M.P.
Martes, 20 de diciembre 2022, 00:29
Las gambas y los langostinos se convierten en los reyes de la mesa durante las fiestas navideñas, así como en Año Nuevo y Reyes. No hay familia que no los use en la cocina para realizar sopas y arroces o, simplemente, se presentan a la plancha con un poco de aceite y sal.
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Aunque los crustáceos son todo un manjar y contienen una gran cantidad de nutrientes, las autoridades sanitarias recomiendan no tomar una parte de ellos; la cabeza. Y es que, un consumo elevado de esta puede llegar a resultar bastante perjudicial para la salud.
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), dependiente del ministerio de Consumo del Gobierno, ya recomendó hace más de una década «limitar en la medida de lo posible el consumo de la carne oscura de los crustáceos, localizada en la cabeza, con el objetivo de reducir la exposición de cadmio». Así que, lo ideal es no comer la cabeza de gambas y cigalas, o como mínimo, hacerlo con mucha moderación.
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En su cabeza, las gambas tienen el hígado y el páncreas. El hígado, en concreto, se encarga de filtrar los metales pesados que llegan hasta él y que deben ser metilados para poder ser eliminados. Algunos de esos metales pesados son de difícil eliminación por el organismo y se acumulan de forma tóxica en órganos como los riñones y el hígado. Es por ello, por lo que se desaconseja su ingesta.
El cadmio es un metal pesado que se encuentra en el medio ambiente de forma natural. Está mezclado con el zinc, el cobre o el plomo, entre otros. Cuando se utilizan estos elementos para elaborar productos, micropartículas de cadmio salen al ambiente. Este metal llega a nuestro organismo, casi siempre, a través de los alimentos.
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La AESAN recuerda que el cadmio es un metal que se acumula en el organismo, «principalmente en el hígado y el riñón, entre 10 y 30 años». Esta sustancia es tóxica para el riñón y, recuerdan, puede «causar disfunción renal».
Además, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha clasificado el cadmio como un agente de la categoría 1 (cancerígeno para los humanos) por existir suficiente evidencia científica que lo avala. También la OMS lo ha clasificado como cancerígeno.
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En realidad no ingerimos mucho cadmio, pero lo malo es el efecto acumulativo.
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