Hola capturadores
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El otro día estaba husmeando en TikTok, la red social de moda entre los más jóvenes, y me salió una chica que decía tener 300.000 euros en el banco y más dinero en efectivo, en casa, porque acababa de cobrar un trabajo. La pava en cuestión no tendría más de 20 años y cuando le preguntaron por su profesión, con la que se ha ganado semejante pastizal, que yo no lograré reunir en toda mi vida laboral, dijo que vende sus pedos. Os ahorro los detalles, pero enfrasca sus ventosidades en un bote y les da salida en esas webs en las que otros venden los pantalones que se les han quedado estrechos. Aparte del asco físico que me dio, me invadió un sentimiento de repugnancia que me hizo cerrar la aplicación al momento. De hecho no la he vuelto a abrir, porque estoy harta de muchas de las cosas que promueve y que convierte en virales. Esta es, simplemente, escatológica, pero promociona unos valores que me parecen peligrosísimos para un público que consume sin pensar, como quien llega a casa hambriento y se come la bolsa de Doritos de un tirón, porque es lo más rápido que tiene a mano.
El ejemplo que te pongo es sólo una gota en un océano de barbaridades que me saltan a diario y que yo, con mi dedo veloz, desecho a gran velocidad. Pero el algoritmo sabe que he consumido esos vídeos en algún momento de guardia baja y me los sigue enseñando con regularidad. El colmo de este contenido se lo lleva un personaje que va por la calle preguntando estupideces a los viandantes, pero que huele a vídeo promocionado a la legua. Se te acerca y te pregunta cuánto dinero tienes en la aplicación del banco. La gente (chicas jóvenes en su mayoría) le responde que varios millones de euros, le enseñan incluso la prueba de fe de su cuenta, y unos segundos después destapan el pastel. El pastizal lo sacan de Only Fans. Una aplicación que permite compartir todo tipo de contenidos, sin ponerles límite moral, a cambio de una suscripción mensual. Incluidos los vídeos, fotos y audios de tono erótico o casi explícito. Una especie de supermercado de la carne humana digital. Usando esa página regularmente, y mostrando todo tipo de partes del cuerpo, dicen haberse forrado jóvenes que acaban de echar los dientes de leche. Y aunque TikTok censura cualquier contenido que no cumple con su puritanismo, sí permite alardear de un modo de vida que no está muy lejos de la explotación sexual. El mismo creador de contenido que difunde estos vídeos se ha hecho viral esta semana porque uno de los actores de La casa de papel, Jaime Lorente, le ha dado un zasca en una de esas publicaciones que tan bien le funcionan. En este caso, un vídeo en el que presumía de que iba a besar a la primera chica que encontrara en su camino, para ver su reacción. Un comportamiento que no me parece ni medio normal.
Por último, en el tercer puesto del podium de los despropósitos me salen unos vídeos en los que un desconocido te pide que le digas cuánto pagas por tu casa y si se la puedes enseñar. Y ahí, los consultores cayetanos de las big four son el blanco preferido. Los inquilinos pagan precios desorbitados por unos pisos más bien cutres, en zonas adineradas. A ellos les parece normal decir que amochan 1.900 euros al mes, porque tienen el baño para ellos solos. Pero en realidad, sólo están blanqueando una situación que ahoga a la mayoría de jóvenes, que no pueden pagar eso por una vivienda, porque ni siquiera lo cobran. A ellos, seguro, que el piso se lo pagan sus padres. O les pagan los caprichos, porque si no las cuentas no salen.
Y ahora, vayamos a los datos. Según el último estudio de redes sociales de la consultora IAB, un 36% de internautas usa TikTok , pero esa cifra se dispara a un 79% entre los de 12-17 años. Es decir, los adolescentes están construyendo su vida a través de la pantalla de la aplicación china. Ahí ven que teniendo Only Fans te puedes forrar fácilmente, normalizan que un desconocido te pueda dar un beso por la calle, ponerle precio a tus pedos, o que pagar 1.900 euros por una casa es normal. Si quieres, puedes. Suelen esconder estas propuestas. Pero la realidad es bien distinta. Y lo digo yo, que soy una firme defensora de las redes sociales y su uso. Pero creo que mi adolescencia estuvo más protegida. Los anuncios los veíamos por la tele, con una regulación estricta y el porno lo intuíamos codificado en Canal Plus. Ahora, un chaval con un móvil, o con uno de sus amigos, tiene a su alcance un mundo para el que no ha sido preparado. Y ahí es donde nos jugamos la partida. En ayudarles a distinguir la paja del grano.
