiempo es tan absurdo como decirle a alguien deprimido que se anime, asegura el investigador.
En definitiva, que no hacer nada en una circunstancia tan excepcional como la que estamos viviendo no añade una carga dramática a la situación. Pero cuidado con quedarte totalmente fuera de la agenda cultural o te quedarás sin tema en las videollamadas con gente con la que antes no hablabas diariamente. Te puede suceder como cuando en las conversaciones en el bar no habías visto la serie de la que hablaban todos tus amigos. Pero, recuerda, procrastinar está permitido, y más en tiempos de coronavirus.
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