800 euros por sobrevivir a ETA
·
Una jubilada de 67 años de Tavernes de la Valldigna publica sus memorias como mujer de un guardia civil que sirvió en el País Vasco en la época más sangrienta del terrorismo·
Una jubilada de 67 años de Tavernes de la Valldigna publica sus memorias como mujer de un guardia civil que sirvió en el País Vasco en la época más sangrienta del terrorismo«¿Por qué escribo mi primer libro con 66 años? Porque necesitaba sacar lo que llevo dentro, para que nuestros jóvenes sepan lo que hemos ... sufrido, para explicar que a mi marido guardia civil le queda hoy una pensión de sólo 800 euros después de jugarse la vida en el País Vasco en la lucha contra ETA, para contar las vivencias de las madres y sus hijos... Esas historias de las que estuvimos allí, pasamos terror y lloramos juntas a mares se conoce muy poco».
Publicidad
'Yo estuve allí' es el nombre del libro de 100 páginas que firma Josefa E. F. (el miedo aún le lleva a preferir las iniciales) y engloba esos amargos recuerdos. También es homenaje y memoria documental de los guardias asesinados. «Y sus hijos, que a los niños también los mataban, aunque fueran bebés», resalta.
El destino de la vecina de Tavernes de la Valldigna, madre de cuatro hijos y abuela de seis nietos, quedó marcado para siempre cuando se enamoró de José, un manchego criado en Valencia y unido al verde y al tricornio desde los 16 años. Entre 1971 y 1980 lo destinaron al País Vasco y se establecieron en Zumaya (Guipúzcoa). «Éramos recién casados, él 25, yo 19, y con mi primera hija en el vientre, sin saber lo que nos esperaba en el norte», describe Josefa.
Noticia Relacionada
Esta es la década angustiosa que plasma en su obra. La experiencia de la retaguardia, de la mujer y madre señalada, acorralada, expuesta al terror de ETA y sus acólitos «que te rodeaban y estaban por todas partes».
Publicidad
Primer aviso. «Fui a la farmacia con mi hija de ocho meses en el carrito, a por leche. Al decir 'buenos días' varias clientes vascas se marcharon, como si yo fuera una leprosa». Después «se oyó jaleo en la calle y la farmacéutica me escondió entre las cajas de la trastienda». Allí permaneció 45 minutos, mientras la comerciante le advertía: «Usted no sabe lo que le pueden hacer, y también a su hija. Y a mí me volarían hasta los cristales. Quédese en silencio y que no se oiga a la niña».
Por aquel entonces José cobraba 9.000 pesetas al mes (54 euros). «Sólo en el alquiler se nos iban 3.000 y allí la vida era cara», rememora la vecina de Tavernes. «Fueron tiempos de apuro económico y no se crea que ahora estamos mejor, después de lo que hemos tenido que sufrir».
Publicidad
Con año y medio, su hija enfermó. Decidió llevarla al hospital Nuestra Señora de Aranzazu, en San Sebastián. «No sé ni cómo se habían enterado de que era familia de un guardia y un grupo de personas, parientes de pacientes, comenzaron a gritarnos que nos fuéramos», recuerda. La niña ingresó con convulsiones febriles. Pero a las pocas horas «me echaron, me decían que no podía estar allí porque podía ser peligroso para nosotros y para los sanitarios». Al final, sin otra salida, acabó con la bebé enferma en un hospital militar.
José, el agente jubilado, tiene hoy 72 años. Aguarda en su habitación mientras su mujer desempolva el pasado. Prefiere mantenerse al margen. Teme, aún hoy, que alguien del entorno etarra pueda hacer daño a los suyos por hablar de aquello. «Tuve que ver varias veces cómo me señalaba un desconocido y me hacía la señal de la cruz. Eso no se lo contaba a mi mujer», ilustra.
Publicidad
Los días más oscuros para Josefa, y así lo revela en su libro, eran cuando el guardia valenciano era comisionado a operativos especiales: Manifestaciones, reuniones o vigilancias de sospechosos «a los que se marchaba, a veces varios días, con una capa, pan duro, un par de latas de conserva y agua». Así lo recuerda: «Cada vez que mi José salía de operativo yo le decía: 'Vuelve como te vas, por favor, que la niña y yo aquí estamos solas'».
Soledad y miedo. El que empujaba a mujeres de guardias civiles a pasar noches juntas temerosas de que alguien del entorno etarra se enterara de la ausencia de sus 'txakurras' (el insulto con el que se referían a las fuerzas de seguridad) y fueran a por ellas o a por sus hijos.
Publicidad
«Recuerdo encerrarnos una noche en un cuarto dos mujeres de guardias con tres niños. Dejábamos todo preparado, con un cuchillo y un hacha de trocear carne, por si venían a matarnos por lo menos asustar, ahuyentar o defendernos», describe.
Y 800 euros de pensión es la recompensa del Gobierno por nueve años de terror en el País Vasco y 47 sirviendo como guardia en la peor época del terrorismo, también en la Comunitat. El 'premio' «por tener tu cabeza a precio, que te puedan dar un tiro y a tus hijos también». Esa, sentencia, «es nuestra historia y la de muchos compañeros». Se pregunta por qué a ellos, que dieron tanto, no les quedan «las mismas jubilaciones que a otras personas que se juegan la vida».
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Pillado en la A-1 drogado, con un arma y con más de 39.000 euros
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.