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Así me veo yo a los 100 años, como esta foto de la colección Roberto Polo, en Cuenca René Stoeltie
Cumplir 100

Cumplir 100

M. Hortelano

Valencia

Viernes, 24 de noviembre 2023, 13:45

Hola capturadores

100 años, 100 velas y 100 euros. Ese era el orden del plan que mi abuelo Federico y yo habíamos ideado para el 18 de julio de 2018, hace ahora cinco años. Ese día hubiera cumplido 100 años, pero la cosa no pudo ser y murió en 2012, con 94. Sin embargo, ese día, marcado en nuestro calendario sentimental de abuelo y nieta, yo lo celebré en casa. No hubo 100 velas, pero me planté en El Corte Inglés y me gasté 100 euros en jamón del bueno, un buen vino y unas anchoas. Porque mi abuelo siempre pensó que si sumabas tres velas, el gobierno de Castilla-La Mancha te daba una paga por viejo. Una especie de pensión por veterano. Él, un señor agarrado en lo económico, se lo había marcado como meta. En nuestros planes siempre apareció el cheque con el que nos iba a invitar a algo. Probablemente a un vino bueno para mezclar con Coca-Cola (ya se sabe, «si el vino es bueno, el calimocho está mejor»). A los que hubieran ido a celebrar su cumpleaños les habría regalado algún caramelo de naranja o limón de los que solía llevar por los bolsillos. Creo que no he vuelto a comerme ninguno desde entonces. Pero ni años ni velas ni cheque, qué le vamos a hacer.

Cumplir 100 años se ha convertido también en mi reto. Hacerlo en condiciones, por supuesto. Pero llegar. Como una especie de homenaje a mi abuelo. También como una manera de rebelarme contra los planes que el destino ideó para algunos miembros de mi familia, que dijeron adiós demasiado jóvenes. Justo, además, este año que viene, que cumpliré los mismos años con los que se murió mi madre. Una especie de barrera psicológica que me marca un poco los pasos. Superado ese ecuador, seguiré poniendo en marcha el plan trazado para cobrar el cheque de 100 euros, dentro de 61 años. Me alimento bien, hago deporte y duermo todo lo que puedo. Bebo vino tinto, como mi abuelo, me doy todos los gustos que puedo y llevo una vida tranquila, rodeada de gente que me arropa. Papeletas en la tómbola de las tres velas, me gusta pensar. De hecho, desde hace unos días, no paro de darle vueltas a unos lugares que me descubrió mi compañero Burguera: las zonas azules. Dice que las ha visto en no sé qué documental de Netflix, pero de momento yo ya me he leído todo lo que ha publicado Google sobre estas islas de la longevidad. Se trata de paraísos terrenales (en Italia, Grecia, Japón, Costa Rica y California) en los que es más probable cumplir los 100 porque se dan unas determinadas condiciones para envejecer con gusto. Son zonas aisladas, con difícil acceso a la comida basura y dietas de poco comer, con mucha movilidad física para hacer la vida diaria y buen sueño. Pero también con buena vida social y mucho alterne entre vecinos. Vamos, como podría ser un día en mi vida cotidiana sustituyendo algunos flecos. Así que, sin necesidad de mudarme a uno de esos Disneyland de la vejez, creo que voy camino de conseguirlo.

El 100 es un número muy puñetero. Durante años, la barrera infranqueable de la vida. En efemérides, una cifra redonda que marca el siglo. En días, los que se conceden de gracia a un nuevo gobierno para que pueda cometer errores sin que le cuestan un reproche. Y en episodios de un podcast diario, motivo más que suficiente para hacer un especial como el que hicimos en LOS BUENOS DÍAS, el de buenas noticias que hacemos cada día en esta casa. Pero si centramos el tiro, lo que hoy llega a 100 son las cartas de esta newsletter que he enviado en estos dos años y pico. Al margen quedan algunas más, mandadas a vuestros correos en ocasiones especiales o en formato podcast, como las veraniegas. Podría haber hecho algo extraordinario por estas tres cifras, pero la vida a veces no da para más. Tampoco creo que hoy me reciban en la empresa con un cheque de 100 euros, como si fueran el gobierno regional con los centenarios. Tampoco habré sumado ningún lector más, ni me viralizaré con ninguna frase cursi. Pero sí es un buen momento para echar la vista atrás y ver que esta correspondencia que empezó como una cosa se ha convertido en otra. Una carta fuera del radar de los algoritmos, de las prisas y de las extravagancias. Quienes la reciben lo hacen porque así lo han pedido y quienes la leen lo hacen con cariño y sin mayor pretensión que el de encontrar un conjunto de anécdotas hiladas que bien podrían ser las de su propia historia. Las de su propio día a día. En estas cien semanas he hablado de muchas cosas, pero en realidad de casi ninguna, porque me queda casi todo por contar. He abierto algunos cajones de mi intimidad y otros, directamente, los he fantaseado. Nunca sabremos cuál es cuál. Ni siquiera yo misma. He hecho un ejercicio de reflexión, de calma y de capacidad. Básicamente, porque siempre pensé que me quedaría sin ideas a la primera de cambio. Pero vivir y contarlo da para mucho. Si no, siempre he tenido ahí al quite a un gato, a Carmen, a Andrea, a Mikel, a Luis, a Tamara o a María, que en distintas etapas han querido formar parte de esta secta. A ellos les doy las gracias y les prometo galletas en Navidad.

No sé si llegaré a 100 años, pero ya he llegado a 100 newsletters y a un libro editado por mi marido con la mitad de las historias, que para una periodista del montón ya es mucho. Las 100 velas tendrán que esperar, que estamos a final de mes, a no ser que la tienda esa de tartas que le regala pasteles a las influencers (y en la que yo pago religiosamente) me mande una al periódico. Pero los 100 cien euros los voy a poner yo y me los voy a gastar a vuestra salud. En un vino y en un libro. Y como ayer fue Acción de gracias, y yo soy más de pavo que los americanos, aprovecho para ajustar cuentas contigo que me lees. Gracias por leer esto y por hacérmelo saber. Sin ti, la semana que no tengo ganas de enviar esta carta estaría rendida. Como recompensa, estoy a punto de terminar la lista de regalos de Captura de pantalla que cada año ayuda a varias ovejas descarriadas. Eso será pronto. Pero de momento, esta carta se toma vacaciones y hace puente. Nos volvemos a leer el 15 de diciembre con muchas ideas para triunfar estas fiestas.

Si hasta entonces necesitas un caramelo de naranja o de limón, silba.

Y si te quieres ir entreteniendo en mi ausencia, te dejo aquí las listas de regalos de estos dos años.

La de 2021

a de 2022

Gat checking: periodismo de gatos

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Gracias por leerme

Marta

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