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Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo
Parte de atrás de mi coche, el día que abandone el polígono en el que trabajo
Hasta luego Mari Carmen

Hasta luego Mari Carmen

Viernes, 13 de agosto 2021, 13:19

Hola capturadores

Me pilláis aquí entre bañadores (que los bikinis ya no se llevan) y libros haciendo la maleta, justo cuando a algunos de vosotros ya os ponen ojitos la lavadora y la plancha, que este año vienen caras. Cuando muchos estáis con el síndrome postvacacional a tope y la lagrimilla fuera pensando en el implacable lunes. Ese lunes en el que yo tendré por delante mi mes entero de no hacer nada, el momento de mayor disfrute de todas las vacaciones sin gastar. Aunque llegar hasta aquí ha sido un auténtico suplicio, no os voy a engañar, el disgusto me va a durar lo mismo que le ha durado el suyo a Leo Messi.

Irse de vacaciones la última tiene sus cosas buenas. Pocas, pero buenas. Ves a la gente irse y volver, los viajes son más baratos, te han cascado las dos dosis de Pfizer y, por tanto, tienes pasaporte diplomático para coger aviones de Ryanair y, además, te crees un superorganismo por haber aguantado estas duras quincenas mientras el resto hacen la travesía ya derrotados y requemados tras largas jornadas de playa y piscina. Trabajar en agosto es de las peores cosas que le pueden pasar a un periodista. Agosto es un mes en el que nunca pasa nada, pero cuando pasa, pasa fuerte. Y así es como entramos en ese círculo vicioso que sólo conocen quienes han habitado una redacción en el mes en el que casi todo para. Vivir desgasta todo el año, pero en agosto vivir consume.

Así que aquí ando, tumbada encima de la maleta para ver si consigo cerrarla y largarme lejos de mi casa, que este año estoy quemadísima. La primera parada la haré, como manda la tradición, en la peluquería, para esquilarme toda la lana que he acumulado durante este curso y, por qué no decirlo, empezar las vacaciones con el guapo subido, que parece que he pasado el invierno en un país nórdico. Después pondré rumbo al concierto de Perales, en el que una amplia representación de las mujeres de la familia Rubio cantaremos a grito pelado aquello de «Y se marchó, y a su barco le llamó libertad». Y ya con los niveles de colesterol y triglicéridos en su sitio, después de la que nos tiene preparada la Celia, que aún no me ha visto por mi cumpleaños y necesitará agasajarme con todas las partes del cerdo, del pollo y del cordero, y pepinos del huerto del vecino, ahí sí, pondré el culo en la hamaca y me calzaré las Teva viejas con las que ahora todas posturean todas las modernas.

Como dice Woody Allen, os quedaríais impresionados con todo lo que no sé, no he leído o no he visto y, sinceramente, no pienso saber, leer o ver en estas vacaciones. Me lo voy a tomar con calma y practicaré la vida a demanda. Es decir, hacer lo que me pida el cuerpo en cada momento, que ya os resumo que no se saldrá mucho de comer carbohidratos y beber negronis en un sitio en el que la vida sea lo suficientemente lenta para que los limones crezcan a placer.

Allí me pienso plantar con mi camiseta del frigopie, uno de los regalos que me ha traído esta carta de amor a las tonterías que os llevo enviando desde hace 15 semanas. La camiseta me la mandó una lectora amiga al periódico, tras leer una de las primeras cartas de esta #capturadepantalla que me acompaña desde mayo. Un formato que me ha traído muchísimas alegrías, pocas penas y mucho trabajo. Pero tal y como está el asunto últimamente, esta newsletter me parece un vermú con el que aliviar mis sofocos y poner en orden algunas de las cosas que me pasan por la cabeza. A lo largo de estos quince viernes hemos hablado de la nueva normalidad, de lo que se pasa con la regla, de hacerse machucha o de no hacer nada. También hemos analizado pedicuras, hemos hablado de la Eurocopa y de los Juegos Olímpicos y de mi nueva adicción al deporte. Hemos acariciado gatitos cada semana y me he quejado de no escuchar el silencio, ni el mar. De cumplir años en agosto, o de los helados que ya no me comeré. pero también de salud mental, de decir basta y de parar.

