Borrar
Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo
Servidora, en la terraza vergel de la otra casa M. H.
#51 Dora la exploradora

#51 Dora la exploradora

Jueves, 16 de junio 2022, 15:04

La primera vez en mi vida que me picó una avispa tenía la mano metida en una maceta enorme de perejil que La Celia tenía en su terraza de la otra casa (que es como en mi familia llamamos a los pisos en los que vivíamos mientras los chicos éramos pequeños, antes de mudarnos a otros con ascensor). Tendría yo dos o tres años, era verano y había comida familiar. Mi tía me metió corriendo la mano debajo del grifo, mientras lloraba sin cesar por una sensación hasta entonces desconocida. Desde entonces, he descubierto dos cosas: que las picaduras de las avispas y abejas me dan alergia y que nunca tendré un perejil tan grande y tan verde como el de La Celia, que lo debe dopar con algún tipo de fertilizante.

En mi casa siempre hemos sido de huerto. Y aunque con un apellido como el mío la cosa puede parecer de cajón, quienes le daban al surco y la azada siempre han sido la parte de los Rubio. Cuando era pequeña en clase nos enseñaban a germinar lentejas y garbanzos en el tarro de cristal en el que antes había un yogur. Un algodón mojado, un vasito y un puñado de legumbres y pura magia. Eso, sin contar con que mi abuela Ascensión tenía un vergel en el balcón acristalado, con decenas de plantas de las que siempre tuve miedo de que nos quitaran el oxígeno mientras dormíamos. Entre ellas, un poto y la planta del dinero, como se puede ver en la foto que acompaña esta carta. Junto al fregadero, además, varios tallos tronchados metidos en un vaso de agua para que echaran raíces, que yo durante unas navidades en las que los reyes me trajeron un microscopio, me dediqué a diseccionar sin mayor éxito.

Pero, la palma de jardinero en mi casa se la llevaba mi abuelo Federico, al que siempre recuerdo en verano con la camisa desabrochada, las botas de agua color verde por encima de los pantalones de regar y un sombrero de paja. Durante años, además de compatibilizar su cosecha en el huerto de un amigo de la familia que se llamaba Paulino, se encargaba desinteresadamente de poner a punto los árboles de la plaza de la iglesia del barrio en el que vivíamos. Así que no es nada raro que cada vez que voy a la frutería me tire un rato de la tarde mirando qué comprar y qué no, porque el huerto siempre ha sido parte de la cultura de mi casa.

El huerto siempre empieza en invierno y toda la vida he escuchado a mi abuelo, primero, y a mi tío Julián, después, decir que es muy sacrificado. Poco antes de la primavera empezábamos la búsqueda de los plantones, para hacer «la olla» para sacar las plantas de tomate y pimiento que íbamos a plantar. También de pepino, una verdadera religión en mi casa. Todos esos germinados los tapábamos con plástico para evitar las heladas traicioneras. A la vez, venían las mañanas de surcos con azadas, por los que después correría el agua de un estudiado sistema de riego basado en ir levantando o dejando en el sitio unas tejas para abrir compuertas. En cierta época en mi comunidad de vecinos se practicaba (y aún se sigue haciendo) el estraperlo de hortalizas. Una pseudocompetición por ver quién la tenía más grande. La cosecha, claro. Y aunque tenías los mejores tomates del barrio, lo que nadie luego te contaba es que las vacaciones de verano se convertían en un conflicto familiar, porque mi abuelo Federico o mi tío Julián no querían moverse del terreno ni un día para ir a veranear a la playa porque esas semanas eran cruciales para recoger los pepinos y los pimientos y hacía mucho calor para dejar sin regar más de una tarde.

Total, que siempre tuve una relación de amor-odio con el huerto, a pesar de mi apellido, pero cuando crecí la superé. De hecho, hace unos años estuve a punto de tener uno en Valencia, después de varios experimentos fallidos en la terraza. Pero el promotor, como en los pisos fantasmas, nos vendió el proyecto y se dio a la fuga.

Así que ahora me conformo con gorronear los huertos de amigos y vecinos, localizar buenos tomates en fruterías de proximidad y valorar a quienes dedican su esfuerzo a que otros sigamos comiendo bien. Entretanto, velo por mis plantas de interior y recorro el río disfrazada de Dora la exploradora para poner mi granito en reportajes tan chulos como los que la pasada semana empezamos en el periódico para celebrar el 35 aniversario del Jardin del Turia. Si este verano venís por aquí, no dudéis en seguir las chinchetas con toda la información que nos hemos currado entre un grupo enorme de compañeros de LAS PROVINCIAS. Y oye, si no te interesa lo verde, en breve toca el capítulo de la gastronomía, o el de la Cultura. De momento, puedes leer el de la naturaleza. En mi caso, la cabra ha tirado al monte. Aunque yo la primera que vi en mi vida fue en una granja escuela.

