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Antes de que al coronavirus le salieran las esporas, yo ya utilizaba gel hidroalcohólico casi a diario. Desde siempre me han dado asco las cosas que tocan los desonocidos. De hecho, tampoco tengo demasiada tolerancia a que me toquen a mí, pero eso es otra fobia. El caso es que ese bote milagroso me ha permitido estar tranquila al bajar de cada autobús de la EMT en el que me he agarrado a sus barras, después de poner el código PIN de la tarjeta tras cada compra en Consum, o incluso después de abrir las puertas del portal, de baños públicos o de cualquier cosa que necesite que le pongas la mano encima. Así que este año, una de las nuevas incorporaciones en forma de bola de Navidad que colgará de mi árbol será un adorno en forma de gel hidroalcohólico. Me la compré en una tienda muy friky de Greenpark en la que también tenían para colgar a todas Las chicas de oro, por un módico precio de 40 dólares la machucha.
Así que este puente, como toda España y parte del extranjero, subiré el árbol de Navidad del trastero, enderezaré las ramas despeluchadas del abeto fake y me dispondré a decorarlo con todas las sandeces que he ido acumulando a lo largo de estos años de vida adulta. De unos años aquí he convertido el árbol de mi casa en una especie de tablón de anuncios del que colgar todas las cosas importantes de nuestra vida, pero con forma de bola. Así de que voy comprando adornos horteras, graciosos o simplemente aquellos que significan algo para la casa, por todas partes. Mi decoración navideña es como la de vuestras neveras con los imanes. Está plagada de recuerdos o cosas que me ponen contenta. De ahí cuelgan dinosaurios, que me flipan, pero también mucha comida, como la señora Carpanta que soy. Muñecas rusas que compré en Moscú; cactus, que compré en Inglaterra; pepinillos en vinagre, que vinieron de Alemania; una llave inglesa, por aquello del amor por el bricolaje de esta santa casa; planetas; varios cascanueces comprados aquí y allá; un papa noel que se tira en paracaídas y varias reliquias heredadas del pino que se ponía en casa de mis abuelos, compradas en una droguería de Cuenca.
Este año, por supuesto, pondré el árbol este fin de semana. Pero tendrá que ser cuando me recupere de la boda de mi amiga Paloma, que se casa mañana. Aunque ella ha sido lista y desempolvó los adornos a principios de semana para poder tener la casa con lucecitas cuando vuelva de su viaje de novios. Yo lo he intentado, alegando la misma excusa que ella, pero sin viaje de por medio, pero mi marido se ha negado a subirme las cajas del trastero para retrasarme al máximo la invasión de llumenetes a la que someto todos y cada uno de los espacios de mi casa. Chica, para una cosa que da alegría, yo no sé por qué no la tenemos todo el año. Pero él tiene la sartén por el mango, que a mí el garaje me da susto.
A mí la Navidad me dejó de gustar unos años. Incluso me llegó a molestar, pero luego se me pasó y me volví a contagiar del espíritu de buen rollo que si logras sacarle a estas fiestas, te acaba ayudando a pasar estos días de exaltación de la amistad eternos. Ahora, me peleo en casa para poder poner cada día antes el árbol, hacemos ampliaciones del belén de playmobil que tenemos instalado en el salón de casa (con un bebé matrioska en el pesebre y agentes de protección civil y de la policía con mascarilla para evitar aglomeraciones en el alumbramiento). Decoro la mesa con ideas que voy pillando de pinterest un mes antes y planifico el menú para dos como si aquello fuera un banquete en el Palacio de invierno de un zar. Y haberme unido al equipo Navidad me ha hecho disfrutar inmensamente de estos días. De este mes, diría yo.
Cuando era pequeña, la decoración en casa era un acontecimiento. El pino lo traíamos del monte, en una maceta, y cuando pasaba la navidad lo replantábamos. Si os soy sinceros, aún hoy me parece horrible, porque la juma del pino pinchaba y no quedaba frondoso para ponerle los adornos clásicos de espumillones y bolas de colores. La movida gorda era el belén. Que si río de papel de plata, nieve con algodón con bolitas de corcho blanco, musgo cogido en una mañana de paseo por el monte, cortezas de arbol, puentes, y no sé cuántas megaconstrucciones más que culminaban con más luces que Vigo y música. Así eran las casas de nuestra infancia. Y así siguen siendo las de muchas personas a las que estos días le dan la vida. Yo me he unido a ellos, porque he sido capaz de reconducir esta época y sacarle todas sus virtudes, como por otro lado ya hago con casi todo en la vida. Si no crees que un niño Jesús nació en un portal, celebra el solssiticio de invierno, hazlo por el turrón de Suchard, por que vuelven los Ferrero Rocher sin límite, se puede beber cava a toda hora sin excusa, te dan vacaciones en el trabajo y te bajas un rato de la rueda de hámster. Y si aún así eres el Grinch, procura no imponer tu criterio estos días. Ir al revés es complicado, pero la mayoría queremos emocionarnos cada vez que Mariah Carey diga aquello de....It's time!
Culturismo
Juma: Conjunto de acículas secas que caen bajo los pinos. También se le denomina tamuja, pinocha, barrujo y pinaza. Son las hojas con forma de pincho de los pinos. Su olor es insuperable.
Pantallazos
Ha llegado diciembre, y con él, el olor a Navidad. Así que esta semana te traigo tres recomendaciones para dejar tu casa como si fuera un Zara Home.
-Naranja: Compra media docena de naranjas y una cuerda fina bonita o algún tipo de lazo. Ten a mano un paquete de clavos de olor, las especias y diez minutos libres. Clava los clavos en la fruta. Incluso puedes seguir algún patrón de dibujo sencillo. Ata la naranja con la cuerda o lazo y cuélgala de sitios estratégicos de casa. El olor es espectacular y te durará toda la Navidad.
- Coronas de Navidad: No hay nada que decore más una casa que una corona de Navidad hecha con plantas frescas. Las de plástico son muy pintonas, pero las de floristería son insuperables y dan color y olor a tu casa. Esta semana hay, además, varias floristerías valencianas en las que poder aprender a hacer la tuya. Absoluta Flora lo tiene mañana, El Atelier de la flor tiene talleres de centros, canastillas y coronas navideñas durante muchos de estos días, y La floristería De Fulanito y Menganita ha cerrado cuatro fechas de cursos reducidos de coronas (que van anunciando en sus redes sociales). Un planazo para pasar una mañana o una tarde y llevarte a casa la decoración hecha por ti mismo.
-Música: Y si buscas hilo musical para estos días, la mejor lista de canciones navideñas de calidad la hizo el año pasado la artista valenciana, pintora, ilustradora y muchas más cosas Koi Samsa y yo te la dejo aquí, con su permiso. Como buena amante del jazz que es, su playlist está llena de versiones de canciones para estos días, pasadas por el tamiz de ídolas como Norah Jones, Ella Fitgerald o Diana Krall.
Gat-checking: periodismo de gatos
Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes (si aún no te las has cerrado) y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos. Compartir es vivir. Y si eres nuevo aquí y quieres leer algunas de las últimas cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo. Te dejo las cuatro anteriores.
23. Vivir bien
25. La segunda vez
Esta semana quiero que me contéis cómo decoráis vuestro árbol, vuestra casa, vuestra mesa. Si os gusta la Navidad, si no... Incluso me podéis enviar fotos de vuestra decoración. Te leo en marta.hortelano@lasprovincias.es
Prometo no contar nada. O sí.
Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.
Marta
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