![La cena de Nochebuena](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202112/22/media/cenadenadal.jpg)
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Hola capturadores
El lunes fui a hacer la compra de Navidad y salí del supermercado con 120 euros menos y un carro lleno de tonterías con las que no podría cocinar ni un plato sencillo para cualquier de las comidas o cenas de estos días. Y al saldar mi deuda con la cajera del establecimiento, ataviada con una diadema de cuernos de reno (ella, no yo) me vi a mí misma siendo mi madre en 1995 y diciendo la ya clásica frase de «no hemos comprado nada y nos hemos gastado un dineral», con dos carros hasta los topes de cosas que uno compra sólo porque la cena de Nochebuena no es la cena de una noche cualquiera, sino aquella en la que tenemos que aparentar que no es una noche normal.
Cada español gastará de media unos 631 euros en compras navideñas estos días. Entre esas adquisiciones, los productos con los que comeremos y beberemos durante sobremesas interminables y que amenazan con fastidiarme los trabajados brazos de Letizia que yo tenía ya esculpidos a estas alturas de año. Las incertidumbres omicronianas lo llenan todo a estas horas, con decenas de familias partidas por las cuarentenas y los contagios y las restricciones diseñadas, un año más, por un Grinch de la Navidad. Y con esas, las neveras y congeladores de un montón de madres y tías Celias de toda nuestra geografía mantienen la respiración, llenas hasta los topes, de productos llegados por tierra, mar y aire para dar de comer a familias numerosas en una época en la que el más valiente de los que nos sentamos en sus mesas ha tenido un hijo como muestra. Cochinillos, corderos y buena parte del Mar Cantábrico y medio Océano Índico están ya descansando en las repisas de nuestras casas. Sacar estos días un yogur desnatado de la nevera supone deshacer el tetris de patés, quesos, langostinos cocidos, paletillas de cordero y pinzas de bichos marinos con cáscara con los que los dentistas se frotan ya las manos para las consultas de enero.
En mi casa la cena de Nochebuena comenzaba en el Alcampo, donde habitualmente nunca íbamos a hacer la compra en una ciudad pequeña como Cuenca, donde preferíamos apañarnos con el Alconsa de turno de nuestro barrio. Pero en Navidad, mi madre, como cabeza de familia de la celebración de todos los Rubio, muy a su pesar, llenaba dos carros hasta los topes en un ejercicio de consumismo divertidísimo que consistía en echar dentro todo tipo de cosas absurdas que nunca tomábamos durante el año para dar de comer a las trece personas que nos juntábamos en Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes, algunas de ellas con comida y cena. Es decir, todo el día comiendo. Por esos dos carros mi madre pagaba 40.000 pesetas con tarjeta de crédito. Pero en ellos sólo iba lo acccesorio. Lo de hacer la sobremesa, porque la mercancía llegaba más cerca de la Navidad, directo desde la pescadería. En esos carros había Coca-colas de botellita de cristal (porque siempre me ha gustado el formato), y packs de latas con caras de Papa Noel cuando en las repisas nunca había ediciones especiales de nada. Casitas de Huevos Kinder con regalos especiales dentro, orejones, ciruelas de Borges, decenas de pastillas de turrones de sabores casi absurdos (porque a cada uno nos gustaba uno distinto), patés de todo sabor, bombones, distintos tipos de panes tostados, media docena de piñas y chorradas varias para completar unos menús que dejaban el balcón acristalado de mi casa, epicentro de los fastos navideños, como si fueran el almacén de un Makro. A aquella terraza llegaban también cajas de vino blanco Diamante y decenas de botellas de vino joven de Capel blanco y rosado. El lambrusco de los 90. Con esos vinos, las mujeres de mi familia tenían la carcajada garantizada aunque sólo se mojaran los labios en la copa, como en su día Ortega Cano. Los hombres, le daban al tintorro con el marisco. Junto a esas botellas, tropecientas de licores de mora (qué revolución), manzana o melocotón sin alcohol, para no deshidratarse durante las interminables partidas de cartas de sobremesa en las que la después de una madrugada completa podías amasar una fortuna de 200 pesetas. Y de eso y de unos flanes para hacer pijamas, con unos botes de melocotón en almíbar estaban lleno aquellos carros.
La comida llegaba por otra vía. En concreto, por la de la pescadería de Jesús y la Toñi. Imagino que porque vivíamos en una ciudad de interior, sin mar, pero el marisco ha sido siempre el plato principal de las cenas en mi casa hasta que nos balcanizamos. Criaturas marinas pescadas en programas del Discovery Max. Bocas, pechos, carabineros, cigalas, bígaros, percebes, langostinos, quisquillas, navajas, patas de cagrejo y no sé cuántas movidas más que te dejaban el plato lleno de cáscaras y el estómago medio vacío, si no fuera por los entrantes. Y por la lombarda con piñones que mi abuela se empeñaba en servir de primero y que doce de los treces de la mesa rechazábamos con cariño. Por la mañana, la cocina de mi casa estaba llena de cubos de agua con sal y bichos dentros, y por la terraza no era raro encontrarse a un cangrejo suelto que había decidido darse el último paseo. Eso, hasta que un año, después de la independencia de las subfamilias que componíamos los Rubio, los de mi casa descubrimos que el marisco no nos decía ni fú ni fa y nos pasamos al pavo relleno y a cosas con precios menos estacionales que nos hacían más felices.