Y en esas estamos. Diciendo hasta luego Mari Carmen al trabajo y a esta carta, que también se toma vacaciones. Una carta que me ha brindado grandes oportunidades de conocer un poco mejor a todos los que estáis al otro lado cada viernes y de que vosotros y vosotras también me conozcáis a mí. Y en medio de todo eso y de vuestros correos con pistas, recomendaciones y sugerencias cada semana, me llegó el SMS de la vacuna. Y, como ya sabéis, fui a Jubiocio a hacer apología de la ciencia. Le pedí a la ministra Diana Morant que pusiera su despacho en el vacunódromo de moda de Valencia y bailé al ritmo de Britney Spears mi primera dosis. En la segunda me planté con una camiseta roja en la que escribí un ya mítico «Yo me vacuné en Jubiocio» y completé la pauta con Lola Índigo, como ya conté en una de las cartas. Y entonces llegó la magia de saber que al otro lado de estos correos siempre hay alguno de vosotros dispuesto a sorprenderme. Uno de esos días me escribió Tamara Paredes, la enfermera que me pinchó mi primera dosis y que se reconoció en la newsletter cuando hablé de la tranquilidad que me dio ver sus zuecos con los personajes de Monstruos SA. Sanitaria en el Centro de Salud Salvador Allende de Torrefiel, ahora enviada especial a Jubiocio, me daba las gracias por haber puesto en valor su trabajo y el de sus compañeros. «La vacunación está suponiendo una luz al final del túnel de esta pandemia porque cada vacuna que pincho día tras día es una persona más inmunizada y una esperanza de vida», me decía. O Lucía Moruno, la ya archiconocida Dj de Jubiocio, que me escribió para que le pusiera cara a la pinchadiscos con el que había fantaseado en la semana 10 de captura de pantalla y que resultó ser ella. Me contó que uno de sus compañeros le pasó la carta y decidió contactar conmigo para ponerle letra a la música que cada día pone en el vacunódromo para hacer más llevadera la espera de los que van (y vamos) con un poquito de respeto a las agujas. Compañera de Tamara en el centro de salud, ha ido cambiando las canciones de la playlist que podéis escuchar aquí y aquí conforme variaba la edad y los gustos de los que cada semana pasábamos por el complejo de la tercera edad, ahora verbena de moda de la ciudad.

Y así, entre todos y todas, me habéis ayudado a ir construyendo una historia muy valiosa para mí. A ir superando retos, a ponerle palabras a las cosas que nos pasan y a dar por terminada una semana que muchos de vosotros finiquitáis mentalmente cuando os llega la carta, cada viernes. Otros me contáis que os la guardáis para un momento en soledad, como quien esconde la última onza de chocolate. A todos vosotros y vosotras, los que habéis estado ahí esta primera temporada, sólo os puedo decir gracias. Pero, esta capturadora se va de vacaciones, a buscar nuevas historias. Y a mirarme un poquito los pies, que en mi calendario el año nuevo empieza en septiembre. Así que me comeré las uvas o los pistachos, en la conchinchina. Nos vemos el 17 de septiembre a las 8 de la mañana. Felices vacaciones si eres de mi club y bienvenido al trabajo si ya las has gastado. El año que viene, piénsatelo mejor.

Culturismo

Bitchacho

Acrónimo que supone la versión femenina latina gangsta de «Muchaho» hecha de la combinación de las palabras «perra» y «muchacho». Buen verano, bitchachos y bitchachas.

Pantallazos

Esta semana os dejo aquí un decálogo para haceros más fácil la vuelta a la rutina, con diez cosas que hacer si veraneas en Valencia o si necesitas olvidar que ya has vuelto al trabajo:

1. Ir a comer una ensaladilla de sepia y trufa al restaurante Ciro

2. Peregrinar al exterior del Carrefour de Alfafar, donde venden los mejores gofres de la historia en un pequeño puesto llamado Manneken Pis.

3. Pedir unas bravas en la terraza del Bar Lolitos

4. Comerte un ceviche en El Observatorio, que vuelve de vacaciones el día 24 de agosto.

5. Almorzar un bocata de panceta, coliflor y mahonesa de hoisin en El Astrónomo, que reabre el mismo día.

6. Ir a por falafels a Kukla. Como diría @Alexsinos: para tomar allí o para llevar.

7. Emular a Sergio Mendoza y hacerte en casa un cafetonic, el café con tónica y hielo que se ha inventado este verano.

8. Tomar un cóctel en L'Hort al Nu, la coctelería de Begoña Rodrigo en el patio de La Salita

9. Desayunar o merendar sin prisa un Bostock en Casa Capicúa, que vuelve de vacaciones el 1 de septiembre, casi como tú.

10. Pedir todos los niguiris de la carta de Momiji para pegarte un homenaje y quitarte el mono de Juegos Olímpicos de Tokio.

Gat-checking: periodismo de gatos

El trabajo dignifica, pero que te toque el Euromillones te hace más feliz

Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más y no volverás a recibirla hasta el 17 de septiembre. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos. Compartir es vivir. Y dicen que de guapas. Y si eres nuevo aquí y te perdiste las primeras cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo.

1. Captura de pantalla

2. Miedo a ser normal

3. De turismo a mi casa

4. Hacerse la croqueta

5. Sacar de paseo al frigopie

6. La edad de oro del satisfyer

7. El verano de nuestras vidas

8. No hacer nada

9. El marido de la influencer

10.Agujetas de color de rosa

11. El DJ de Jubiocio

12. El placer del silencio

13. Medalla de oro mental

14. Cumplir años en agosto

Esta semana no hay deberes, pero si me echas de menos o tienes alguna propuesta para la nueva temporada, te leo en marta.hortelano@lasprovincias.es

Prometo no contar nada. O sí.

Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.

Marta

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