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La actriz Kate Winslet iba incluso dio un paso más allá en su discurso como ganadora de una Bafta, por su papel en I am Ruth. «A las personas que están en el poder y que pueden hacer cambios, por favor, penalicen el contenido dañino. No lo queremos. Queremos recuperar a nuestros hijos. No queremos quedarnos despiertos, aterrorizados por la salud mental de nuestros hijos».
Yo me alegro de no haber llegado en la edad del pavo a TikTok. No sé si habría sobrevivido a tanto estímulo. Así que si vuelvo a entrar a la aplicación será para volver a mis vídeos favoritos. Los de una pescadería de Barcelona que limpia todo tipo de peces y mariscos con una destreza la mar de relajante. Esos no hacen daño a nadie, y no van a convencerme de hacerme pescadera ni por todos los ceros del mundo.
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Esta semana hacen falta cascos (¿aún se dice así?) para escuchar lo que nuestra experta en audio, Andrea Morán, nos trae. Muchas cositas para guardarse. Os dejo con ella.
Se suele decir que una ardilla puede cruzar España no de árbol en árbol (eso era antes), sino de festival de música en festival de música. Para los cinéfilos también hay unos cuantos certámenes, aunque estos días toca mirar hacia Cannes. Pues bien, los del audio no somos menos y la semana pasada se celebró la segunda edición de Estación Podcast, el festival iberoamericano de creación sonora.
Su nombre ya da muchas pistas y es que este año el puente entre España y Latinoamérica ha estado muy presente. Me ha hecho pensar en la cantidad de programas que escucho que me llevan de Argentina a México, pasando por Chile, Bolivia, Perú y Colombia. No descartemos que en el futuro lleguen los podcasts con subtítulos (yo invertiría en unas gafas con auriculares), pero de momento tenemos horas y horas de buen audio y muchos acentos por delante.
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El festival se celebró en Madrid, pero en su canal de Youtube aún quedan vestigios de todo aquello: hubo conferencias, charlas, podcasts en directo y un taller. Aquí te traigo una mini crónica porque esta vez no podía quedarme con una única recomendación:
El directo.Radio Ambulante es toda una referencia para el periodismo sonoro. Llevan 12 temporadas contando historias de Latinoamérica y proponiendo algo así como un retrato en sonidos del continente. En Estación Podcast hicieron un directo y fue emocionante escuchar en vivo la voz de Daniel Alarcón, su anfitrión, ¡cuántos viajes y paseos me habrá acompañado! Como en Radio Ambulante ya han superado los 200 episodios, no quiero que te abrumes y te propongo empezar por 'El otro, el mismo'. Difícil no sonreír.
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La noticia. ¡Habrá temporada 2 de 'De eso no se habla'! A ver, sé que si no conoces este podcast mi exclusiva te dejará absolutamente indiferente, pero pásate por su canal, escucha un episodio y comparte mi alegría. En la primera temporada, Isabel Cadenas Cañón nos regaló seis historias en torno al silencio y nos descubrió que no todos suenan igual (está el silencio del olvido, el de la censura, el de la pérdida…). Si hoy sólo puedes escuchar una cosa, que sea esta.
El fenómeno. Confieso que la primera vez que llegué a 'La pija y la quinqui' solo quería saber de qué estaba hablando la gente. No paraba de oír el título aquí y allá y me sentía fuera de juego, me sentía SEÑORA. Pues, como una buena estrategia para atraer a la Generación Z, Carlos Peguer y Mariang también se pasaron por el festival y, de paso, se llevaron un premio. Sabrás que está muy de moda escuchar podcasts conversacionales y, en el sector, está aún más de moda quejarse de ellos. Es cierto que los shows más mediáticos, los más visibles, consisten en dos personas hablando y nada más. Yo no tengo nada contra ellos si son buenos, divertidos o me aportan información o entretenimiento. Si pasan a ser ruido de fondo, para eso me pongo música. Si la que habla es Rosalía, no, a ella siempre la escucho, por ejemplo aquí
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El detalle.Las Raras, podcast chileno de documentales sonoros, llevaron a cabo un taller donde explicaron todo el esfuerzo que le ponen a la creación de paisajes sonoros, a las músicas, al montaje y al guion. Para mí, sus «historias de libertad» son como esas tartas de cuatro pisos con rosetones góticos, frisos de chocolate y espirales de crema: delicatessen, ¿ok? Este mismo lo es. Sus dos componentes, Catalina May y Martín Cruz, trajeron su portátil desde Chile, abrieron frente a nosotros los montajes de sus episodios y, generosamente, nos enseñaron cómo hacen magia. Yo me volví a casa queriendo repetir el truco, pero de momento no me sale.
Prometo seguir intentándolo. ¡En unas semanas os cuento!
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