Calendario de pantallazos

La semana trae mucha mandanga de la buena en todos los planos. Este fin de semana, Valencia está llena de planes chulos con los que llenar la agenda, lucir palmito y empezar a pisar la playa. Hoy mismo ya puedes acudir al Surf, Music and Friends, en La Marina de Valencia, para pasar el rato ebtre surferos y food trucks. Si lo tuyo es el Jazz y prefieres un plan más tranquilo, el parque Doctor Lluch inaugura hoy el festival Mar y Jazz, con conciertos, comida callejera y hasta un mercadito local.

Si no vas a estar en Valencia o vas a pasar el fin de semana con las persianas bajadas en casa para evitar que entre el calor, también tengo una alternativa para ti. Desde hoy podrás encontrar en LAS PROVINCIAS una nueva sección en la que leer sin parar sobre series y cine. Se llama Pantallas y promete.

En cuanto a las efemérides que nos interesan, la semana viene llena de joyas. El jueves es el cumpleaños de Jordi Hurtado, el invariable presentador de Saber y Ganar. Según el calendario de Orojondo, vino al mundo en 1957, pero antes de Cristo. Un día después, pero de 1992 Rosario Flores lanzó la canción 'Mi gato', que hace ui ui ui ui, como esta carta.

Círculo de lectores

Hemos completado ya el círculo de colaboradores y volvemos al principio, con nuestro experto en Eurovisión, que estos días aún tiene resaca emocional de Turin, pero se va animando con la nueva edición del Benidorm Fest... Adelante, Luis Fuster:

¿Sabes ese momento en que pasan las Fallas y los falleros se lanzan como hienas sobre las tiendas de indumentaria para aprovisionarse de telas y aderezos de rebajas? Pues ahí estamos los eurofans, en la temporada baja del año eurovisivo, pero con ganas de mambo otra vez. Claro, los preparativos para el año que viene están en marcha, pero poquito. Por no tener, no tenemos ni país organizador. En un año cualquiera, junio es el mes de los alcaldes. El año pasado en Italia fue antológico, hasta con pueblos de 10.000 habitantes postulándose, y miedo me da el año que organice España, que ya habéis visto cómo se han puesto este año.

Junio también es el mes de la nostalgia. A falta de noticias, bucear en el historial del festival y sus preselecciones es un pasatiempo estupendo para la comunidad eurofan. Estas semanas se suelen aprovechar para mirar por el retrovisor y conocer o revisitar las historias del festival. Y hay batacazos, dramas y grandes cuadros. Os dejo una selección de mis favoritas en cada categoría.

Suecia sólo se ha quedado fuera de la final de Eurovisión en una ocasión: cuando organizaba Noruega. Por si fuera poco, la tele noruega tuvo toda la mala hostia del mundo y enfocó a la pobre Anna Bergendahl, de 18 añitos, llorando. Y más aún, subieron ese momento a YouTube: «Anna Bergendahl in tears - SWEDEN OUT!». Con vecinos así...

Esta es una de las ganadoras clásicas del festival: «Poupée de cire, poupée de son». Canta France Gall, compone Serge Gainsbourg. Pues a la británica Kathy Kirby, que quedó segunda, le vino un poco mal que ganara porque le habían vendido que la favorita era ella. Tan amarga se quedó, que se metió en el camerino de Gall y le dio un bofetón.

Cierro con un cuadro mítico, cortesía de Italia. La anterior vez que organizaron, en 1991, todavía había orquesta. Total que la canción de Grecia, «I Anixi» venía con un solo de saxo estupendo y, bueno, salió mal. Aplauso para la cantante, Sophia Vossou, que siguió tan tranquila después de que el saxo italiano le destrozara la actuación.

Como os pongáis a rascar un poquito, os salen salseos de estos para entreteneros cualquier tarde de verano. Y es que, como las Fallas, Eurovisión no se acaba nunca.

Gat-checking: periodismo de gatos

Soy el michi del río. Búscame en la fotogalería del especial m. h.

Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos. Compartir es vivir. Y si eres nuevo aquí o alguien te ha hecho llegar esta newsletter y quieres leer algunas de las últimas cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo. Te dejo las cuatro anteriores. Si quieres apuntarte para que te llegue la semana que viene, puedes hacerlo gratis aquí.

47. El amor era esto

48. La malla nunca falla

49. Ser beige

50. Campamento Krusty

Esta semana quiero que me cuentes si tienes o has tenido huerto y dónde compras los tomates buenos, porque si yo también quiero ir . Me encantará leerte en marta.hortelano@lasprovincias.es

Prometo no contar nada. O sí.

Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.

Marta

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias #51 Dora la exploradora