Eso para las cenas, porque para las comidas nos pasábamos a la montaña, y poníamos el horno al rojo vivo para asar las piernas y las paletillas de un cordero lechal que durante el resto de las fiestas saldrían a concurso en forma de chuletas o caldereta. Eso, y los restos del marisco de la cena de la noche anterior como entrantes. Después de comer, vuelta a las partidas de cartas, bandeja de turrones cortados de manera geométrica y kilos de frutos secos para pasar la tarde. Hasta que llegaba la hora de la cena y vuelta a empezar. Mi abuela solía echar mano de las conservas que había hecho en verano con los excedentes del huerto (tomate, pimiento) y de las perdices que había escabechado días antes. A mí, con un poco de suerte, me caía una pizza de Pescanova y a ver el Veo Veo de Teresa Rabal antes de irme al sobre.
Esas eran las cenas de Nochebuena cuando éramos pequeños. Las de ahora, sinceramente, son mejores. Sobre todo porque yo ya soy mayor y puedo tomar vino, que siempre anima. Nunca hay que dejarse llevar por la nostalgia. Ni de los que ya no están, ni del poliamor de las mesas amplias, ni de las tenacitas que ya no se parten en tu mesa. Siempre hay motivos para celebrar. Estar juntos, estar vivos, estar sanos, estar bien. Hasta gastarse 120 euros en un carro en el que no hay casi nada de comer, pero sí Ferrero Rocher, una botella de Campari y una tableta de Suchard. Lo demás, lo que de verdad alimenta, me lo he agenciado en el Mercado central en día laborable, para evitar las colas. Total, este año en casa, como tantos otros, somos dos sentados a la cena de Nochebuena de esta noche, que mañana, mientras vosotros chupáis cabezas de gamba y contáis pilotas de Nadal, algunos tenemos que trabajar. Que paséis una muy Feliz Navidad donde sea y con quien sea. Nos leemos en 2022, porque esta carta descansa una semana.
Culturismo
Según la RAE, es la relación erótica y estable entre varias personas con el consentimiento de todas ellas. Según mi experiencia, es como ser Naty Abascal. Es decir, la capacidad de querer a todo el mundo. Como cuando éramos pequeños.
Pantallazos
Esta semana la mitad estáis con coronavirus y la otra mitad con vacaciones, así que os voy a dejar una recomendación de interior y otra de exterior, para que todos estéis contentos.
-Exterior: Si eres de los pocos afortunados que aún no has pillado el bicho o no estás cumpliendo una cuarentena, arrastrado por alguno de tus hijos, puedes acudir a Gran Martínez, uno de las aperturas más interesantes de la ciudad de Valencia. Coctelería, con mesas para picar algo, se esconde tras las puertas de una antigua farmacia en la avenida del Puerto. Mañana sábado y el domingo 26 tienen sesiones de jazz desde las 19:00 horas. Un planazo para disfrutar de buena música y un copazo en condiciones. Eso sí. hay que reservar en su web.
-Interior: Si te apetece echarte unas risas, ponte todos los vídeos que la valenciana @sarafero (SEÑORAFEA) nos deja a diario en su cuenta de Instagram. Tan pronto de enseña los trucos para decidir si amortizar o no tu hipoteca, como te explica las posibilidades de que trinques algo con la reclamación por la compra de un coche. Todo con mucho humor, pero también con mucha enjundia, que sabe de lo que habla.
Bonus track: Si estas fiestas te apetece ir al circo, desde LAS PROVINCIAS te damos la oportunidad de hacerlo sin tener que pasar por caja. ¿Cómo? De dos maneras. Si ya eres suscriptor de ON + porque me hiciste caso con la lista de regalos (para leer todos los contenidos del periódico sin límites), puedes apuntarte al sorteo de tres pases VIP para cuatro personas para ir al circo Raluy el día 4 de enero, aquí. Puedes participar hasta el día 29 de diciembre. Y si aún no te has hecho suscriptor, tienes dos opciones: hacerte y participar en el sorteo anterior, o apuntarte al sorteo que estamos haciendo en la cuenta de Instagram del periódico. Aquí puede participar cualquiera que le dé a seguir a la cuenta del diario y mencione a un amigo en comentarios. Se puede participar hasta el 27 de diciembre y hay en juego cuatro entradas.
Gat-checking: periodismo de gatos
Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos. Compartir es vivir. Y si eres nuevo aquí y quieres leer algunas de las últimas cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo. Te dejo las cuatro anteriores.
25. La segunda vez
26. Poner el árbol
28. Lo de la Lotería
Esta semana quiero que me cuentes qué vais a cenar esta noche. O qué se come en tu casa estos días... Te leo en marta.hortelano@lasprovincias.es
Prometo no contar nada. O sí.
Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.
Feliz Navidad y cuidáos mucho ahí afuera
Marta
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