La vitamina C, también conocida como ácido ascórbico, es un nutriente hidrosoluble imprescindible para el organismo humano. Desempeña un papel fundamental en múltiples procesos metabólicos y tiene un impacto directo en la salud general. Al no ser sintetizada ni almacenada por el cuerpo, es necesario ingerirla regularmente a través de alimentos o suplementos.
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Reconocida por sus propiedades antioxidantes, que ayudan a proteger las células contra el daño causado por los radicales libres, la vitamina C es esencial para prevenir enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, e incluso para reducir el riesgo de ciertos tipos de cáncer. Además, contribuye al fortalecimiento del sistema inmunitario, ayudando a prevenir infecciones comunes como resfriados y gripes, aunque no necesariamente las elimina por completo ni reduce su duración significativamente.
Otro beneficio destacado de la vitamina C es su papel en la producción de colágeno, una proteína esencial para la piel, los tendones, los ligamentos y los vasos sanguíneos. El colágeno no solo mejora la elasticidad y la apariencia de la piel, sino que también facilita la cicatrización de heridas y ayuda a mantener la salud de los huesos y cartílagos.
Además, este nutriente mejora la absorción de hierro no hemo, presente en alimentos de origen vegetal, lo que resulta crucial para personas con anemia por deficiencia de hierro o que siguen dietas vegetarianas. También se ha asociado con la salud ocular, ya que puede ralentizar la progresión de enfermedades como las cataratas o la degeneración macular relacionada con la edad.
La manera más saludable y efectiva de incorporar vitamina C a la dieta es a través de alimentos frescos. Las frutas y verduras son las principales fuentes naturales de este nutriente. Entre ellas destacan:
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- Frutas cítricas. Naranjas, limones, mandarinas y pomelos son opciones clásicas y fáciles de incluir en cualquier comida.
- Frutas tropicales y rojas. El kiwi, la papaya, las fresas y las guayabas tienen concentraciones especialmente altas de vitamina C.
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- Verduras frescas. El pimiento rojo y verde, el brócoli, las espinacas y la col rizada son excelentes opciones para quienes desean aumentar su ingesta de esta vitamina.
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Para optimizar ssu ingesta, es mejor consumir siempre alimentos frescos y poco cocinados, ya que este nutriente es sensible al calor, la luz y el oxígeno. Por ejemplo, las frutas deben cortarse justo antes de comerlas, y las verduras pueden cocinarse al vapor para minimizar la pérdida de nutrientes.
También es recomendable combinar alimentos ricos en vitamina C con fuentes de hierro no hemo, como lentejas o espinacas, para potenciar la absorción del mineral. De esta forma, se puede mejorar tanto la calidad de la dieta como la biodisponibilidad de otros nutrientes esenciales.
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Los suplementos de vitamina C pueden ser útiles para personas que tienen dificultades para obtener cantidades adecuadas a través de la dieta, como fumadores, mujeres embarazadas, personas con enfermedades crónicas o aquellas con restricciones alimentarias.
Sin embargo, es importante no exceder la ingesta diaria recomendada, que en adultos es de 75-90 mg según las pautas europeas. Consumir cantidades superiores a 2000 mg al día puede provocar efectos secundarios como molestias gastrointestinales. En cualquier caso, lo más recomendable es consultar a un médico la cantidad adecuada antes de tomar cualquier suplemento.
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