Hola capturadores
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Hay muchas cosas de mi infancia que no recuerdo, pero hay dos momentos que tengo especialmente grabados en mi memoria de pequeña. Uno, cuando a los dos años me pille el dedo meñique con la puerta de la cocina y me quedé sin un trocito. Parece increíble, pero tengo los fotogramas perfectamente nítidos de esa puerta blanca cerrándose y de mi tía Celia guardando el trozo de yema que me quité en un pañuelo por si me lo querían arreglar. Por suerte, no hizo falta. Se me quedó un dedo más pequeño, como lo tenía ese momento, y poco más. Un anclaje con esa niñez en mi mano izquierda.
El otro fue por mi once cumpleaños, del que está a punto de hacer 28 años en unos días. Ese verano, un trágico suceso marcó mi vida para siempre. Lo conté en este podcast una vez. Para ese día y para Reyes, siempre pedía alguna Barbie o alguna de las cajas de vestidos y complementos con la que podías cambiarle el look a tu muñeca. Con los años, me hice una buena colección a la que fui añadiendo alguna Chabel e incluso alguna Sindy, competidoras de la muñeca de Mattel. Ese verano, por mi cumple me cayó la Barbie gimnasta, la primera con extremidades articuladas. Una obra de arte de la ingeniería juguetil que llevaba a la muñeca hasta los mismísimos tapices de los juegos olímpicos. Iba vestida con un mono entero, como los que ahora usan las gimnastas, en una gama de fucsia, amarillo y azul. Y por primera vez, no venía con tacones. Tenía los pies planos, para mantenerse en pie en las posturas acrobáticas que quisierámos propiciar las niñas y niños de la época. Esa Barbie me la regaló mi tía Celia y se convirtió en mi tesoro más preciado ese verano. La llevaba a todas partes. Ser hija única es lo que ha tenido, que he tenido que entretenerme con lo puesto.
Pero un día de agosto, de los pocos en los que no fui a la piscina, me bajé a al portal a jugar con unas vecinas, cuando los niños de los 90 hacíamos más calle que los gatos. Allí estaba yo, con mi bolsa muñecas, en la que había incluído mi última incorporación y algunas otras que ya tenía más jugadas. Y en un instante, mi vida infantil se llenó de nubarrones. No sé si pedí subir a casa porque me hacía pis o porque tenía hambre, aunque ambas opciones me cuadran. El caso es que les dejé las Barbies a mis dos vecinas en custodia mientras subía andando los tres pisos hasta el tercero B, que era mi casa. Tardé poco. Pero cuando bajé, no había niñas y no había Barbies. Todo se había esfumado. Rápidamente corrí a tocar el telefonillo de una de ellas, que vivía justo en el bloque de enfrente. Y me rspondió como si nada, que se había subido a casa y que había dejado las muñecas en el portal. La otra, tres cuartos de lo mismo. Mis muñecas habían desaparecido. No recuerdo una sensación de tristeza más profunda que en ese momento de mi infancia. Primero porque nadie había custodiado mis juguetes. Y segundo, porque habían desaparecido.
Ni qué decir tiene que lloré lo que no está escrito. Y que mi madre y mi abuela se pusieron rápidamente la placa de detectives para esclarecer los hechos. Pero de las muñecas, nunca más se supo. Siempre creí que se las habían repartido entre las dos. Pero nunca volví a verlas. A esas niñas. tampoco. Mi madre y mis tías intentaron calmarme con una promesa de una nueva Barbie gimnasta, que estaba recién estrenada. Pero yo no quería una nueva. Quería mis muñecas.
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Con el tiempo me repuse del disgusto, porque ni siquiera eran todas mis muñecas. Pero para mí fue como arrancarme una parte de mi vida. Como hija única, las Barbies han sido mis compañeras de juego, las garantes de muchos de mis secretos y una gran ventana de imaginación. La imagen de la muñeca Barbie siempre ha estado asociada al patriarcado, a unos cánones de mujer imposibles en lo estético y en lo ético. Pero para mí siempre ha sido mi fiel amiga. Siempre se la ha criticado por ser rubia y despampanante, pero por ser justos, los que Barbie ha sido es la mujer de las mil profesiones. Con el tiempo y los avances sociales, ha cambiado de cuerpo, de color de piel, de pelo y de raza. Ahora, acaba de volver a la actualidad porque se ha estrenado la primera peli sobre esta muñeca. Y ya hay osados que la critican sin haberla visto. Se presupone una peli ñoña, sobre una mujer florero, con el pelo perfecto y tacones de aguja. Pero seguro que la directora, Greta Gerwig nos sorprende con todo lo contrario. Andrea Morán ya la ha visto y la analiza aquí.
