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Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo
Servidora, en 1992, a punto de comerse un helado gigante en Cullera m. h.
MIEDO A SER NORMAL

MIEDO A SER NORMAL

m.h.

Miércoles, 19 de mayo 2021, 12:09

Hola capturadores

1992 fue un año muy importante para mí. En él pasaron algunas de las cosas que me acabaron marcando la vida. Pero eso lo he descubierto ahora. Ese año fui a la Expo de Sevilla y mi madre me compró un reloj de Curro (la mascota) que ríete tú del Apple Watch. Pero, ese año también secuestraron a la farmacéutica de Olot en su garaje y yo me pedí un helado muy grande en una heladería de Cullera que hoy en día me comería con cuchara sopera en menos de lo que el camarero tardara en preguntar de quién iba a ser el placer de zamparse 4 bolas de helado sin pensar en lo mullido que se me pondría el culo en unos meses. Pero entonces, (¡ay, ilusa! a los 8 años nada engorda) me dejó la cara de susto que aparece en la foto que ilustra esta carta. El reloj de Curro lo conservo, aunque ya no funciona. Jamás me he vuelto a pedir una copa compuesta de las de las cartas de las heladerías y, por supuesto, nunca he entrado sola en un garaje (aunque sueño con regentar una farmacia).

Y os lo cuento esta semana en la que, con el fin del estado de alarma, hemos perdido horas de conticinio y las hemos ganado de eso que llaman vida normal. Una vida que, como un garaje vacío o la nostalgia de un reloj de un periquito con cresta que ya no marca las horas, me asusta demasiado. Con los años me he hecho muy miedica, muy conservadora en mis extravagancias y muy mía en mis momentos. Y ahora, la vida normal me da miedo. Lo reconozco. Me asusta volver a quemar horas sin ton ni son, me da miedo vivir demasiado rápido y me da miedo morir demasiado pronto. Pero también entrar a un garaje sola desde que con ocho años escuché en la tele el nombre de Maria Angels Feliu, y también aparcar el coche fuera de casa si es de noche. Me da miedo todo, como dice Woody Allen. Será la edad.

Aunque me vaya por las ramas, a mí las cosas que me asustan estos primeros días de nueva normalidad son las de volver a ser normal. Y en ese ranking está el miedo a que se me vuele el toldo que me acabo de poner en la terraza y por el que me han soplado 500 eurazos, en una altura doce de piso. O el pánico a perder el 95 y tener que esperar media hora en la parada a que pase el siguiente, al que por cierto, no le funcionará el datáfono y yo me habré quedado sin bonobús. De pagar con el único billete de 20 euros que llevas en el monedero (el billete de las emergencias) nos olvidamos, no vaya a ser que le descuadre la caja al autobusero. Entonces, pensaré en comprarme un patinete, pero recordaré que me da miedo ir montada en uno, y fantasearé con la idea de volver a sacar la bici (que encima tiene cesta) y me acordaré de que no tengo candado y que, claro, las que son bonitas como la mía, duran dos minutos en la calle. Venga, pillo un Valenbisi, pero ¿y si no quedan aparcabicis libres y me la tengo que comer? Deja, deja, hoy pillo el coche, que no es nada urbanita, pero total, es de día y tiene airecito acondicionado. Y me visualizo cantando a todo trapo por Rigoberta Bandini. Entonces me acuerdo de que le tengo pánico al tráfico en Valencia, a los coches que te cierran, a los que te ponen el intermitente después de cambiar de carril o a los que te aparcan en doble fila sin frenar. Uf, paso, ya voy andando, que para eso se llevan ahora las deportivas. Pero escucha, si también le tengo miedo al viento. Madre mía, el viento, con la cantidad de macetas que tiene la gente en los balcones. ¿Y mi toldo?, ¿lo había recogido?, o peor aún, ¿lo he llegado a estrenar desde que me lo pusieron? Bueno, voy andado, venga, lo he decidido. Calla, ¿qué es eso que se mueve? Ay socorro, es una cucaracha. Cada año salen antes. Pero si solo estamos en mayo. Si, amigas, también le tengo miedo a las cucarachas, ahora que me acuerdo. Y a las culebras.