Para mí, Barbie no tiene una historia propia, sino la que cada niña que hemos jugado con ella le hemos construído. Es un poco la muñeca de todos y la de nadie. Yo, por ejemplo, nunca tuve un Ken, la figura masculina que la podía acompañar, o no. El otro día me contó uno de los compañeros más jóvenes que vienen a hacer prácticas al periódico, Gonzalo (que además sabe mucho de cine) que en la peli Barbie entra al coche desde el aire porque ninguna niña metía a su muñeca en el coche por la puerta, sino desde arriba. Y ese gesto, había que respetarlo. Por supuesto, ya tengo las entradas para ir a ver la peli, a la que acudo con muchísima ilusión. Cuánto mérito tienen estas cintas, que devuelven a las salas a quienes llevan meses o años sin pisarlas.
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Mi amiga Isa, que es muy larga, siempre me dice que lo que para mí fue un momento dramático en mi niñez (el robo de mis muñecas) no fue ni más ni menos que un paso para tumbar el patriarcado desde bien pequeña. Deshacerme de mis Barbies. Pero lo que no sabe es que conservé muchas hasta que fui adulta. No contaba con tener una sobrina, unos años después, que iba a acabar con ellas en cuestión de minutos. Es lo que tienen los juguetes. Pero dice Andrea que hasta en eso ha pensado la peli. En Barbies con pelo cortado y garabatos en la cara. Así es la vida amigas, lo mío con estas muñecas no tiene solución. Pero vamos, yo esta noche voy a ponerme ciega a palomitas....que en valenciano se llaman rosas :)
Estas son las tres cosas que he descubierto esta semana y creo que te pueden servir de utilidad.
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HELADOS. Realmente no he descubierto nada nuevo que no supiera, pero esta semana me ha llegado mi pedido de los nuevos sabores de helados de mi amigo Rubén Álvarez, el creador de 'Esneu' y he vuelto a alucinar. Lanza dos colecciones al año, en invierno y verano, con sabores distintos y algunos clásicos como mi crema de limón (que yo tengo la ilusión de que lo hace porque sabe que es mi favorito). Esta vez he elegido leche fresca, nata fresca, avallana del piamonte y limón, por supuesto. Pero también mango y fruta de la pasión y dos colaboraciones de chocolate que ha hecho con capos del cacao y tiene tarrinas de 70 y 90%. Yo sólo os digo que no comería otra cosa. Si alguna vez tenéis oportunidad, compradlos. Ah y una cosa que aún hace más justificada su llegada a casa son los envases en los que vienen. Yo los uso de tuppers desde hace años y están como el primer día, lavavajillas incluido.
BRUNCH. Tampoco lo he descubierto ahora, pero el fin de semana fui al brunch del Observatorio y había un par de cosas que no habia probado. Ahora tienen tortitas, gofre y pan brioche como bases y los puedes customizar con algo salado (rúcula, tomate seco y queso crema o queso crema, jamón ibérico, setas y huevo), o con algo dulce (mascarpone, melocotón salteado, almendrita y sirope de arce, o chocolate, plátano, nata y virutas de choco). Eso, y los fresquitos nuevos, que están que te mueres y refrescan. Ánimate, que el brunch es la nueva merienda-cena pero por la mañana.
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BALLET. Este jueves es la gala de bailarines valencianos en el extranjero. Yo, por supuesto, me saqué mi entrada en cuanto las pusieron a la venta. Es el jueves, a las 19:30 en La Rambleta. Si quedan entradas, las podéis comprar aquí. Vienen primeras figuras de todos los ballets que bien podrían ser los protagonistas de un 'bailarines valencianos por el mundo'. Qué ganas.
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Marta
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