Por fin he conseguido llegar al evento. Uf, un evento, qué horror. Con gente de verdad. Ay, qué pereza, tendré que hacer el codo-codo, con lo bien que estaba yo en mi casa, viendo la vida por zoom. No pasa nada, por lo menos ahora la gente se lava más las manos y el pánico a los gérmenes que siempre he tenido está en mínimos. Ring ring, suena mi móvil. ¿Quién me llama? ¿Por qué me llama? No es hora de llamar. ¿Pasará algo? Sí, también le tengo miedo a que el teléfono suene a deshora. Suena un whatsapp. Virgen santa, es una nota de voz. ¿Por qué la gente manda podcast?. También tengo miedo a que me toque turno en la vacuna y estar vacaciones (por favor, señores de las vacunas, si me leen, quiero la de Moderna. Me pega todo). Y pánico a los años pares, en los que siempre me pasan desgracias; a levantarme por la mañana y no tener noticias de Laura de Colvin; a que se me vuele la sombrilla en la playa (¿qué haces, sales corriendo o esperas a que alguien te la coja? Qué cuadro). A perderme cosas (el FOMO existe). Y a morirme y a que se mueran, a que suene cualquier canción de Manolo García o, peor aún, esa de Mago de Oz que dice que te vayas para casa. Aunque, qué bien se está en casa. Qué felicidad da casa.

Y así, sin darme cuenta, me he dado cuenta de que le tengo miedo al mundo. De que le he cogido miedo a lo que viene. Que la nueva normalidad se me hace bola, como el helado grande de Cullera. Ay madre mía, que le he pillado miedo a la vida. Seguro que eso tiene un nombre... Bueno, mientras me desescalo del todo voy a ver si es una fobia nueva y me sirve como palabra para la semana que viene. Pero, mientras voy a apretarme un zumo de tomate de Mercadona, que yo me creo que mi vida es dura, pero mira la Gyneth Paltrow, que tuvo que darse al pan, con toda su harina y su carbohidrato durante el confinamiento. P*** vida, tete. No hay derecho.

Culturismo

Conticinio

Esta mercancía me la ha suministrado mi dealer del diccionario, mi compañera Carmen. Hasta hace unos días, eran las horas comprendidas entre el inicio y el fin del toque de queda. Ahora, es casi imposible conocerla en una ciudad. Según la RAE, es la hora de la noche en que todo está en silencio. La palabra es un cultismo hoy casi olvidado que procede del latín conticinium (primera parte de la noche en que todo sonido cesa porque ya todos han entrado en el descanso) y la tenemos bien atestiguada desde Plauto (s. III a.C.). Manuel Chaves Nogales en 'A sangre y fuego' decía que el conticinio «era el quiebro trágico de la jornada». Para Azorín, describía las horas que él dedicaba a escribir.

Pantallazos

Esta semana tienes que ir haciendo el cambio de armario, que la vida vuelve a estar fuera de casa. Pero si aún eres de los que quiere combinar planes de interior y exterior, te dejo unos truquillos para sobrellevarlo.

Vino: Vete a una bodega y pilla algo rico. Aquí tienes algunas. Si no, busca Les Prunes, de Celler del Roure y ponlo a enfriar. Siempre hay algo por lo que brindar.

Música: Ponte el nuevo disco de Zahara, Puta. Es un discazo. Su canción Berlín U5 te lleva directa a un festival. Tocará en Valencia el viernes que viene, así que te da tiempo a aprenderte las canciones.

Una serie y un podcast: Mira lo que dice aquí nuestro experto en series de Line of duty. La tienes en Netflix y en Movistar. Y si eres más de podcast, no te pierdas 'Estirando el chicle', de Podium Podcast, que esta semana se ha puesto el número uno de Spotify. Menudas jefazas la Carolina y la Victoria. Las tenemos en Valencia el 28 y 30 de mayo en el Olympia.

Gat-cheking:

Periodismo de gatos

Por favor, tened cabeza, que luego vienen los lloros LP

Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta carta en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigas. Compartir es vivir. Y dicen que de guapas. Y si eres nuevo aquí y te perdiste mi carta de amor a las tonterías de la semana pasada, puedes leerla aquí.

Deberes para esta semana: ¿Qué cosas te dan miedo de la nueva normalidad? Cuéntamelo aquí: marta.hortelano@lasprovincias.es Prometo no contar nada. O sí.  

Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.

Marta

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